A dar la cara

Diego Cazar Baquero

Salgamos a dar la cara. Si diste órdenes excesivas, si apedreaste a otro, si saqueaste negocios de otros como tú o como tu madre, si sentiste secreta alegría ante la inminente desgracia de otro como tú o como tu hermana, si difundiste información falsa para satisfacer tu idea de victoria, ¡hazte cargo! ¡Da la cara!

¿Qué ejemplo da el Estado cuando su ministra de Gobierno, María Paula Romo, se empecina en decir que la fuerza pública fue “disuasiva”? ¿O cuando dice que los muertos murieron porque se cayeron? ¿Cuál es el rostro del bote de gas lacrimógeno que rompió huesos o que mató? ¿Qué principios comunica quien señala la información falsa que difunden sus opositores pero incrimina a inocentes para salirse con la suya? Disparar y esconder el arma.

A todos nos toca: ¿qué rostro tiene la piedra que rompió la cabeza del policía? ¿Cuál es el rostro de quien insultó y enardeció a la masa hasta provocar un crimen? ¿Quiénes son los que, ocultos detrás de sus celulares y de sus computadores, avivaron la flama del odio que les entretiene? ¿Quiénes prefirieron callar una parte de la historia, conscientes de que callar es mentir?

Cuando se trata de señalar al Gobierno por las violaciones de DD.HH. a las que se refirió Amnistía Internacional, hay que dar la cara. Firmar comunicados con máscaras como “Medios y plataformas de comunicación del Ecuador” es una entelequia cobarde como la de quien dispara y esconde el arma. Como la del encapuchado a sueldo que debía salir a destruir. Nadie se hace cargo de una firma así.

Así como celebra usted, lector, lectora, el diálogo entre la Conaie y el gobierno de Lenín Moreno y el fin de las protestas, dele rostro también al abuso de poder del señor (¿señora?) Gobierno. Así como usted cree que ganó –como si alguien con esto hubiera ganado– póngale rostro a su rabia traducida en agravios incendiarios. Y usted, funcionario, funcionaria, hágase cargo del fugaz cargo que ocupa.

Demos la cara por lo que hacemos, por lo que decimos o por lo que callamos. A lo mejor así este país aprende un poco de valentía y de dignidad.

[email protected]

Diego Cazar Baquero

Salgamos a dar la cara. Si diste órdenes excesivas, si apedreaste a otro, si saqueaste negocios de otros como tú o como tu madre, si sentiste secreta alegría ante la inminente desgracia de otro como tú o como tu hermana, si difundiste información falsa para satisfacer tu idea de victoria, ¡hazte cargo! ¡Da la cara!

¿Qué ejemplo da el Estado cuando su ministra de Gobierno, María Paula Romo, se empecina en decir que la fuerza pública fue “disuasiva”? ¿O cuando dice que los muertos murieron porque se cayeron? ¿Cuál es el rostro del bote de gas lacrimógeno que rompió huesos o que mató? ¿Qué principios comunica quien señala la información falsa que difunden sus opositores pero incrimina a inocentes para salirse con la suya? Disparar y esconder el arma.

A todos nos toca: ¿qué rostro tiene la piedra que rompió la cabeza del policía? ¿Cuál es el rostro de quien insultó y enardeció a la masa hasta provocar un crimen? ¿Quiénes son los que, ocultos detrás de sus celulares y de sus computadores, avivaron la flama del odio que les entretiene? ¿Quiénes prefirieron callar una parte de la historia, conscientes de que callar es mentir?

Cuando se trata de señalar al Gobierno por las violaciones de DD.HH. a las que se refirió Amnistía Internacional, hay que dar la cara. Firmar comunicados con máscaras como “Medios y plataformas de comunicación del Ecuador” es una entelequia cobarde como la de quien dispara y esconde el arma. Como la del encapuchado a sueldo que debía salir a destruir. Nadie se hace cargo de una firma así.

Así como celebra usted, lector, lectora, el diálogo entre la Conaie y el gobierno de Lenín Moreno y el fin de las protestas, dele rostro también al abuso de poder del señor (¿señora?) Gobierno. Así como usted cree que ganó –como si alguien con esto hubiera ganado– póngale rostro a su rabia traducida en agravios incendiarios. Y usted, funcionario, funcionaria, hágase cargo del fugaz cargo que ocupa.

Demos la cara por lo que hacemos, por lo que decimos o por lo que callamos. A lo mejor así este país aprende un poco de valentía y de dignidad.

