¿Quiénes somos?

POR: Fausto Jaramillo Y.

Desde hace un buen tiempo, lo urgente nos impide determinar lo importante. La corrupción rampante del anterior gobierno nos mantiene entretenidos comentando sobre los últimos datos que aparecen en delaciones, en papeles, en computadoras, en cuentas bancarias, etc., y con ello no prestamos atención a temas que trascienden nuestra vida como individuos y se internan en la vida social que, como país, debemos construir.

Empecemos por definirnos. ¿Qué significa ser ecuatoriano? Aparentemente la respuesta a la pregunta es simple: haber nacido en el territorio conocido como Ecuador. Pero, recordemos que Ecuador apenas existe desde hace menos de 200 años. Es decir, la historia con ese nombre es aún muy tierna, mientras que la presencia humana en este territorio se remonta a miles de años. Entonces, ¿qué significa ser ecuatoriano? Por lo que vemos últimamente, ser pillos, ser vivísimos, ser tramposos, sería lo más acertado; pero no, no quiero creer que esos sean los adjetivos que nos definan. ¿Tal vez cobardes, pusilánimes, temerosos, ‘quémeimportistas’? Algo de eso hay; aunque en las páginas de la historia están escritos muchos actos de valor y entrega por ideales de gloria y decencia. ¿Será que no hemos heredado esos genes de nuestros ancestros?

Parranderos, vagos y que nos gusta el buen vivir con poco trabajo. Me inclino a creer que sí, sobre todo cuando en la política reclamamos al gobierno de turno todos los beneficios y no aceptamos ninguna obligación. Cuando miramos la conformación de nuestros votos depositados en las urnas, podemos decir que nos acercan más al paternalismo irresponsable que a una ciudadanía informada, seria y consciente de sus deberes y derechos.

Fíjense que, para definirnos, hablamos de adjetivos peyorativos antes que positivos. Creo que debemos meditar sobre ello. Es hora de que pensemos en cambiar esta duda existencial y afirmar que somos gente amable, trabajadora, pensante, responsable, luchadora e involucrada en el servicio a los demás, seres humanos que hemos olvidado el enriquecimiento instantáneo, que la corrupción es rechazada y que la ética ciudadana es el camino que juntos recorremos. Lástima que esto es, hasta ahora, solo un sueño.