Por los fueros de Juan José Flores

Con evidente saña o una buena dosis de ignorancia, ciertos “historiadores” han imputado al General Juan José Flores dos hechos históricos de enorme magnitud y trascendencia: el asesinato del Mariscal Sucre y la separación del Ecuador de la Gran Colombia. Falsas imputaciones, como lo demostraré fehacientemente.

Hechos no resaltados

Empero, se oculta un hecho fundamental: que Juan José Flores fue declarado por la I Convención Nacional Constituyente de 1835 como “Primer Ciudadano del Ecuador y en pleno goce de los derechos que competen a un ecuatoriano de nacimiento”. Es decir que el General Flores, cuando fue electo por segunda y tercera ocasión como Presidente de la República, lo fue en calidad de ecuatoriano de nacimiento.

El Decreto de la Convención lleva las firmas de dos prohombres: José Joaquín de Olmedo, como Presidente de la misma, y del Dr. Vicente Rocafuerte Bejarano, como Presidente de la República.

“Una mujer humilde lo trajo al mundo a orillas del Caribe venezolano. “Mi padre fue un europeo rico y distinguido”, aclaró el Fundador ya en la plenitud del poder. Alférez a los 15 años; general de División a los 29 a raíz del triunfo de Tarqui (1829) sobre las fuerzas invasoras del Perú. Sobresalió por su valor y talento militar en 83 combates, entre ellos Boyacá y Carabobo, que sellaron la independencia de Colombia y Venezuela. Simón Bolívar le otorgó su afecto. Una aristócrata quiteña entroncada con el poder terrateniente de la Sierra centro-norte lo aceptó por esposo. El mestizo había triunfado en la guerra y el amor.”

(Presidentes del Ecuador por Simón Espinosa).

“Flores perteneció a la aristocracia de la voluntad y del trabajo; aristocracia única meritoria, porque sale depurada en el crisol de los méritos, de las luces y, por lo menos, de la habilidad” (Isaac J. Barrera, Rocafuerte, Estudio Histórico-biográfico). “El General Flores pertenece a ese raro género de hombres, dueños de sus propios destinos, realizados en el troquel de un carácter férreo”

(La Presidencia de Quito, Pío Jaramillo Alvarado).

El contexto historico

En el Congreso Admirable, que convoca el Libertador y que es presidido por Sucre, Bolívar resigna sus poderes el 20 de enero de 1830 y en su propio seno está el germen de la disolución de Colombia “la Grande”, que creó el Libertador el 17 de diciembre de 1815. Por ironía de la Historia, también un 17 de diciembre -de 1830- moriría su creador.

El 18 de abril se separa Venezuela. 13 de mayo se produce la separación del Ecuador.

Pruebas incontrastables de la lealtad del General Flores a Bolívar y de su defensa de la unidad de Colombia, sus dichos en cartas al Libertador en los meses en que cundió la crisis separatista:

14 de enero, desde Guayaquil: “Como V.E. se decida en cualesquiera circunstancias a salvar la Nación, yo le ofrezco que el Sur será el más firme apoyo de V.E. y que mi espada estará pronta para ser empleada donde V.E. la destine”.

20 de febrero, desde Guayaquil: “Como no es fácil calcular la tendencia de las revoluciones y sus extraños resultados, insisto en decir a V.E. que en la última extremidad debe venirse al Sur, donde será obedecido y respetado, como lo ha sido está aquí.”

27 de marzo, desde Quito: “Es casi imposible hacer retrogradar el torrente revolucionario que se ha desbordado sobre el Norte de Colombia, y que por lo tanto convendría que V.E. se viniese al Sur a salvar sus glorias y a vivir obedecido y respetado. Véngase a recibir las últimas pruebas de mi lealtad. Abandone a su suerte a los ingratos y salve sus glorias de la guerra civil y de la ignominia. Recuerde Vuestra Excelencia que jamás he dado consejo que después no haya sido justificado por el tiempo.”

