Acuerdos mínimos: única alternativa

Es importante definir y acotar el ámbito de uso de algunas expresiones, que tienden a volverse lugares comunes amorfos que se vacían de significado. Es el caso del título de este artículo.

Los acuerdos mínimos de los que nos vamos a ocupar, se refieren al núcleo de conceptos y principios que deben articularse en las sociedades democráticas estructuradas en torno al estado de derecho y a la supremacía de la Ley. En las sociedades autoritarias, por su naturaleza no democrática, ésta es una discusión inexistente, puesto que el ejercicio del poder opera verticalmente, sin discusión posible. La negociación entre facciones es un asunto que se resuelve tras bambalinas, en un toma y daca muy próximo al trato mafioso.

Entendidos entonces en que unos acuerdos mínimos tan sólo son posibles en sociedades abiertas, según la expresión de Karl Popper, es procedente establecer su razón de ser. Las sociedades abiertas tienen ventajas muy importantes en serlo, pues por su naturaleza, al alentar la libertad individual dentro de un marco legal que la garantice frente al poder, propicia sociedades creativas, donde es buen negocio pensar e inventar.
Esta condición de sociedad abierta es algo reciente, pues hasta hace apenas 220 años, el estado autoritario y vertical, era la norma en todo el planeta. El concepto del estado democrático, con límites al poder a través de su división, reconociendo unas esenciales libertades individuales que la ley debía garantizar, y bajo el principio de la igualdad de los ciudadanos bajo la ley, es aún un proceso en construcción, lo que se dice, una noticia en desarrollo. Personalmente considero que el constructo ideológico que se formula con la Ilustración, constituye un cambio evolutivo de primer orden, en el largo camino de la gestión del poder en el mundo, pero de ninguna manera asumo que su mantenimiento y progreso se halle en forma alguna garantizado.

Hemos visto como se ha venido abajo muchas veces, en sociedades que lo han adoptado, pero que no han podido aprovechar otra de sus ventajas esenciales, la capacidad de resolver las diferencias de una manera pacífica, empleando todas las herramientas de negociación que el sistema democrático ofrece

El Autoritarismo.-

El arcaico modelo autoritario mantiene sin duda un atractivo basado en una raigambre sicológica profunda, que apela a un sentido de unidad cuasi tribal, alrededor de una serie de identidades, étnicas, religiosas, culturales y de tradiciones, encarnadas en liderazgos de caudillos, generalmente con encendidos discursos populistas y hasta mesiánicos. El modelo democrático requiere, por lo contrario, un ejercicio de reflexión y de moderación en sus actores, lo que implica un proceso de educación social centrado en los principios centrales de la democracia, como la tolerancia y el respeto a los otros, a sus creencias y aspiraciones.

El vehículo para la expresión de las diversas tendencias sociales son los partidos políticos, cuya función en la sociedad democrática es fundamental, pues, cuando están debidamente estructurados, se vuelven la escuela para que sus adherentes se formen ideológicamente y comprendan los límites de su accionar. En cualquier sociedad democrática, serán los partidos políticos los que deban permanentemente buscar esos acuerdos mínimos sobre los que hablamos.

No se trata de un ejercicio que tiene un final y una fecha de expiración. El ejercicio de la democracia es algo permanente, pues así son las relaciones sociales, económicas y políticas en las sociedades. Al contrario del modelo autoritario, el del partido único o el de la única fe verdadera, donde, como dice Borges, “la mera disciplina usurpa el lugar de la lucidez”, el ejercicio democrático florece en la discrepancia y la discusión racional, que enriquecen el debate con perspectivas y con enfoques diversos, miradas desde distintos ángulos, que revelan la complejidad y riqueza de una diversidad creadora. Entonces quedaría ya bastante claro que los acuerdos mínimos serán aquellos necesarios para asegurar la permanencia en el tiempo de unas instituciones y de un modelo, cuyos objetivos son asegurar las libertades de los ciudadanos frente al riesgo de la tiranía,

mantener la división de poderes para evitar la concentración, y, a través de la ley, asegurar los principios de igualdad del ciudadano ante ella.Ese modelo deberá ser percibido por la ciudadanía como la mejor alternativa para su vida en libertad. Una sociedad abierta que se precie de serlo, procesará sus discrepancias dentro de unas reglas y de un sistema que de espacio a todas las visiones democráticas, pero que no tiene porque quedarse cruzada de brazos ante aquellos que, sea por ataques directos antidemocráticos, o por el empleo mañoso de las herramientas democráticas para subvertirla.

La democracia, al contrario del autoritarismo, es un ejercicio de buena fe colectiva, que exige un grado de madurez importante en los actores políticos y un compromiso con el juego limpio de todos. Para los demagogos y autoritarios resulta fácil proponer la utopía, que saben de antemano que no cumplirán. La venta de humo y de falsas esperanzas es otra forma de subvertir el sistema, que no puede ser tolerado. Karl Popper, perfectamente establece, en su célebre paradoja, los límites de la tolerancia democrática en relación a los intolerantes. El siguiente paso para establecer acuerdos mínimos, es la comprensión de las ventajas reales y materiales del sistema democrático y no solo sus virtudes éticas. Sobre éste tema, Steven Pinker desarrolla una investigación de gran calado en su obra “En defensa de la Ilustración” , en la que, con estadísticas contundentes, establece la profundidad del cambio que el tránsito a la democracia ha producido en el mundo, cuando ha logrado una unión virtuosa con la libertad de mercado y de emprendimiento, por las garantías que, a través de la Ley y el Estado de Derecho, ha brindado a la innovación y al trabajo creador, a salvo de los voraces y desmedidos apetitos de los tiranos y sus entornos.

