Poder hacerlo

Un gobierno solo es omnipotente en las mentes de los abogados, los políticos y los paranoicos. La historia está repleta de caudillos y partidos que quisieron instaurar medidas extremas sin contar con apoyo suficiente; tuvieron que echarse atrás al darse cuenta de que carecían de capacidad logística para implementarlas. Por mucho que desee poner en prácticas medidas extremas y políticas revolucionarias, un régimen que adopta medidas absurdas suele estrellarse contra la economía y la terquedad de la gente.


El fin de la dolarización es la nueva pasión de todos aquellos que aman el miedo. Creen que basta que el Gobierno introduzca una nueva moneda nacional y prohíba el empleo del dólar para que llegue a su fin el experimento que iniciamos luego de la crisis bancaria de fin de milenio.


Si las cosas fueran tan fáciles, si un decreto bastara, el Ecuador hace tiempo que sería ya un país próspero y bondadoso, como cada una de nuestras constituciones ha garantizado que lo seríamos. Pero ni lo son ni hay decreto que baste. El Estado debe contar la tecnología, el capital y, sobre todo, la gente necesaria para poner en marcha cualquier iniciativa. Por eso es que no puede matar a la dolarización.


Diseñar, crear y poner en circulación una nueva moneda es una tarea, como todo nuevo país sabe, infinitamente complicada y costosa. No se puede llevar a cabo en secreto ni de un momento a otro. Incluso si Ecuador pudiera darse ese lujo, el paso siguiente sería infernal: incautaciones, controles a la banca, mercado negro, represión y demás barbaridades.


Sería necesario muchísimo dinero, tecnología complejísima y miles de miles de delatores, verdugos y fanáticos; factores de los que el Gobierno hoy carece. Casi nadie estaría dispuesto a aceptar esa medida por las buenas y el Régimen carece del apoyo y de las herramientas para imponerla por las malas.


El presidente Correa puede hablar mal todo lo que quiera de la dolarización, pero eliminarla no es una opción real. El ajuste, las consecuencias de la balanza comercial negativa, vendrán, desgraciadamente, por el lado de la deflación y la informalidad laboral. La culpa de ello es de quienes nos subieron en la aventura del dólar.


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