Hacienda Catahuango de Manuelita Sáenz

Autor: Manuel Vivanco Riofrío | RS 88


Cómo se ha dicho siempre algo similar; también se puede decir ahora que “Detrás de una gran Hacienda siempre hay un Gran Hombre”. En este caso, se trata de una “Gran Mujer”: Manuela Sáenz de Vergara y Aizpuru; más conocida y con cariño, como Manuelita Sáenz, la Libertadora del Libertador, o para los más descorteses llanamente, la principal amante de Simón Bolívar.

Ella, que nació el 27 de diciembre de 1797, en Quito, y falleció el 23 de noviembre de 1856, en Paita, fue la propietaria de la Hacienda “Catahuango”, ubicada en las laderas occidentales del sur de Quito, frente a Tambillo.

Aunque todos en el Ecuador sabemos mucho de ella; hay que recordar una vez más que fue una mujer extraordinaria; política, patriota y militar, prócer de la independencia hispanoamericana, que recibió la orden peruana de «Caballeresa del Sol» en 1822, por parte del General José de San Martín; el rango de Coronel por el Congreso de la Gran Colombia, por su participación en la batalla de Junín; igualmente recibió el título de “Libertadora del Libertador” que le otorgó Simón Bolívar por salvarle la vida durante la conspiración Septembrina en Bogotá. Mantuvo con Bolívar una épica relación sentimental, intelectual y de ideales en la campaña libertadora, incluso se le atribuye a ella la concepción de la “Patria Grande”. Tomaba parte activa en las batallas; montaba a caballo como los mejores jinetes de caballería militar, manejaba armas, muchas veces vistió el uniforme militar y fue capaz de sofocar un motín en la plaza de Quito. Participó en la batalla de Ayacucho y fue la edecán que resguardaba los documentos del Libertador. Tras la muerte de Bolívar y la división de la Gran Colombia fue atacada por todo lo que hizo, y fue desterrada hasta su muerte. Vivió sus últimos días en el puerto de Paita en Perú, donde la visitaron personajes extranjeros de la época, como Giuseppe Garibaldi (líder de la unificación italiana) y Herman Melville (escritor de Moby Dick); también la visitó el maestro del Libertador, Simón Rodríguez.

II. “Catahuango” un Hospedaje de Amor
Se estima que Simón Bolívar cabalgó 123 mil kilómetros a lo largo de los territorios de la actual Venezuela hasta aquellos del sur de Bolivia, varias veces; recorrió 10 veces más que Aníbal el hijo del general Amílcar Barca, quien conquistó parte de Hispania para robustecer el poder de la antigua Cartago, 3 veces más que Napoleón, y el doble de Alejandro Magno. Todo, para liberar a 6 naciones del imperio más poderoso de aquel tiempo; y, quien vivió solamente 47 años para realizar esa monumental tarea, sin parangón en la historia universal.

Sin albergues ni posadas a lo largo de la Costa del Pacífico de América del Sur, por donde el Libertador recorría constantemente, eran las Casas de Haciendas grandes los lugares para sus continuos hospedajes. Doscientos años después, él se hubiera podido alojar en un hotel de cinco estrellas de una cadena internacional prestigiosa cómo las que existen ahora; pero, en la primera parte del siglo XIX, él y su comitiva llegaba a las casas de haciendas de sus amigos patriotas que apoyaban la independencia de las Colonias de España (a veces también descansaban en las tiendas de campaña que se instalaban en el lugar donde la noche y el cansancio venían). Al inicio, cuando aún dudaban de su éxito, habría habido temores de los terratenientes de posibles represalias por parte de los representantes de la Corona y del ejército real, pero progresivamente, al ritmo de sus triunfos, las puertas de los “Palacios Coloniales” se habrían abierto con generosidad para recibir al futuro “Presidente de la Gran Colombia”. La Hacienda y lo que queda de ella, está enclavada en las estribaciones de las lomas de Puengasí, en los altos de Amaguaña. Si bien la Hacienda pertenece al sector de los Chillos, hay datos que demuestran que su gente tenía fuerte vinculación con Quito, pues asistían a la misa en Chillogallo en vez de ir a cualquier pueblo del valle, cercano a la propiedad.

La Casa de Hacienda “Catahuango” no era una residencia temporal más para Bolívar; era un lugar muy especial para él, porque allí lo esperaba la hija de Simón Sáenz de Vergara y de Joaquina Aízpuru que había salido del Convento de las Conceptas años atrás, y aún siendo la esposa del comerciante inglés James Thorne, quien le duplicaba en edad, su corazón se había abierto totalmente para el Libertador.
De acuerdo con los más difundidos rumores de la época, fue en la casa de la acaudalada familia Larrea, en Quito, a mediados del año 1822, durante una fiesta ofrecida en honor del Libertador, cuando Simón Bolívar, ataviado de sus mejores galas al estilo Napoleón, conoció a una mujer cautivadora, Manuela Sáenz, quien, con su belleza y vibrante alegría, encontró al hombre que cambiaría su vida, e inmediatamente inició un romance con el héroe que sabía también, cómo demostrar rápidamente todo su poder de seducción. Desde entonces, cuando llegaba a Quito, o cruzaba hacia el norte o el sur, “Catahuango” fue el lugar para encontrarse con Manuelita, vivir su romance y planificar sus batallas libertadoras, donde ella fue aprendiendo y participando activamente hasta convertirse en su amante y general más importante.

III. El refugio de Manuela
“Catahuango” es una palabra quichua formada de dos vocablos: “cata” cobija o refugio y “huango” que significa trenza, y la llamaron así porque era un terreno largo que daba la forma de una trenza. Fue el refugio de Manuela desde su niñez.

