<small><tt>Loja cuenta sus leyendas </tt></small><hr>La mula de Satanás

AMOR. El sacerdote tuvo una gran pasión por la joven del pueblo. La historia de amor acabó con el fallecimiento de la esbelta mujer.

Una historia de amor une la vida de una hermosa dama y un sacerdote que fueron separados por la muerte.

Un joven de origen español ingresó al convento de San Francisco y vistió los hábitos con el nombre de Fray Bartolomé. Pero el demonio no tardó en hacerlo caer en la tentación y se enamoró de una joven mujer que vivía con una anciana a quien llamaba tía.


El religioso se volvió loco por ella y muchas noches pasó desvelado pensando en la forma de escaparse del convento. En una fría mañana vio entrar desde uno de los extremos del lugar al herrero. a quien la gente apodaba como “Tilicas”, para realizar la limpieza del jardín.


Desde aquel día Fray Bartolomé se convirtió en un asiduo visitante del herrero en su taller y la confianza entre ambos fue creciendo hasta que un día el cura le solicitó que le entregue una de las copias de las llaves de la puerta por la cual entraba al convento, con pretexto de poder visitarlo constantemente. Tilicas aceptó y desde entonces menudearon las visitas nocturnas de Fray Bartolomé a la hermosa dama que vivía a pocos metros del convento.


Casi un año duró el idilio de los dos amantes sin que nadie se percatara de lo que acontecía. La pasión que se había encendido en el pecho de ambos se encontraba en su punto culminante cuando repentinamente un día la joven cayó gravemente enferma. Vanos fueron todos los intentos que se hicieron para salvarle la vida ya que la muchacha sucumbió a la muerte en un horrible día de invierno.


Trémulo de dolor Fray Bartolomé la acompañó en sus últimos momentos fingiendo ser un simple sacerdote que obraba en cumplimiento de su deber cuando en realidad desgarraba su corazón al ver extinguirse la vida de su amada. Cuando ella expiró , el cura colocó sobre sus hombros un paño guadalupano que había encargado a México. Luego clavaron la caja mortuoria y a la mañana siguiente la sepultaron.


Al otro día, un extraño se acercó hacia el taller de Tilicas y le dio un encargo para el sacerdote, cuando él se marchó dejó en el ambiente un fuerte olor a azufre. Para sorpresa del cura, el paquete contenía el paño con que había amortajado a su amante. Viendo esto, sufrió una impresión que casi lo mata.


A los pocos días pidió a sus superiores que lo trasladen a un monasterio de Lima en donde vivió haciendo penitencia hasta su muerte. (MLY)