La dura lucha por la verdad

Tras un día de trabajo y ejercicios, me preparaba para llevar a mi cuerpo cansado a cerrar los ojos y soñar. Es el precio que debo pagar tras varias décadas de intenso trabajo y de diarias reflexiones que han formado parte de mi cotidianidad.

Encendí la televisión y, como siempre, busqué un noticiero. Quería enterarme de los sucesos del día.

El presentador, luego de su saludo marcó la pauta de lo que será el programa. Entre los titulares, destacaba que el pretendido proyecto de cambios del Código Integral Penal, que fuera dictado en tiempos del innombrable, y que, hasta ese día, con un ahínco de mejor suerte, sus asambleístas querían reformar, había sido guardado en el limbo. Ni siquiera había sido votado, por falta de acuerdos legislativos.

¿Qué pasó? ¿Por qué, las bancadas que, hasta ese día habían formado parte de una mayoría, ahora, frente a este proyecto, se desmoronaba?    

Funciones de los medios de comunicación

John Reith, fundador y uno de los primeros directores de la BBC de Londres, Inglaterra, allá por los años 20 del siglo pasado, asignaba a los medios de comunicación las funciones de entretener, informar y educar.

Sobre las dos primeras nunca hubo duda alguna, eran y son funciones permanentes de los medios de comunicación, cualesquiera sean sus sustratos en los que circulan: escritos, electrónicos, radiales, televisivos y los modernos medios digitales.

Los objetivos de las estaciones de radio y de los canales de televisión, así como en el cine, están clara y peligrosamente sesgados hacia la dimensión del entretenimiento. El peligro, en realidad, no es que el medio entretenga y divierta mucho, sino que se emita contenidos que trivialicen todos los contenidos que emite.

Lo difícil era determinar la forma cómo se podría educar, pues, esa tarea es fundamental obligación del sistema educativo de cada país. Los medios nunca podrían sustituir a la escuela ni a la universidad. Entonces, ¿qué podría considerarse “educar” en los medios de comunicación?

 

En la ciencia

Cuando en un medio de comunicación se publica una nota o reportaje sobre ciencia, sabemos que su contenido no abarca todos los detalles y componentes de la materia objeto del texto propuesto; sin embargo, se exige que no contenga errores ni mutilaciones que podrían dar una explicación errada o equivocada de aquella.

 

 

En las ciencias sociales

El problema mayor se presentaba en las ciencias sociales, entre ellas la política, en las cuales, los contenidos podrían estar contaminadas por la postura que haya adoptada quien redacta la nota, o, en ciertos casos, la línea editorial del medio que solo publica lo que a esta le interesa.

Durante el siglo pasado, esta distinción siempre estuvo bajo la lupa de la discusión en los propios medios y en las relaciones con el Poder. Es que en aquellos países donde una tiranía, bien sea personal o de un solo partidos, se apoderaba del Poder, también se autodenominaba guardián de la verdad y, por lo tanto, existía una sola forma de conocer el mundo y de entenderlo, sin que los ciudadanos tengan la menor oportunidad de análisis y crítica a esa palabra emanada desde el Poder. En cambio, en democracia, sistema que ampara el libre ejercicio del pensamiento y de expresión, (al menos teóricamente) podía existir varias posturas frente a un mismo hecho, y eso puede generar confusiones sobre lo que realmente sucede en una sociedad.

Entonces la tarea de los medios de comunicación era y es la de observar con la lupa del detenimiento todas las aristas presentes en cada batalla política, para permitir a sus lectores, radioescuchas, televidentes, y ahora sus adictos a las redes sociales tomen una postura crítica, basada en el conocimiento. Eso también es educar.

 

El pretendido proyecto que duerme en el limbo

El proyecto de reformas al Código Integral Penal, presentado a la Asamblea Nacional para su aprobación era un intento más, de los muchos que desde hace años forman parte de una intensa batalla por lograr que la sentencia ejecutoriada emitida por la justicia ecuatoriana, por delitos de peculado, en contra de su líder que vive autoexiliado en Europa y que también haya perdido sus derechos de ciudadanía, por lo que no puede participar en ningún proceso electoral.