El nombre original fue “Santa Bárbara de Catahuango”, en honor a la Santa que protege de los rayos y truenos; pero también porque en el sector no había agua y dependía de las lluvias para los sembríos que la Santa las auspiciaba.
Su historia se registra desde 1595, cuando todavía no era una hacienda sino un sector de la cordillera suroccidental cercana a Quito. La propiedad se fue formando por la unión de pequeños pedazos de terrenos hasta formar la gran unidad productiva que empezó a ser desde fines del siglo XVII, cuando perteneció a una familia adinerada de apellido Barnuevo. Para entonces tuvo 3.000 hectáreas, luego de la reforma agraria de 1963, se redujo a 300 y ahora no excede de 12 hectáreas que están alrededor de la Casa de Hacienda.

“Catahuango” en un momento dado, limitó con Pasochoa y con “La Hacienda La Herrería”. La familia Barnuevo la vendió al Dr. Mateo Aizpuru, abuelo materno de Manuela Sáenz, quien la dejó en herencia a Ignacia Aizpuru, hermana de su madre; y, en ese testamento incluye a Manuela como su heredera con 10.000 pesos; y, como la tía Ignacia no pudo pagar ese legado, Manuela le planteó un juicio e Ignacia que se vio obligada a entregarle, a cambio, la Hacienda; convirtiéndose así, en su única propietaria.

Por entonces la Hacienda servía fundamentalmente para pasar fines de semana y disfrutar los meses de sol; había poco ganado vacuno y su producción agrícola era escasa por la falta de agua. Mateo Aizpuru administrador por algún tiempo sufrió siempre por la falta de agua para ese campo, y vivió en permanente conflicto con sus vecinos por lo que se conocía como los “gatos de agua” que era una unidad de medida en los linderos de las acequias, o de raciones semi-acordadas, a través de cuyo espacio podía pasar un gato mediano.

IV. Simón y Manuela; socios de “Catahuango “
Según el Padre Villalba, en 1822, Manuela y Bolívar formaron una sociedad, donde él invirtió un cierto capital para hacer producir a la Hacienda “Catahuango”, con lo que Bolívar se convierte en socio de Manuela en este proyecto agrícola-ganadero. No olvidemos que Simón Bolívar venía de una vida de hacienda en su niñez y juventud; tenía el ingenio de azúcar o ingenio Bolívar en la “Hacienda San Mateo” propiedad de su familia, que aún se conserva como un Museo en el Municipio de Bolívar, Estado Aragua, Venezuela.

“Catahuango” tenía dos casas más bien modestas; pero el enclave natural de montañas y nevados las hacía majestuosas; con árboles centenarios y plantas endémicas, era un verdadero refugio de fauna y flora andinas.
Si bien hay quienes sostienen que este romance se desarrolló en la casa grande de estilo afrancesado, se ha comprobado que ésta fue construida por Josefa Gangotena de Salvador, a su regreso de Europa, por lo que Manuela no la llegó a conocer. Dejando a la casa pequeña como seguro albergue de los amores de los dos Libertadores.

Cómo ya señalé antes; desde el primer encuentro con Bolívar, Manuela se enamoró de él sin los límites sociales ni políticos de la época; su amor rebasó los límites de la prudencia y se mantuvo en el desenfado total; habiéndose mantenido por 8 intensos años un romance solamente comparable con los épicos de Romeo y Julieta y de Hamlet con Ofelia, o digno de una gran historia de novela como en efecto ha ocurrido. Josefina Sáenz Fernández Salvador, sobrina de Manuela dijo a la prensa de Quito en 1914, que ella escuchó siempre a su padre, al General José María Sáenz, que Manuela y Bolívar pasaron en “Catahuango” muchas temporadas cortas, muchas “lunas de miel”.

Según el investigador Aquiles Pérez, “Amaguaña”, sector donde está la hacienda, significa “Nido de Amor”, vocablo proveniente del Aimara, idioma que se propagó entre Bolivia y lo que hoy es Ecuador, por el intercambio que realizaba Atahualpa y sus antecesores con los indios “mitimaes”. ¿Una mera coincidencia de su nombre con lo ocurrido en ese lugar? Posiblemente.

Tenemos casi siempre la impresión, de que la independencia del Ecuador es un hecho del pasado distante de nuestras vidas y eso no es así; el año 1822, es solamente dos siglos atrás; tiempo para pocas generaciones, donde nuestros bisabuelos o abuelos probablemente, fueron contemporáneos del Libertador y Manuela, y cuando él cabalgaba cerca por estas tierras. Además, siendo la literatura epistolar para entonces muy abundante y Bolívar un gran escritor, su vida puede constatarse casi a diario; pues existen cerca de 10.000 cartas originales y registradas como auténticas.

En la correspondencia escrita desde Quito se ven días huecos que corresponden a sábados y domingos, lo que nos permite inducir que Bolívar estaba en “Catahuango”. Otra prueba son los recortes de prensa de María Sáenz de Ashton, sobrina bisnieta de Manuela quien hace unos 50 años declaró que Manuela y Bolívar pasaron muchos días, de tiempo en tiempo, en “Catahuango”. Es ella quien insinúa que el romance fue en la casa grande y que se sentaban en la banquita de piedra junto al estanque. Sin embargo, luego de últimas investigaciones se ha comprobado que Bolívar no conoció la casa grande, ni se sentó en la romántica banquita y peor en la piscina que se encuentra hoy en muy mal estado.
Hace algunos años, durante una excavación, Diego Moscoso, encontró un estribo de bronce de 1820, que se presume fue de Manuela. El estribo pasó al Museo “Manuela Sáenz de propied