Actuemos a su ritmo

Pablo Vivanco Ordóñez

Y así hay centenares de pequeños cóndores, que corriendo tras su sueño van volando en el camino.

Siempre hay cumbres borrascosas que deben surcar, malos vientos, malas calles, malos nombres, que hacen más difícil el vuelo, pero aun así, siguen en su ejercicio cotidiano de volar corriendo. Mientras agitan sus brazos y sus piernas, mientras su adrenalina se acelera, van volando los sueños de ganar la medalla de la dignidad no como mero reconocimiento del esfuerzo físico, psicológico y familiar, sino por recompensarla a la vida para que no pare de volar corriendo. En cada paso, en cada jugada, en cada estrategia se va la vida y los sueños, por los que todos los días ganándole terreno al sol, despiertan para seguir soñando.

Las alas rotas por el golpeteo incesante del pavimento que arde y choca, tienen que repararse todos los días, pero muchas veces el pan es esquivo, la receta no llega; entenderán los famosos nombres que de felicitaciones públicas, que de reconocimientos, que de símbolos, no se come, ni hay tranquilidad en casa. Sin embargo, hay abrazos, por fortuna, que lo devuelven todo, hasta el aliento cuando la desesperanza de los apoyos trasnochados llegan siendo deficientes.

Tras centenares de piernas pujantes, mentes fuertes, corazones dispuestos, hay más, valiosas voluntades que están prestas a empuñar el compromiso con la Patria y con la vida, esos entrenadores que también corren en cada competencia, los que marcan el infinito tiempo de la pasión y corren tras ellos empujando los sueños, y cantando las vueltas para que se levanten los brazos de la certidumbre del deber cumplido: cumplir con ellos, para ellos, por la Patria.

Al son de la categoría de ‘alcanfores’ los ecuatorianos pronto perderemos de vista a Glenda Morejón, como ya lo hicimos anteriormente. Ojalá ese ritmo ‘alcanforiento’ empecemos a cambiarlo desde Loja. ¡Vamos a su ritmo! (O)