El populismo no desaparece

Jaime Vintimilla

Normalmente el populismo intenta combatir las tribulaciones de los pueblos con una promesa de redención terrena y eso genera una crisis del modelo político imperante y una duda con respecto a la eficacia de la democracia.

Es exitoso porque no es una ideología, antes al contrario, se trata de una estrategia para obtener y retener el poder. Por ello, con excepciones, carece de coherencia intelectual y meramente constituye una táctica retórica que todos los demagogos lo han usado y lo continuarán haciendo.

Todos los populistas reclaman hablar en nombre del pueblo, el problema estriba en la retórica explosiva que busca imponer parámetros o estándares orientada a generar un Estado autoritario que excluye a todas aquellas personas que no son consideradas como parte de la propia gente, del propio pueblo y pasan a convertirse en escuálidos, pelucones y demás calificativos despectivos.

Por otra parte, muestra el divorcio existente entre las élites y los ciudadanos comunes y corrientes, pues millones votan por cuadros que los expertos desaprueban.

Muchos millones de personas obviamente se encuentran insatisfechas con el viejo orden y han expresado su alienación o desconfianza al votar en contra del modelo dominante o del establishment, en consecuencia cegados por la impotencia, han transformado a este fantasma en una expresión mundial en el sentido de que los ciudadanos se enfrentan a cambios masivos y los líderes carecen de una respuesta satisfactoria para resolver estos grandes retos. Así la falta de poder de la gente ha forzado a una delegación a los populistas, pues los mismos políticos del ‘status quo’ tampoco tienen respuestas.

En el país enfrentamos populismos económicos, legales y por su puesto propiamente políticos y hoy en las elecciones de turno advertimos su práctica sin importar la facción a la que pertenecen los candidatos o autoridades.

[email protected]