Sin conocer de la renuncia de Bolívar ante el Congreso Admirable, le escribe, el 20 de abril desde Quito: “El pronunciamiento del Cauca ha empezado a exaltar los ánimos de este lugar, y por todas partes se dejan sentir opiniones por la separación. Yo les he dicho a mis amigos que, mientras V.E. permanezca ocupando su puesto, debemos sostenerlo a toda costa; pero que, si desgraciadamente V.E. deja el mando, debemos entonces tomar un partido que sea al mismo tiempo consecuente con nuestros principios y nos ponga al cubierto de la venganza de nuestros enemigos domésticos, es decir de los antiguos partidarios del General Santander.”

27 de abril, desde Quito, a O´Leary: “El Sur está muy pronunciado por separarse, desde que ha visto al Cauca pronunciado en el mismo sentido. Yo estoy conteniendo a todo el mundo y sólo por el Libertador, y exclusivamente por el Libertador, se mantienen tranquilos estos pueblos.”

6 de mayo, desde Pomasqui: “El único resto de esperanza que alimento, es creer que Vuestra Excelencia pueda venir al Sur y vivir entre sus verdaderos amigos y a gozar del reposo que no tendrá jamás en Bogotá.”

Al saberse el viaje del Libertador a Europa no quedaba más que la separación de Colombia, que por desgracia iba a caer en manos de los enemigos del Héroe a quien Flores prometió lealtad hasta el último y le ofreció cobijo en la gratitud del Sur. En su proclama de fecha 31 de mayo dice: “Compatriotas: Llenaos de gozo por haber sido consecuentes a vuestros compromisos y agradecidos al hombre extraordinario que nos dio Patria, Libertad y Glorias. La historia, subiendo por encima de los tiempos, llevará a los siglos más remotos este texto de verdad: “El Sur fue el último de los pueblos de Colombia en seguir el torrente de las circunstancias y el primero en levantar estatuas a la gloria de Bolívar, Padre y Fundador de tres naciones”.

Producida ya la separación del Distrito del Sur de Colombia, Flores mantiene su lealtad para con el Libertador, cuando le dice en carta del 29 de junio, desde Guayaquil: “Yo no tengo voces, mi General, con qué expresar la mortal congoja en que vivo por la separación de V.E. por la muerte del General Sucre, y sobre todo, por las desgracias que van a sumergir a esta Patria, obra de tantos años de costosos sacrificios. Ojalá V.E. se resolviera a venir al Sur donde tiene muchos adictos y la admiración del país”.

El 13 de mayo, Flores asume el mando del Sur con el simple título de “Jefe de la Administración del Estado del Sur de Colombia”, es decir que continúa como Jefe de lo que será en 1830 el Estado del Ecuador, ya que el 28 de octubre de 1829 había sido designado por Bolívar como Prefecto General del Distrito del Sur de Colombia. 

Es más; la Constitución de 1830 que crea el Estado del Ecuador, consagra que éste “se une y confedera con los demás Estados de Colombia para formar una sola Nación con el nombre de República de Colombia”. Es decir, el Ecuador, como Estado independiente, mantenía su unión con la Gran Colombia de Bolívar. Será la I Convención Nacional Constituyente de Ambato, en 1835, la que rompa este nexo, meramente legal, por cierto, y cree la República del Ecuador.

El Prócer del 9 de Octubre, José Joaquín de Olmedo, al participar al General Flores su elección como Presidente, le dice “Mi querido y pensado amigo: hoy ha sido usted electo Presidente del Estado. El mérito de usted y la estimación general habían hecho mucho tiempo a esta elección. Yo no felicito a usted, sino a la Patria.”

Sucre y su asesinato

Nadie más autorizado para pronunciarse sobre el vil asesinato de Sucre que el Libertador Bolívar.

