Joven

Mario José Cobo

Cuando tengamos las agallas, habrá que aceptar ciertas cosas que no nos gustan. El mundo ha cambiado…

Esto, como muy bien entenderá el lector, no es nada nuevo. Nuestra civilización ha dado saltos generacionales rutinarios desde que hemos empezado a organizarnos políticamente en comunidades. Así es como ha surgido el progreso, el disfrute tecnológico, el crecimiento de la economía y los distintos avances en tema de derechos civiles y humanos… es meramente rutinario… práctico y extremadamente necesario.

Verán… el ser humano tiene una capacidad social de aprender de los errores de generaciones pasadas para no repetirlas en el futuro. De todas maneras, esto se ve obstaculizado por las estructuras fortísimas de poder que nos hemos acostumbrado a crear. No obstante, si es que vemos a los líderes que tienen poder a la hora de tomar decisiones, encontraremos que son mayores… si, experimentados… pero no son representativos del cambio generacional evolutivo.

Esto quiere decir que se vivirán épocas de indiscutible frustración, ya que el mando lo tienen personas que no simbolizan el estado situacional de las personas jóvenes. Eso no quiere decir que, en términos generales, tengamos que drenar las instancias públicas y llenarlas de quinceañeros. No, más bien, se debería dar una mayor responsabilidad e inherencia a políticas de carácter juvenil. Eso es, otorgar la posibilidad de decidir a las personas que son dueñas innegables del futuro.

Hoy por hoy nuestros políticos toman decisiones a corto plazo sin políticas efectivas de estado. Políticas de gobiernos fugaces que, de vez en mucho, sucumben ante la corrupción, el cambio de partido… y pues bueno, el populismo. ¿Porque cree el lector que un joven no tiene confianza en las instituciones que le protegen? No se ven representados, no hablan de soluciones efectivas, ni de planes de estado que perduren… no dan ninguna garantía de cambio, no inspiran ¡Ah… ésta juventud, no les interesa nada! La culpa no la tienen necesariamente ellos señores.