Campesinos migran a Ibarra

El desempleo y subempleo urbano afectan a los hogares más pobres y a los trabajadores de baja instrucción.
El desempleo y subempleo urbano afectan a los hogares más pobres y a los trabajadores de baja instrucción.

Ibarra, La hora.

Desde que la agricultura se convirtió en el eje principal de acumulación y concentración del capital para los terratenientes, las haciendas ampliaron su superficie y se apropiaron de las tierras de los campesinos. Así, los indios quedaron sin tierras para sembrar.

El concertaje, huasipungo, gamonalismo y por supuesto, el esclavismo, fueron formas de explotación que dejaron a los indios despojados de sus tierras. Los negros llegaron al valle traídos desde África como esclavos para trabajar en las haciendas del Chota.

Con la reforma agraria, los hacendados regalaron las partes accidentadas e infértiles de sus propiedades y se quedaron con las mejores tierras. Por todo ello, las ciudades se convirtieron en el destino obligado de muchos campesinos.

Historias anónimas.

Otilia Lara, es una mujer de 54 años de edad, que vive en Carpuela, se levanta todos los días a las 05h00 para viajar a Ibarra. Ella llega al mercado Mayorista a comprar yuca, tomate, plátanos y cebolla paiteña, para revender en el mercado Amazonas. Gana sólo 60 dólares al mes. “Hace ocho años la venta era buena, en nuestra plata se ganaba más, pues antes comíamos el pan entero, ahora la cuarta parte, eso es por nuestros pecados”. Ciertos días no almuerza, llega a su casa en Carpuela en la noche para comer algo.

Delia Manosalvas acude al mercado de la Ciudad Blanca desde Purará, Ambato, para vender limones y ajos, no sabe leer y escribir, ni siquiera lleva la cuenta de su edad. Hasta mediodía sólo vendió dos fundas de limones de 25 centavos cada una. Gana uno o 2 dólares diarios, de los cuales destina 12 dólares al mes para pagar el arriendo de un cuarto “mitad, mitad” con su cuñada. Es ambulante, no tiene un puesto, porque vende poco, por eso todos los días sufre las consecuencias de las leyes y ordenanzas municipales que desalojan y decomisan los productos de los vendedores ambulantes por considerarlos antihigiénicos. “Vine a Ibarra porque la agricultura no da plata, antes sembraba papa, melloco, oca, pero no ganaba nada”.

María Delfina es de Latacunga, vende amuletos, pieles y rabos de lobos, la venta no es buena, “pero toca caminar hasta vender algo”, dijo.

Otras actividades

María Tránsito Pupiales, es de Paniquinrra, va al mercado todos los días a pedir caridad, porque “no hay plata, tampoco hay granos para sembrar, tengo un hijo que se fue a Quito a trabajar pero no viene a verme”. Lo que recolecta lleva a su comunidad para cocinar y comer.

José Antonio Pupiales es oriundo de la comunidad de Cochas, se dedica a la agricultura cultiva habas, cebada, maíz y para redondear sus ingresos viaja hacia Ibarra ciertos días para trabajar en el mercado Amazonas como cargador. “Antes había cargas ahora hay poco”. La carga hasta la terminal terrestre cuesta 50 centavos.
La historia ecuatoriana excluye a estos personajes anónimos que son el reflejo de políticas herradas de los gobiernos, desde la época colonial hasta esta etapa de “democracia”.

Fuente. www.pnud.gob.ec

América Latina se caracteriza por ser una de las regiones con mayor desigualdad social en el mundo, pues las diferencias entre ricos y pobres son abismales.

El ajuste estructural que se viene dando durante las dos últimas décadas no evidencia recuperación de la economía.

Los nuevos circuitos de acumulación excluyen a los campesinos de sus tierras y esto causó su empobrecimiento.

Las políticas adoptadas como el congelamiento de depósitos del sistema bancario privado llevaron al deterioro económico y social más grave del país en los últimos 50 años.

TOME NOTA

En Imbabura, en 1950, el 21 por ciento vivían en el área urbana, en el 2001 el 50. En Carchi en 1950, el 27 por ciento vivían en el área urbana, en el 2001, el 47.