Primer centenario de la «Academia de Guerra del Ejército»

Autor: Kléver Antonio Bravo | RS 62

Desde el año 1920, Ecuador y el Reino de Italia fueron estrechando sus nexos a través de convenios comerciales, agrícolas y militares. Aquella gestión fue avanzando de forma considerable gracias al papel diplomático del coronel Benedetto Accorci, jefe de la Misión Militar y comercial de Italia en Sudamérica. Tan fue así, que su oferta de apoyo comercial y militar al Gobierno ecuatoriano llegó con todas las luces al presidente de la República, don José Luis Tamayo, bajo el concepto de modernizar al Ejército de aquella época.

En lo que corresponde a estas líneas, el presidente Tamayo fue quien tomó más en serio el contrato entre los dos gobiernos para que el Ejército ecuatoriano cuente con una misión militar extranjera que mejore los niveles profesionales de sus repartos, dando mayor fuerza a la instrucción militar en las escuelas de formación: Escuela Militar y Escuela de Clases. Así fue como este proyecto se hizo realidad con el arribo a Guayaquil de dos contingentes de oficiales italianos en los meses de febrero y mayo de 1922, respectivamente.

La presencia de este grupo de militares italianos causó mucha expectativa en la sociedad ecuatoriana, un poco menos en la oficialidad ecuatoriana, por el temor a ser desplazados. Cosa que no sucedió.

Llegaron en el vapor Bologna, al mando del general Alessandro Pirzio Biroli, para brindar su apoyo en la planificación, organización y asesoramiento militar. Este cuadro de oficiales topó puerto ecuatoriano con un gran bagaje de experiencias de combate alcanzadas en la Primera Guerra Mundial, razón por la que su papel en la modernización del Ejército fue el más adecuado para fundar las escuelas de las armas: infantería, caballería, artillería e ingeniería; la organización efectiva de la Escuela Militar y la creación de la Academia de Guerra para la formación de oficiales superiores con proyección a ser los próximos comandantes de los repartos militares.

La Misión Militar italiana dedicó la segunda mitad del año 1992 a estas actividades, partiendo de la elaboración de la Ley Orgánica Militar y teniendo como misión estelar la organización de la Academia de Guerra, misma que fue fundada mediante decreto ejecutivo el día 15 de abril de 1923.



Un día más tarde inició sus actividades bajo la dirección del coronel Ángel Isaac Chiriboga, que en ese tiempo cumplía funciones de subsecretario del Ministerio de Guerra, pero fue reemplazado por el coronel Carlos Salvador. Encabezaba el cuadro de profesores el general Alessandro Pirzio Biroli, teniente coronel Amadeo Bracciaferri, teniente coronel Vitorio Ferlosio, sargento mayor Errico Pitassi Manella, sargento mayor Federico de Giorgis, sargento mayor Alberto Inzani y el capitán Umberto Ravazzoni. Por el lado ecuatoriano, fueron designados los siguientes profesores: doctor Juan Manuel Cueva García, teniente coronel Telmo Viteri, Juan León Mera y Federico León Steffan.

Inicialmente la Academia de Guerra funcionó en lo que fue la Escuela de Clases, entre las calles Loja y Mazo. En la década de los 30 pasó a ocupar el edificio ubicado en la calle Vargas, al lado sur del Colegio Mejía, compartiendo estas instalaciones con la Escuela de Artillería e Ingenieros, lugar donde, décadas más tarde, sería un profesor insigne de la Academia, el mayor Augusto Pinochet Ugarte.

El primer curso de Estado Mayor, llevado a cabo a partir de 1923, cumplió con el siguiente cuadro de asignaturas: táctica, organización del terreno, historia militar, topografía y dibujo, armas portátiles y artillería, fortificación, ciencias técnicas y administrativas y ejercicios de campaña. Con esta malla curricular, los oficiales alumnos estaban preparados para desempeñarse como asesores de las planas mayores y comandantes de los diferentes repartos ubicados en el territorio nacional. La nómina de este primer curso constaba de 13 oficiales alumnos efectivos; dos oficiales de honor: el general Luis Jaramillo y el coronel Ángel I. Chiriboga y nueve oficiales en calidad de oyentes.

Con el paso de los años, la Academia de Guerra del Ejército se ha mantenido en un sitial de estudio y análisis de la guerra, manteniendo en sus aulas un pensamiento estratégico en paralelo con la seguridad, la defensa, el desarrollo y la unidad nacional de nuestros pueblos. Claro que también ha sido punto de convergencia en los golpes de estado, como fue el ignominioso episodio del 21 de enero de 2000.

De este magno Instituto hay mucho que contar, pero por ahora, a sus 100 años de historia, que Dios siga bendiciendo sus caminos.