“Yo pienso –le escribe al General Flores- que la mira de este crimen ha sido privar a la Patria de un sucesor mío, y dejar a Usted, en el Sur, solo en la arena, para que todos los conatos se dirijan únicamente a Usted. Destruido que Usted sea, conquistarán ese país, con los pastusos y los patianos, y los infernales serán los conquistadores de este país que tanto amo.” (Carta de fecha 1º de julio de 1830).

La certeza del Libertador sobre el móvil del crimen se confirma en lo que le dice al Dr. José Fernández Madrid, el 24 de julio: “El General Sucre ha sido asesinado en Pasto por orden de algún jefe militar de los que allí mandan, aunque quieren decir que fue por orden de Flores, pero esto es falso”.

Bolívar, en sus postrimerías, señala a los asesinos. En carta del 11 de octubre al General Pedro Herrán le dice “Sólo López y Obando, que asesinaron a Sucre (…)” En carta a Juan José Flores, de fecha 9 de noviembre, le dice: “Venguemos a Sucre y vénguese Usted de esos que lo han llamado asesino”.

El Libertador ¡sí que conocía bien a Obando! De él se expresa así, con palabras lapidarias, según lo narra su Edecán el General Perú de Lacroix, en su “Diario de Bucaramanga”: “Más malo que López, peor sí es posible, Es un asesino, con más valor que el otro; un bandolero audaz y cruel; un verdugo asqueroso, un tigre feroz, no saciado todavía con toda la sangre colombiana que ha derramado. Por último, son dos forajidos que deshonran el Ejército a que pertenecen y las insignias que llevan; dos monstruos que preparan nuevos días de luto y de sangre a Colombia.” 

Así documentadas y vistas las cosas, los asesinos de Sucre no lo hicieron para privar al Ecuador de un Presidente, sino para privar a Colombia de un sucesor de Bolívar en la Presidencia.

“Sucre debe morir”

La ilustrada pluma del Dr. Jorge Salvador Lara narra lo siguiente: “¡El Mariscal Sucre debe morir!” Esas fueron las palabras que, resonando lúgubremente, se desvanecieron al fin entre los muros de aquella casa bogotana situada en la plaza Bolívar y que formaba esquina con la Calle Real. ¡“El Mariscal Sucre debe morir”! La sentencia final estaba dada. Las órdenes pertinentes se transmitieron a poco y Obando en Pasto, Murgueitio en Buenaventura y Herrera en Panamá recibieron la consigna de impedir que el Gran Mariscal de Ayacucho llegase a Quito. Pasto… Buenaventura… Panamá…

Por uno de esos sitios debía pasar obligatoriamente todo aquel que quería venir desde Nueva Granada al Ecuador. Y el triunfador en Pichincha debía venir muy pronto a Quito. ¡En cualquier camino que tomase hallaría apostado un verdugo! Los conjurados abandonaron de uno en uno la casa de D. Pacho Montoya, habitada en ese entonces por D. Miguel Arrubla. El primero en salir fue D. Genaro Santamaría; al dirigir la vista hacia el atrio de la Catedral, que quedaba frente a la casa, contempló al Mariscal Sucre que se paseaba tranquilamente sin sospechar siquiera que, en el interior de una casa situada a pocos metros de distancia del lugar en donde se hallaba, habían minutos antes dictado su sentencia de muerte ¡los mismos que tramaron la noche septembrina! (Dr. Luis Felipe Borja, “La responsabilidad del asesinato de Sucre”) Eran las ocho de la noche de mediados de mayo de 1830.

El número 3 de “El demócrata”, periódico sostenido por los enemigos de Bolívar, apareció el 1º de junio de 1830. En su editorial, intitulado “Sedición criminal”, insultaba al Gran Mariscal y decía, entre otras cosas, lo siguiente: “Puede ser que Obando haga con Sucre, lo que no hicimos con Bolívar…” (Juan Pérez y Soto, “El Crimen de Berruecos”).

