El orgullo de  Jalkh

Luis Muñoz Muñoz

El orgullo y la soberbia de Gustavo Jalkh se pusieron en evidencia al concurrir al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social transitorio, que preside Julio César Trujillo. Jalkh cayó en la trampa del amor propio, es decir, estimarse muy por encima de lo que uno realmente vale, dejó a la luz pública su falta de humildad, sacando a relucir la pasión desenfrenada sobre sí mismo, con un apetito desordenado de su propia persona, que descansa sobre la hipertrofia de la excelencia.

En la desaventurada comparecencia a la audiencia, dispuesta por el Consejo transitorio, se mostró falta de prudencia, prepotente, creyéndose estar muy por encima de todos lo que le rodean. Ante esta actitud, Trujillo sentenció: “No me obligue a usar la fuerza pública para reducirle al sitio que le corresponde”, poniendo orden en la sala, para que la diligencia se desarrolle sin ningún altercado, a cuya disciplina no se sometió el funcionario de la Judicatura. La soberbia demostrada por Jalkh evidenció un afecto excesivo hacia sí mismo tan vehemente, ardoroso, e intenso que le nubló la razón, impidiendo que los hechos personales se vean con una mínima objetividad.

Jalkh consideró que tiene una cierta superioridad por ser presidente de un organismo estatal, que acaparó funciones en la administración de Justicia y que desplazó a los presidentes de las Cortes Provinciales y la Corte Nacional, que quedaron como figuras decorativas, sin posibilidad de poder nombrar un conserje.

La actitud asumida por Jalkh ante el Cpccs era para demostrar la superioridad, la categoría y la preeminencia que cree tener frente a los demás organismos, pero no contó con la firmeza de Trujillo para poner orden, respetabilidad y seriedad en cada acto que ejecuta en el cargo del que está investido y llamar al orden al rebelde… (O)