Cuál una fiera herida, este personaje que había ocupado la Presidencia de la República, a través de sus admiradores, pretende volver a terciar en alguna elección y ocupar nuevamente el solio presidencial. Con la mira puesta en ese objetivo, desde hace años, viene alborotando el avispero político con marchas, propuestas y cualquier otro mecanismo, especialmente manejando a los asambleístas de su bancada, para que se modifique la ley, se modifique el principio fundamental de la justicia que impide la retroactividad, se revisen los procedimientos del juicio, se destituyen a los jueces y fiscales que le juzgaron y proclamen su inocencia. Desde la revisión de la sentencia ejecutoriada emitida por juez competente y ratificada por las instancias respectivas, hasta la pretendida intromisión a una campaña electoral en la que participaría como candidato a la vicepresidencia; desde la intentona de que la opinión pública se coma el cuento de que es un perseguido político “laffware” hasta la amenaza de juicios políticos a todos los que se opusieran a sus pretensiones.

Dos artículos de este proyecto levantaron la polvareda, y alertaron a los medios de comunicación: El primero era introducir la presencia de organismos internacionales que nada tienen que ver con la jurisdicción propia de cada país, pero que a pretexto de su extraterritorialidad pueden emitir sus opiniones y, según los asambleístas proponentes, modificar con ella, la o las sentencias judiciales ecuatorianas.

El segundo: era el intentar volver a los tiempos de “meter la mano a la justicia” elevando a la Asamblea a la categoría de Juez de Jueces, para que esta pueda solicitar a la Fiscalía la entrega inmediata de todos los documentos que estuvieran siendo investigados por este organismo. De esa manera, la Asamblea, o, mejor dicho, los asambleístas podían “filtrar” cualquier información que pudiera perjudicar a cualquier ciudadano que estuviera siendo investigado.

Todas las opiniones, todas

Al denunciar aquello, los medios de comunicación abrieron sus espacios a todas las opiniones, incluso a las de asambleístas y de fanáticos admiradores del personaje de marras; pero también de abogados constitucionalistas y de líderes de opinión que siempre se han mostrado opuestos a las francas y oscuras pretensiones.

 

Como era de esperarse, los primeros se lanzaron a defender el proyecto presentado, y para ello no vacilaron en usar todo tipo de argumentos, especialmente aquellos carentes de un sustento en la verdad, y luego en el ataque a todos los que no estuvieran de acuerdo con ellos. Era, el conocido juego del que “había que destrozar al mensajero, antes que al mensaje”.

Los segundos crearon, con sus apariciones constantes en los medios de comunicación, una consciencia ciudadana que, poco a poco, fue comprendiendo las verdaderas intenciones del proyecto. Fueron tantas las sólidas opiniones que vertieron que, al fin, los “compinches” se retrotrajeron. Primero a título personal, pero luego como bancadas, los Asambleístas de otros partidos terminaron diciendo que no votarían por la aprobación del proyecto y, llegado el momento, el proyecto no alcanzó los votos necesarios como para que la Asamblea lo leyera en el seno del Pleno y el presidente lo enviara al “limbo” a que duerma el sueño de los injustos.

Incluso, hay que resaltar el hecho de que los “memes” que circularon en, aquellos días, en las redes sociales, lograron lo que parecía un imposible: transformar al político que vive en el extranjero en un payaso del que se podía burlar la sociedad. Hasta ese momento, eso era impensable.

 

Cuando se coordinan las fuerzas

Fue una lucha coordinada de los medios de comunicación, que dejó sin piso a la bancada del prófugo. La impunidad pudo ser derrotada, así como la “curiosidad malsana” de saber el estado de las investigaciones de la Fiscalía.

Pero, ojo, aquí no termina esta guerra. El prófugo seguirá intentando conseguir su objetivo y para ello, todos sabemos, que su imaginación no tiene límites, aunque deba destruir el ordenamiento jurídico del país.

Entonces, el papel de los medios seguirá siendo el de guardianes de la institucionalidad como el referente de una convivencia pacífica y civilizada de los ecuatorianos.

FAUSTO JARAMILLO YEROVI

fgjaramillo4hotmail.com