Valorar al país

Franklin Barriga López

Las altas temperaturas de estos días en Europa, que se mantendrán hasta finales del mes en que concluye la temporada veraniega, han determinado ubicar a 2018 como el año más caluroso de la historia.

Tramos del Rin, la vía fluvial más utilizada en el viejo continente, aparecen secos. Animales acostumbrados al frío, como los renos, en Noruega, buscan frescura en el interior de los túneles de las autopistas. En Suiza cubren con espuma aislante algunos glaciares de los Alpes, para evitar que se derritan.

En Alemania, vehículos antidisturbios refrescan el asfalto con chorros de agua helada. En Holanda, esparcen sal en carreteras para preservarlas del calor extremo. En Francia, se ha recomendado a los moradores no salir a las calles entre las 11h00 y las 21h00, para protegerse de las temperaturas máximas. En el interior de las fuentes cercanas a la Torre Eiffel, bailarines ensayan sus actuaciones.

Se declaró en Portugal máxima alerta, en 11 de los 18 distritos, ya que su temperatura oscila entre los 40ºC (máxima) y 25º C (mínima). En ciertas zonas de España, como las de Córdoba, se llega hasta los 43º C. La Protección Civil de Roma entrega gratuitamente botellas de agua, en especial a los turistas que visitan su célebre Coliseo y otros lugares de masiva concentración turística.

Las situaciones descritas y otras similares vienen marcadas por el agobiante verano y generan reflexiones sobre el clima de nuestro país, prácticamente primaveral todo el año. La naturaleza ha sido pródiga con Ecuador, no solo en este aspecto; los problemas son los de la pobreza y sus males conexos, así como el sistemático engaño de los políticos que, salvo excepciones, se inclinan por prácticas corruptas, mientras esgrimen discursos desbordantes de atosigante demagogia.

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