Feminismo vs. Machismo: la gran cuestión de la sociedad ecuatoriana

“Cuando la educación limita la imaginación y obstaculiza el pensamiento crítico, se llama adoctrinamiento” Nicolás Tesla

(( Escuchar el artículo ))

Recién iniciaba el año y ya, los ecuatorianos, éramos espectadores de un acto caricaturesco: las redes sociales y todos los medios digitales iniciaron una maratónica transmisión del más variado estilo, inclusive algunos ingeniosos transmitían con un muy buen recurso tecnológico la trayectoria que seguía la aeronave colombiana que traía al país a uno de los más buscados, que por cierto no es en la lista oficial el primero sino el tercero.

Los canales interrumpieron su programación regular y transmitían “en vivo y en directo” como les gusta decir a los presentadores de esos medios, el vuelo de un avión policial que, partiendo de Bogotá, iba a aterrizar en el aeropuerto de Tababela en Quito, trayendo en su interior a un prófugo de la justicia ecuatoriana, acusado de haber cometido un crimen de femicidio en el que la víctima fue su propia esposa.

En una sociedad civilizada y respetuosa de las leyes, este espectáculo no hubiera sido posible; sin embargo, en el nuestro, el propio gobierno fue el que propició esta transmisión, debido, quizás, a que el caso tomó ribetes de carácter político en donde el Presidente y el alto mando policial fueron atacados como encubridores del supuesto victimario, y pretendían, con esto, demostrar que no lo eran. Los medios fueron encerrados para cubrir desde allí el evento y los funcionarios públicos con sus mejores galas esperaban el aterrizaje del avión y hasta una Ministra elegantemente vestida exhibía sus galas al pie de la avioneta. Una recepción no de un delincuente sino digna de un personaje de telenovela.

Um caso paradigmático
En el pasado mes de septiembre ocurrió la muerte de la abogada María Belén Bernal Otavalo, al interior de la Escuela Superior de Policía en Quito, donde trabajaba su esposo, el hoy detenido, teniente Germán Cáceres.

El hecho ocurrió en horas de la madrugada y, las cámaras de seguridad del recinto ubican entrando el propio teniente Cáceres y luego ingresando en un vehículo a la abogada Bernal.

¿Qué pasó esa madrugada? Difieren las versiones. Hay quienes sostienen que la esposa encontró al teniente manteniendo relaciones íntimas con una cadete de la institución.

Hay otras que dicen que la esposa ingresó a reclamarle al teniente y se produjo una discusión que se salió de control. Una tercera acusa a otros oficiales policiales por no haber acudido a defender a la víctima que estaba siendo atacada por el esposo.

Al día siguiente, cuando la fiscalía no conocía el caso y, por lo tanto, no había iniciado las investigaciones correspondientes, la madre de la abogada enterada de la desaparición de su hija, habría pedido al hoy acusado que concurra a la fiscalía a poner la denuncia correspondiente. Desde allí cada institución toma sus precauciones y versiones. La primera acusación sólida es que ante las contradicciones evidentes de la declaración del acusado no se dispuso ninguna medida cautelar, de cuidado ni vigilancia y la orden de detención de la fiscalía llegó en la madrugada del día siguiente cuando el acusado ya se había dado a la fuga.

El caso tomó proporciones, gracias a que los grupos feministas y ciertas agrupaciones políticas auparon dicha denuncia y a los medios de comunicación que se hicieron eco de este caso que pasó de ser un caso de femicidio como los cientos que desafortunadamente se dan en el país para convertirse en un asunto de Estado.

A distorsionar la justicia 
A partir de ese momento las noticias subieron de tono. La madre de la abogada reclamaba la presencia de su hija y muchas integrantes de grupos feministas ávidas de publicidad, ubicadas junto a la señora Otavalo, clamaban justicia con gritos y pancartas. A ellas empezaron a sumarse ciertos dirigentes y políticos y candidatas a las próximas elecciones.

No faltaron Asambleístas que, aprovechándose de la conmoción mediática y social, querían aparecer en las crónicas de los medios escritos y en las cámaras de televisión por lo que iniciaron repetidas romerías para pretender convertir el caso en el poreta estandarte de la defensa de las mujeres muertas o maltratadas.

