Hospitales (des) acreditados

Pablo Izquierdo Pinos

La clausura del Hospital Neumológico de Guayaquil evidencia la farsa de las publicitadas acreditaciones internacionales de medio centenar de hospitales públicos y del IESS. Este hospital acreditado con “sello de oro” por su calidad en la atención fue clausurado por la autoridad sanitaria nacional, “por mal manejo de desechos, malas condiciones higiénico sanitarias y presencia de ratas”

La Joint Commission International (JCI) es la organización sin fines de lucro de mayor prestigio mundial que acredita a más de 20 mil entidades de atención sanitaria, audita más de 1200 elementos de medición cuyos estándares se centran en la atención al paciente, gestión de instalaciones, seguridad, calificaciones del personal, liderazgo organizacional y transparencia en la información. Con estos estándares, nuestros hospitales difícilmente calificarían. Pregunto: ¿en qué parámetros nos certificaron y por qué se mantiene ese misterio?

Si un ser humano llega a emergencia del Andrade Marín, Eugenio Espejo, Baca Ortiz, Abel Gilbert, Teodoro Maldonado, Corral Moscoso, debe esperar por lo menos un día, hasta ingresar a una cama de un pabellón con dueño. Tiene que llevar agua, vaso, jabón, papel higiénico, compartir un inodoro inmundo con 50 pacientes más las visitas y una ducha unisex llena de utilería, coches, sillas de ruedas y sábanas sucias. El tratante un dios, los residentes semidioses en formación, usted un pobre “paciente”, una historia clínica, un número de cama. Necesita un examen: será llevado en bata, semidesnudo, por pasillos atestados. No olvide comprar la jeringa, el catéter, la ampolla, donde le anotaron, no se meta en problemas, es calidad y calidez.

Acreditación es hablar de seguridad, equidad y sobre todo de dignidad. No es lujo, es mejorar las prestaciones y los espacios donde se entregan, ampliar el acceso a nuevos tratamientos y poner en el centro la calidad de la atención y el trato decoroso al ser humano que sufre, que se derrumba, que tiene dolor. La mayoría de ecuatorianos no tenemos miedo a morirnos, tenemos miedo a ser humillados o ver ultrajados a nuestros hijos o nuestras madres en estos hospitales.

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