Pinker demuestra cómo, en prácticamente cualquier ámbito, en un período equivalente a 0,5 % del tiempo que las civilizaciones sedentarias llevan en el mundo, se han dado los mayores y más profundos cambios desde la invención de la agricultura hace 10 mil años. El volumen de la información, ordenada y documentada que aporta Pinker es enorme, y demuestra más allá de cualquier duda, el abismo entre el mundo de 1750 y el de hoy. De una esperanza de vida de 35 años a una de 70, de una mortalidad infantil anterior a los 5 años del 50%, a menos del 2%. De un casi universal analfabetismo a menos del 10%, y por la ciencia y la técnica, de la obscuridad a la luz eléctrica, y de la ancestral carreta de bueyes, al ferrocarril y al automóvil. En fin, de un mundo incógnito y desconectado al a veces poco agradable vértigo actual, con la información a nuestro alcance en segundos.

Ésas son las razones para acuerdos mínimos, asegurarnos que ésa dinámica, que aunque sea políticamente incorrecto mencionar, se ha producido en el seno de la civilización occidental, al haber sido ésta la que tuvo la valentía de enfrentar al despotismo dentro de su propia esfera, y superarlo en su marcha al progreso. Da pena escuchar y leer a varios dinosaurios, personajes jurásicos anclados a un pasado obscuro, calificándose a sí mismos de “progresistas” , cuando sus posturas autoritarias, públicamente y sin rubor así definidas en sus manifiestos, donde el término “dictadura del proletariado” luce prominente, han llevado, en todos los casos donde se han aplicado, sin excepción alguna, a unos desastres económicos espantosos, condenando a millones de personas a la más absoluta miseria.

Desde la ex Unión Soviética y la Europa Oriental por ella controlada, hasta su debacle en 1992, pasando por China, hasta su conversión al capitalismo, tras las hambrunas del Gran Salto Adelante de 1957, y de la brutalidad de la Revolución Cultural de Mao, a la Camboya del Khmer Rojo de Pol Pot, con el genocidio de la mitad del país por las fobias ideológicas de su líder, que tenía por prueba suficiente para enviar a la gente a sus campos de exterminio, el uso de gafas o lacarencia de callos en las manos. Que decir de los saurios que sobrevivieron al colapso del“socialismo real” , la Corea del tercero de la dinastía Kim, reeditando la hambruna que, durante el gobierno de su padre, a finales del pasado siglo, se llevó a más de un millón de sus ciudadanos. Que hoy vuelvan a pasar hambre, resulta indiferente ante la imperiosa necesidad de exhibir un poderío nuclear que le permita intimidar a sus vecinos para poder mantener un reinado sangriento. Que decir de Cuba, sumida en las tinieblas y en la más terrible miseria, al punto que la única salida que la juventud cubana encuentra, es irse de su tierra, aún a riesgo de su vida, ante la realidad de un país ocupado por un enemigo interior.

Resulta bastante fácil sacar las cuentas entre los modelos. Restados los estados árabes petroleros, cuya riqueza viene de una lotería geográfica, los estados más prósperos del mundo son todos democracias de libre mercado, y los más miserables, aquellos donde la autocracia ancestral permanece atornillada al poder, con sus ejércitos nacionales como guardia pretoriana, para, a punta de fusil de ser necesario, permanecer como gobernante de espectros. Cuando éste elemental ejercicio aritmético ha concluido, el sentido común más elemental debería iluminar como el día el camino a los acuerdos mínimos, aquellos que impidan las recaídas en los cantos de sirena utópicos, que tanto daño han hecho, allí donde han logrado
engatusar a la gente.

DEMOCRACIA Y GOBIERNOS FALLIDOS

También es importante comparar el modelo democrático con los cada vez más frecuentes gobiernos fallidos, con el riesgo de convertirse en estados fallidos. En estos, más allá de un populismo demagógico, se instalan las organizaciones delictivas más poderosas del planeta, aquellas que medran alrededor del tráfico de drogas, armas y personas. Para el año 2018, se estimaba que los ingresos anuales del narcotráfico en el mundo, superaban los 400 mil millones de dólares, es decir, más que el presupuesto de Alemania, la cuarta economía mundial. No es necesario ir muy lejos para constatar lo que se ha vuelto la cotidianidad enHaití, donde la capital es campo de batalla diario de bandas de delincuentes que se matan entre sí, por unos territorios y unos clientes a los que arrancar la última moneda.

Esas son las alternativas a poder alcanzar unos acuerdos mínimos. Esos que sólo son posibles dentro del modelo democrático, en paz y respetando a todos. En las alternativas exploradas, sólo es necesaria la imposición desde el poder, y el acatamiento sumiso de la población. Entre la libertad y el progreso o la servidumbre y la miseria, parecerían muy deseables los acuerdos mínimos, pero pese a todo, es común optar por la vuelta al pasado. Olvidamos fácilmente que salir de un modelo democrático al autoritarismo requiere tan sólo dejar de esforzarse, pero salir de las autocracias suele significar ríos de sangre y montañas de cadáveres. Los tiranos vienen a quedarse, pues hay pocos negocios mejores que apropiarse de un país.
Dr. Alan Cathey