Lo que en un inicio era el reclamo justo de una madre, se tornó en un espectáculo circense, tal como mandan los cánones de la antigua Roma.

Antes y después de este caso, han existido otros casos de femicidios que no han recibido la misma atención y preocupación, tal como estos grupos hicieron con este lamentable suceso.

Días después, fue encontrado el cuerpo de la abogada Bernal, semienterrado en un lugar cercano a la Escuela policial, lo que elevó las sospechas contra el teniente Cáceres y, dio pie a que la política iniciara una campaña contra el Ejecutivo y contra la cúpula policial.

No calmó el hecho de que se dieran de baja a varios oficiales superiores, que se cambiara a toda la oficialidad encargada del control de la Escuela Superior de Policía y los contenidos de estudio de dicho centro; lo que se pretendía era convertir el caso de esta mujer en un caso de asesinato de Estado y culpar al Presidente, a su ministro del Interior y a toda la oficialidad superior de la Policía.

Fue tal el pánico generado que en un acto pusilánime el propio Presidente, quién en Nueva York daba su respaldo a su Ministro del Interior por el buen manejo de la crisis, al aterrizar dio una improvisada rueda de prensa y sin el menor respeto a quien fue el más capaz y leal colaborador en las horas más difíciles que había pasado su gobierno, lo removió públicamente de sus funciones.

Consecuencias de la ceguera social
El Ministro del Interior que, en un principio, apareció como abanderado de las investigaciones, intentando desviar la atención sobre lo que se llama “espíritu de cuerpo” en las instituciones armadas, ante la presión pública. Pero, ni eso fue suficiente. El león de la política y de la ambición había logrado soltar sus amarras.

Mientras tanto, el oficial desaparecido fue acusado de asesinato y fue dado de baja de la institución. Las versiones sobre su paradero fueron muchas y todas apuntaban a que había logrado salir del país con rumbo desconocido. Todos crearon historias y se revelaron, con total morbo e irrespeto relatos íntimos del acusado con una cadete pretendiendo hacerla culpable directa de los hechos hasta que fue imputada y detenida.

Ahora que el acusado Germán Cáceres ha sido encontrado en Colombia, y las autoridades de ese país lo han expulsado de su territorio, dando así un camino corto a la extradición y lo han escoltado hasta nuestro suelo, lo recibieron las autoridades competentes, incluyendo el nuevo ministro del Interior. Los mismos grupos políticos y feministas siguen elevando su voz de protesta y, desde ya, lanzan al viento profecías tenebrosas en las que predicen que el acusado será asesinado por la institucionalidad para que no declare todo lo que sabe.

El rol del feminismo
Desde hace unos años es políticamente correcto hablar de la discriminación que por siglos han sufrido las mujeres como un colectivo. Eso es verdad, las sociedades habían actuado impidiendo que las mujeres pudieran acceder a ciertos puestos de trabajo, a iguales remuneraciones por labores similares, a ocupar puestos directivos en empresas y en la política. Hay conquistas que las actuales no conocen ni valoran como la lucha de lideresas por conseguir el derecho al sufragio, el acceso a la educación, a la paridad electoral, a la igualdad entre cónyuges, a la administración de la sociedad conyugal, al derecho a compartir la patria potestad de los menores, al derecho de exigir alimentos para ellas y sus proles, es decir parecería que el exhibicionismo trataría de ocultar que las luchas tienen un largo y tortuoso camino trazado por varias generaciones de mujeres luchadoras y de hombres progresistas que siempre estuvieron abiertos a los cambios.

