Aráuz no es Arce, pero…

Los nostálgicos seguidores del socialismo del siglo XXI y el correísmo, deseosos de volver al poder, se restriegan las manos con el triunfo de Luis Arce en Bolivia. El pragmático ministro que sí guardó “fonditos” (lo que no hizo Correa) para mantener la estabilidad del gobierno de Evo Morales, hasta que a éste se le ocurrió despreciar su propia constitución para candidatizarse a la presidencia en 2019, pese a que un referéndum le había negado esa posibilidad.

No hay dudas que la victoria de Arce da oxígeno a esa izquierda latinoamericana vinculada con los caudillos del socialismo del siglo XXI, cuestionados, acusados y perseguidos por corrupción, dando la pauta que, a los votantes de esta región, no les importa mucho esto, porque siguen esperando que llegue un mesías o redentor que les arregle la vida. “Roba, pero hace obras” o “tenemos carreteras”, parecen ser las consignas.

En Ecuador o en cualquier otro país de esta región aún se aferran a la posibilidad de que el estado resuelva todo (vía empleo, subsidios, producción u obras públicas), porque el síntoma es peor que la enfermedad. Vale aclarar que el auge o bonanza de estos países se debió casi exclusivamente al alza de los precios de los “commodities” o materias primas, que provocaron un exagerado gasto público durante la década anterior.

Las consecuencias negativas de esto pasan factura en Venezuela desde hace varios años y se ven ahora en Ecuador y Argentina. El caso boliviano podría ser una diferencia de cómo hacer las cosas, con el ahorro para tiempos difíciles. Pero eso, en países como Ecuador y Argentina, con desaforados como Correa y los Fernández, es impensable.

Personajes como Lula, Cristina, Correa o Morales son el síntoma de una enfermedad que debió erradicarse: el populismo. Difícil que políticos de otras tendencias entiendan que, para captar el poder, hay que sintonizar con las angustias populares. Parece ser que a los votantes no les importa si los políticos cumplen, sino que solo les gusta que les digan lo que quieren oír. Y eso los caudillos del socialismo del siglo XXI lo conocen.

En verdad, Aráuz no es Arce. Pero el fenómeno de mesianismo político parece ser el único que puede transferir votos. Los correístas lo saben, porque mantienen un voto duro que los puede llevar a la segunda vuelta. Así, la campaña contra cualquier aspirante de otra tendencia será sucia. Hay que estar atentos, porque el socialismo del siglo XXI está vivo y es más peligroso que antes, porque llega con ansias de venganza. Y, con votantes como los de este país…