Hay que advertir que ya para entonces Sucre había salido de Bogotá y tomado la vía Sur. Solamente podía salir al Ecuador por Pasto o Buenaventura. Temeroso Obando, que era el señalado para no dejarle pasar si venía por Pasto, de que Sucre tomase el camino de Buenaventura y una vez allí se embarcase para Guayaquil sin que el encargado de impedirlo consiguiera su nefasto propósito, escribe al General Murgueitio: “Tenga mucho cuidado con ese Señor (Sucre) si viniese por ahí y haga que venga por esta plaza de Popayán.” Teme que al otro se le escape, en cambio sabe que de sus manos no lo salva ni el demonio. El General Luis Hilario López envío, inmediatamente después de la reunión en que se acordó matar a Sucre, una comunicación a Obando.

Este pasó por manas del Presbítero Rafael Mosquera, quien se la entregó con una nota que decía: “Te incluyo la adjunta carta que he recibido parta ti de Bogotá; no puedo ser más largo pues voy a recibir a Sucre que debe alojarse en casa.” En efecto, Sucre se alojó, al pasar por Popayán, en casa de la familia Mosquera, cuando ya don Joaquín Mosquera había sido electo Presidente de Colombia. Obando contestó la anterior nota en los siguientes términos: “He recibido tu carta. Te la aprecio. Sucre no pasará de aquí.” (Los textos transcritos son tomados de la obra “Correspondencia del Libertador con el General Juan José Flores”, publicación del Archivo Flores de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador).      

Nuestra primera constituyente

La I Convención Nacional Constituyente, reunida en Ambato en 1835, crea la República del Ecuador, elige Presidente de la misma al guayaquileño Vicente Rocafuerte Bejarano, y concede al ex Presidente Flores la calidad de “ecuatoriano de nacimiento”.

El Decreto constituyente, que tiene las firmas de José Joaquín de Olmedo y de Rocafuerte, el primero como Presidente de la Convención y el segundo como Presidente de la República, mediante el “ejecútese” de rigor, reza lo siguiente: “La Convención del Ecuador, Considerando: Que es un acto de justicia dar un público testimonio de gratitud a los eminentes servicios prestados a la Patria, conceder honores y revestir de todos los derechos civiles y políticos al ilustre ciudadano que los estableció con su genio, los defendió con su valor y los conservó con sus virtudes, Decreta: Art. 1º. La Representación nacional vota una solemne acción de gracias en nombre de la Patria al benemérito General Juan José Flores, como FUNDADOR, DEFENSOR Y CONSERVADOR de la República. Art. 2º. Se le declara por PRIMER CIUDADANO DEL ECUADOR y en pleno goce de los derechos que competen a un ecuatoriano de nacimiento. Art. 3º. Se le nombra General en Jefe con todos los honores, distinciones y prerrogativas que las antiguas leyes de Colombia concedían a este empleo. Art. 4º. Este nombramiento no restablece en la República el grado de General en Jefe; sólo se tendrá como una gracia especial concedida al mérito del General Flores. Art. 5º. El presente Decreto será registrado en todas las oficinas y municipalidades de la República. Comuníquese al Poder Ejecutivo para su ejecución y cumplimiento. Dado en la Sala de sesiones en la villa de Ambato, a 30 de junio de 1835”.  (las mayúsculas son del original).

Como colofón, viene de maravilla citar qué pensaba Simón Bolívar sobre Flores, en los postreros días del Héroe; así lo conceptuaba en carta del 14 de septiembre de 1830 dirigida al Gran Mariscal Andrés de Santa Cruz, a la sazón Presidente de Bolivia: “No dejaré de hacer mención a Usted del General Flores, que manda en Quito y Guayaquil; en él tendrá Usted un amigo y un gran hombre. Cultive su amistad y crea Usted que adquiere un tesoro. Este joven es la esperanza del día; tiene capacidad para todo y ambición para todo, con un corazón más generoso y una bondad mayor que su ambición.”

Un mérito más de Juan José: entregó su corazón a la bella dama quiteña Mercedes Jijón Vivanco, a quien convirtió en la primera Primera Dama.

 

Dr. Pedro Velasco Espinosa

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