POR: FABIOLA CARRERA ALEMÁN (2020)
Transcurría el 2020
con cierta normalidad
y un corpúsculo invisible
selló la tranquilidad.
La Tierra quiso un ‘recreo’,
y se volvió un contendor,
pues quiso darle un castigo
al humano transgresor.
Se acabaron las caricias,
los besos están vetados
y los convites de ayer
siguen siendo postergados.
Se espaciaron los saludos,
los roces en las mejillas,
la distancia ahora se marca
por metros o por cuartillas.
Este cruel confinamiento
nos tiene muy angustiados,
pero el amor sigue intacto
aunque estemos separados.
Las casas se han convertido
en jaulas de prisioneros,
con barrotes invisibles
que fijan nuestros linderos.
¡Quédate en casa!, es el lema
que se ha vuelto universal,
para evitar que se expanda
este flagelo mortal.
Pensar que, día tras día,
sentados junto a unos leños
vamos, ya, dejando atrás
nuestra mochila de sueños.
**
En el frío pavimento
hay tristeza y soledad
solo gente en los balcones
convocando a la unidad.
Razas, credos… religiones
se tornaron hoy un mito
pues, la voz de la hermandad
resuena hasta el infinito.
Que la muerte nos acecha
de eso estamos muy conscientes
vivir, hoy, es un milagro
con dos peligros latentes.
Entre el virus y la hambruna
nos tienen amenazados
y es, su titánica lucha,
la que nos tiene aterrados;
pues, este par de malignos
se disputan el poder
y, pese a nuestros esfuerzos,
ninguno quiere ceder.
Este enemigo invisible
que viaja sin derrotero
colapsó la economía
y destruyó al mundo entero.
Y, ante el desastre surgieron
titanes y “héroes sin capa”,
que tratan de salvar vidas
sin distancias en el mapa.
Muchos de ellos ofrendaron
las suyas, para salvar
a los miles de infestados
que confían en sanar.
Una gota de saliva
es un veneno letal,
más violento y destructivo
que las armas de metal.
**
Esta forma de exterminio
nos ataca sin piedad,
mientras aves y animales
gozan de su inmunidad.
Vacunas… experimentos,
tardarán mucho en llegar,
en tanto, en los hospitales,
muere la gente al azar.
Con el paso de los días
los árboles reverdecen,
el aire se purifica
y los jardines florecen.
Frescos ríos serpentean
por laderas y colinas
alimentando sembríos
con sus aguas cristalinas;
ya no hay humano que enturbie
su cansado trajinar,
solo van los animales
que su sed quieren saciar.
Coloridos pajaritos
aletean sin cesar
y, alegres, los pececillos
danzan al ritmo del mar.
No acechan los cazadores,
los bosques están de fiesta,
mientras hordas de animales
duermen tranquilos su siesta.
La luna se pavonea,
el sol parece jugar
y, en el cenit, las estrellas
parpadean sin cesar.
¿Será que lucen contentos
y vuelven a armonizar,
ahora que nadie intenta
sus dominios profanar?
Cuidar la naturaleza
será, por siempre, un deber,
evitando maltratarla
como lo hicimos ayer.
Lujos, joyas y caudales
hoy entraron en desuso,
bajo raras condiciones
que la vida nos impuso;
porque igual mueren los ricos,
millonarios y famosos
que los desafortunados,
parias y menesterosos.
¿Será que el apocalipsis
nos sorprendió derrepente
para ver si, de algún modo,
la humanidad se arrepiente?
Tantas cosas aprendidas
y muchas por aprender
nos dejará esta pandemia
que nos golpeó sin querer.
Esta fatal ‘cuarentena’
nos sumió en la soledad,
a la par que nos dio muestras
de amor y fraternidad.
Y fue el Covid-19
que nos instó a comprender,
lo frágil y vulnerable
que el humano puede ser.
A pesar de las distancias
se reinstaló la hermandad,
tolerancia, disciplina,
paz y… solidaridad.
Confiamos en que, a futuro,
ampliemos nuestra visión
para poder ver el mundo
desde otra dimensión.
Este crucial cautiverio
nos deja una gran verdad…
que no hay nada más valioso que
¡VIVIR EN LIBERTAD!