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Diego Cazar Baquero

Salgamos a dar la cara. Si diste órdenes excesivas, si apedreaste a otro, si saqueaste negocios de otros como tú o como tu madre, si sentiste secreta alegría ante la inminente desgracia de otro como tú o como tu hermana, si difundiste información falsa para satisfacer tu idea de victoria, ¡hazte cargo! ¡Da la cara!

¿Qué ejemplo da el Estado cuando su ministra de Gobierno, María Paula Romo, se empecina en decir que la fuerza pública fue “disuasiva”? ¿O cuando dice que los muertos murieron porque se cayeron? ¿Cuál es el rostro del bote de gas lacrimógeno que rompió huesos o que mató? ¿Qué principios comunica quien señala la información falsa que difunden sus opositores pero incrimina a inocentes para salirse con la suya? Disparar y esconder el arma.

A todos nos toca: ¿qué rostro tiene la piedra que rompió la cabeza del policía? ¿Cuál es el rostro de quien insultó y enardeció a la masa hasta provocar un crimen? ¿Quiénes son los que, ocultos detrás de sus celulares y de sus computadores, avivaron la flama del odio que les entretiene? ¿Quiénes prefirieron callar una parte de la historia, conscientes de que callar es mentir?

Cuando se trata de señalar al Gobierno por las violaciones de DD.HH. a las que se refirió Amnistía Internacional, hay que dar la cara. Firmar comunicados con máscaras como “Medios y plataformas de comunicación del Ecuador” es una entelequia cobarde como la de quien dispara y esconde el arma. Como la del encapuchado a sueldo que debía salir a destruir. Nadie se hace cargo de una firma así.

Así como celebra usted, lector, lectora, el diálogo entre la Conaie y el gobierno de Lenín Moreno y el fin de las protestas, dele rostro también al abuso de poder del señor (¿señora?) Gobierno. Así como usted cree que ganó –como si alguien con esto hubiera ganado– póngale rostro a su rabia traducida en agravios incendiarios. Y usted, funcionario, funcionaria, hágase cargo del fugaz cargo que ocupa.

Demos la cara por lo que hacemos, por lo que decimos o por lo que callamos. A lo mejor así este país aprende un poco de valentía y de dignidad.

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Diego Cazar Baquero

Salgamos a dar la cara. Si diste órdenes excesivas, si apedreaste a otro, si saqueaste negocios de otros como tú o como tu madre, si sentiste secreta alegría ante la inminente desgracia de otro como tú o como tu hermana, si difundiste información falsa para satisfacer tu idea de victoria, ¡hazte cargo! ¡Da la cara!

¿Qué ejemplo da el Estado cuando su ministra de Gobierno, María Paula Romo, se empecina en decir que la fuerza pública fue “disuasiva”? ¿O cuando dice que los muertos murieron porque se cayeron? ¿Cuál es el rostro del bote de gas lacrimógeno que rompió huesos o que mató? ¿Qué principios comunica quien señala la información falsa que difunden sus opositores pero incrimina a inocentes para salirse con la suya? Disparar y esconder el arma.

A todos nos toca: ¿qué rostro tiene la piedra que rompió la cabeza del policía? ¿Cuál es el rostro de quien insultó y enardeció a la masa hasta provocar un crimen? ¿Quiénes son los que, ocultos detrás de sus celulares y de sus computadores, avivaron la flama del odio que les entretiene? ¿Quiénes prefirieron callar una parte de la historia, conscientes de que callar es mentir?

Cuando se trata de señalar al Gobierno por las violaciones de DD.HH. a las que se refirió Amnistía Internacional, hay que dar la cara. Firmar comunicados con máscaras como “Medios y plataformas de comunicación del Ecuador” es una entelequia cobarde como la de quien dispara y esconde el arma. Como la del encapuchado a sueldo que debía salir a destruir. Nadie se hace cargo de una firma así.

Así como celebra usted, lector, lectora, el diálogo entre la Conaie y el gobierno de Lenín Moreno y el fin de las protestas, dele rostro también al abuso de poder del señor (¿señora?) Gobierno. Así como usted cree que ganó –como si alguien con esto hubiera ganado– póngale rostro a su rabia traducida en agravios incendiarios. Y usted, funcionario, funcionaria, hágase cargo del fugaz cargo que ocupa.

Demos la cara por lo que hacemos, por lo que decimos o por lo que callamos. A lo mejor así este país aprende un poco de valentía y de dignidad.

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