También es verdad que aquello tenía y tiene que cambiar. Hace falta una enorme dosis de racionalidad en las relaciones sociales para establecer una justa convivencia, pero existen pocas propuestas de estos grupos para exigir los ajustes en los programas educativos, en la enseñanza y en la educación dentro de la familia para lograr una verdadera conciencia del tema, más que gritos, pancartas y algazaras. Pero, a partir de estas justas premisas, ciertos colectivos rompieron los límites y llevaron exageraciones y abusos a las protestas. Ahora es imposible establecer los límites entre un reconocimiento a la labor de una mujer y la acusación de “acoso”. Ya no es posible determinar hasta dónde un hombre puede halagar a una mujer sin que ello resulte una intimidación, acoso o abuso. Ante esa ausencia de límites, en ocasiones, las relaciones hombre – mujer se han tornado distintas y distantes. Por supuesto que habrá, por mucho tiempo más, abusos y distorsiones promovidas por atávicas costumbres que deben ser erradicadas, pero ya va siendo hora de que definamos esos límites y todos los miembros de la especie humana guardemos respeto por los demás, y convivamos alegre y confiadamente en un ambiente de justicia e inclusión.

El machismo 

Como contraparte debemos establecer la existencia de un enfermizo machismo en nuestra sociedad. Es una tara atávica, ligada quizás al hecho de que la maternidad, propia de las mujeres, permitió entregar ciertos roles como el de proveedor y protector de la familia, al hombre. Ellas nunca fueron educadas no sólo para defender sus derechos sino que son básicamente la esencia de la educación e inculcaron gran parte del machismo que hoy nos agobia. La educación empieza en la familia y cabe preguntarse a quién le corresponde guiar dentro de la familia, pues hace mucho tiempo que la Iglesia perdió este espacio y poder.

Esa confusión carga parte de la culpa de distorsiones en las relaciones sociales, pues, el uso de la fuerza bruta, como una característica propia del sexo masculino ha permitido que dichos conceptos sean, equivocadamente, interpretados como los de una “propiedad privada” con poder absoluto sobre la mujer y la familia.

El «macho», cree en una supuesta superioridad que le otorga una autoridad sin límites y sin discusión sobre todo lo concerniente a la familia. Desde las relaciones amorosas hasta las de obediencia, el “macho” lo entiende como una malsana sumisión a su voluntad, sin permitir el más mínimo desacuerdo. Y cuando asoma un atisbo de rebeldía en su esposa o en alguno de sus hijos, como puede ser el tener su propio dinero fruto de su esfuerzo y trabajo; como el reclamo de tal o cual actitud; una desobediencia por cualquier motivo justificado o injustificado, el “macho” se siente con el derecho y la obligación de ejercer la fuerza para imponer su poder.

Esta característica propia de las bestias no es un atributo de tal o cual pueblo, de tal o cual cultura, ha estado presente en todos los pueblos de todos los tiempos. Ahora mismo en ciertos regímenes islámicos, impregnados de una falsa interpretación religiosa se persigue a las mujeres por el delito de educarse, de desobedecer al marido, de no usar el burka de manera correcta y hasta se condena a muerte a quien pretenda defenderlas.

En nuestro medio, no es lejano el día, cuando los indígenas “machos” ya sea en estado de ebriedad o de sobriedad, golpeaban a sus mujeres, nadie podía defenderlas, porque podían correr el riesgo de que las propias víctimas defendieran a sus maridos con frases como “más que pegue, más que mate, marido es”. Hasta hoy tenemos que asombrarnos cuando en las manifestaciones de protesta para enfrentar a las fuerzas del orden son las mujeres indígenas quienes van a la vanguardia de las masas. No se ha visto que nadie reclame a la dirigencia indígena por exponer a sus propias mujeres de esta forma.

Así, entonces, se concluye que la venganza es parte consustancial de la estupidez humana y su más evidente manifestación es la violencia, bien sea esta, intrafamiliar o social. Ambas posturas, la machista o la feminista, cuando se las ejerce ciegamente o contaminadas por ambiciones económicas o políticas, son atentatorias a un convivir armónico, democrático y civilizado.

Es hora de rechazar estas actitudes

El caso del femicidio cometido contra la abogada Belén Bernal Otavalo es un ejemplo paradigmático de que en nuestra sociedad aún subsisten rezagos de machismo y de feminismo y mientras todos nosotros los rechacemos a través de la educación, de las leyes y las costumbres, seguirán existiendo victimarios que creen tener la razón, víctimas que pierden la vida e hijos inocentes que sufren las consecuencias de estos comportamientos aberrantes y exhibicionistas que pretenden defenderlas.

*Redacción Revista Semanal