Otra golondrina

Viviendo en el país de “Manuelito”, tendría que usar lentes de tinte rosáceo para comentar con alegría el diario vivir; más aún, hoy, en que objetivamente comprobamos que la espuma de la prepotencia, culposa y carente de información y de criterio, arranca lágrimas a raudales por el irrespeto deliberado a leyes y reglamentos.

Pero enero nos trae también los últimos esfuerzos del 2006 y llega a nuestras manos otra golondrina que no hará verano pero que nos anuncia que hay más, allá de donde ésta vino.

La Editorial El Conejo y el Convenio Andrés Bello, en una edición sencilla pero de sobria elegancia, además de su excelencia técnica, nos entregan uno de los últimos trabajos de Édgar Allan García, hijo de esta tierra, en la forma de un “diccionario de esmeraldeñismos”.

A diferencia de otros libros, éste, aunque por su propia naturaleza se halle lejos de ser un producto definitivamente acabado, éste, repito, puede presentarse con orgullo y con la frente en alto, digno de ser difundido por todos los establecimientos educativos, instituciones culturales -locales, nacionales e internacionales-, y debe llegar también al lector informado, reflexivo y amante de su terruño.

Édgar Allan García coloca, pues, muy adecuadamente, otra piedra sillar más en el edificio de la cultura esmeraldeña y lo dice un ejemplo adicional de la superación personal, del rigor académico estimulando, a la vez, a producir trabajos y obras que enriquezcan nuestro mundo de ideas, sentimientos y praxis.

La comunidad esmeraldeña necesita una contribución mayor, seria, profunda, exigente, que nos ayude a conocernos y a que nos conozcan mejor, que rescate del peligro inminente la desaparición en la memoria. Que este esfuerzo, sin embargo, no constituya un pretexto de figuración personal con la consiguiente deformación del recuerdo ancestral.

Sigamos construyendo nuestra cultura sobre bases firmes, con profundos cimientos que contribuyan al engrandecimiento y a la superación comunitarios en un ámbito en el cual podemos ser tan grandes como nuestras mentes nos lo permitan ser.

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