En América Latina, Argentina es el país con mayor avance en este tema, que según la experta Claudia Gray Verboonen, aún es una deuda social con las mujeres.
Un balance del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, en 2019, respecto al derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, presentaba un panorama nada alentador para este tema, en los países de la región, que poco o casi nada ha cambiado hasta este 2021.
Uno de los mayores avances se dio en Argentina, que desde diciembre de 2020 se colocó a la vanguardia en América Latina con la legalización del aborto, donde hasta ahora, solo Cuba, Uruguay, Guyana, Puerto Rico, además de Ciudad de México y Oaxaca, tienen permitida la interrupción voluntaria del embarazo.
Claudia Gray Verboonen, directora del Observatorio de Género de la Universidad UTE, consultora de organismos internacionales y mexicana radicada en Ecuador desde hace dos años y medio, menciona que aprobar una legislación que abra la posibilidad de interrumpir el embarazo sin consecuencias judiciales, es solo uno de los pasos, pero que la apuesta debe ser educativa.
El tema de interrupción del embarazo, del aborto, no es algo de lo que se habla desde ahora, pero que ha tomado fuerza en los últimos años. ¿Cómo ve el panorama en la región?
En lugar de hablar del aborto a mí me gusta hablar de interrupción voluntaria del embarazo, que tiene una connotación particular. Creo que es un tema que no se agota, que seguimos discutiendo, porque tiene cuestiones éticas e inclusive filosóficas, diría yo.
Mi discusión personal se centra en los derechos de las mujeres, en el derecho a decidir, de apropiarnos de nuestros cuerpos y nuestras decisiones. Por lo tanto, hay una tendencia a ir liberando la normatividad para la interrupción voluntaria del embarazo. Vemos que América Latina avanza con mayor lentitud, como en algunas otras cosas que también son controversiales; sin embargo, puedo ver que este es un tema particular que se atora.
¿Por qué la interrupción del embarazo no es un tema que está en las agendas políticas?
En el caso de México, por ejemplo, puedo ver que se está legislando rápidamente a favor de la criminalización de la violencia digital; no así de la interrupción del embarazo, que es una discusión más antigua. Sin embargo, se está dando todo un movimiento por lo de la violencia digital, de Estado en Estado, hasta que llegó al nivel federal, donde ya existe un pronunciamiento y legislación que norma este tipo de conductas y que la sanciona.
Entonces es algo así como que el patriarcado nos da un poquito de permiso en términos de intimidad, pero no nos da permiso de decidir sobre nuestros cuerpos. Y esto creo que se ve reflejado en toda la región. Hay ciertas cosas que no están permitiendo que se decida con libertad.
¿Cree que el patriarcado es el principal freno de este tipo de debates?
Por supuesto que sí. Y es evidente quién está tomando las decisiones. Para empezar, patriarcado no son los hombres; también las mujeres somos parte del sistema, porque lo reproducimos, le damos legitimidad. Por ahí a algunas de repente se nos va abriendo otra conciencia y podemos mirarlo en general, pero es una estructura masculina y el poder es masculino, donde están tomando las decisiones, porque el poder es históricamente masculino en las asambleas, poderes ejecutivos, que tiene que ver con toda una construcción de a quién le pertenece el cuerpo de las mujeres
¿Cuánto tiempo cree que se pueda seguir aplazando el debate? Vemos que Argentina ya dio un paso y Chile se le quiere unir.
Va a tardar. Además, el trabajo activista en Argentina ya tiene varios años. Muy activo, diverso, fuerte. Ahí el movimiento está presionando desde la sociedad civil organizada, que es el ejemplo que otros países están tomando.
Pero también hay una tendencia a frenar el movimiento femenino, ya que hay muchos juicios en su contra, donde incluso el tema de manifestarse es objeto de sanciones.
En Argentina se cohesionaron bien, como un grupo entre todos los feminismos y las diversidades, con muchos hombres activos incluso.
También vi testimonios de asambleístas argentinas bien informadas, con argumentos construidos no desde la víscera sino desde los datos, de reflexiones más profundas, de proyectos de vida de las mujeres; y no estas discusiones más ociosas que tienen que ver con cuándo empieza la vida o cosas que no se están discutiendo en realidad.
En países donde ya se ha aprobado el aborto, ¿cómo han cambiado las cosas?
Los países de Europa donde hay menos restricciones, casualmente o no tan casualmente, corresponden a los que tienen más avances en otras esferas, como educación, economía; aunque no me parece que sea casual que la libertad de las decisiones de las mujeres esté aparejada también a otros tipos de desarrollo.
En cada país, la apuesta creo que debería ser educativa, no restrictiva en términos de estas cosas, porque las mujeres están interrumpiendo sus embarazos de manera legal o no. Entonces esto alude a muchas razones, no a motivos hedonistas o cosas que uno escucha, que me parece muy fuerte porque no es así. Habría que estar analizando cada circunstancia.
Además estamos hablando de algunas cuestiones muy particulares. Y ni siquiera eso tenemos en Ecuador y en muchos países de América Latina, como el derecho a la interrupción del embarazo por violación, o porque está en peligro la salud de la madre, o porque son menores de edad.
Una vez que el debate llega a la parte de legislatura, después, en la aplicación de la ley, se ve otros problemas. ¿En el caso de contar con una ley, los países de América Latina tienen la capacidad de garantizar que se cumpla?
Ese es otro tema, que me parece muy coyuntural y en el que ni siquiera hemos hecho mucha reflexión. Por ejemplo, hay países donde ya existen posibilidades de interrumpir el embarazo de manera legal, pero luego hay los denominados objetores de conciencia.
Entonces, ahí el debate no está en la normatividad ni en el Estado, sino en la obligación o la libertad de los médicos de practicar o no la interrupción del embarazo según su objetividad de conciencia. Entonces es como que ya pasamos un obstáculo pero siempre hay más.
¿Cómo podemos desestancar el debate social sobre el aborto?
Para mí es sencillo: Yo soy mamá de una niña y también soy pro interrupción voluntaria del embarazo, porque cada mujer sabe en qué momento puede y quiere ejercer la maternidad. Si colocamos ahí el centro de la discusión, no tendríamos que hacernos tantas preguntas.
El asunto de los padres que se van también debería estar ligado a esta discusión. ¿Cuántas madres tienen que asumir las maternidades solas? Entonces somos muy buenos para juzgar las mujeres que interrumpen el embarazo pero no somos tan buenos para juzgar a los hombres que no asumen esa parte.
En términos de legislación, también pienso que es como el tema de los divorcios. Nadie se casa pensando que se va a divorciar, pero existe la posibilidad. Entonces el aborto se puede legalizar para quien lo necesita, con todos los medios, mecanismos, con leyes, para decidir, en las condiciones que uno tiene, lo mejor para su proyecto de vida.
La interrupción del embarazo es un recurso que te aseguro que ninguna mujer quiere llegar. Nadie va a pasar feliz por este proceso y salir ilesa.
“El hecho de que se legalice no quiere decir que aumenta el número de abortos. Las mujeres están interrumpiendo sus embarazos de manera legal o no”.
“La apuesta debe ser educativa sin duda, pero hay situaciones que están fuera de control, como las violaciones. Si en la región hubiera claras sanciones para los violadores entonces tal vez podríamos darnos esos golpes de pecho y pensar que es un asunto exclusivo del placer de las mujeres. Pero no es así”.