Decepcionados decepcionantes


Manuel Castro M.

Dice Pascal que todas nuestras desgracias proceden porque no sabemos quedarnos en casa. El general Paco Moncayo, alentado por exrevolucionarios ciudadanos, salió a competir en las últimas elecciones y obtuvo un decepcionante cuarto puesto. A consecuencia de ello y en actitud poco heroica ha manifestado que no apoyará a ninguno de los dos candidatos que terciarán en la segunda vuelta.
Desde luego como dice Borges el triunfo y el fracaso son dos impostores, y el general ha tenido una vida militar y política ejemplar y una derrota no le puede quitar ni la serenidad ni la alegría, pero lo que no debe olvidar es el compromiso que adquirió y proclamó en la última justa electoral: de luchar por una verdadera democracia, por la división de poderes, por no dejar en la impunidad a los atracadores gubernamentales, por desterrar el odio entre ecuatorianos.
Claro que la vida es dura cuando alguien se mete a político, pues esta engendra dolor y alegría, pero el general ya ha vivido alegrías y hoy le toca soportar el dolor de una pérdida pasajera, como todas. Mas él no se debe a los que lo auparon, pues él mismo proclamó “Yo soy Paco Moncayo”, lo que debe ratificarlo, superando una comprensiva depresión y, más que ello, peligrosa, pues si antes lo aprovecharon los excorreístas ahora intentarán aprovecharla los correístas, como tapadera de sus abusos y corruptelas.
Pero hay algo más: el general manifestó que si él llegaba a la segunda vuelta, era el único que podía derrotar a Moreno, pues solo a él se unirían los candidatos perdedores. Hoy debería devolver la gentileza a los que le iban a apoyar. Un hombre cabal como el general no debe olvidar su compromiso de luchar por la democracia, demás está decir que la Patria está por encima de los intereses partidistas.
Es comprensible que el candidato Espinel, por sus entronques familiares, apoye a Moreno, quien a lo mejor no está de acuerdo con la pena de muerte y cortar las manos a los ladrones, pero en la política, ciencia y arte, hay que sumar, pero el desconsuelo y el oportunismo hay que dejar para la gente vulgar.



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