Energía en cautiverio

Autor: Santiago Coba | RS 69


¡Ando volando bajo!… pero no crean que ando bajoneado…no, no se trata de eso. Es que ando pensando si las aves sufren, si lloran, si se enamoran. Han pensado ustedes, ¿que sentirán las palomas si les cortan las alas? o si los búhos lloran cuando les ponen anteojos, o si a las arpías les cortan las garras… ¿No creen que si les ha de doler? Si hasta lágrimas les ha de brotar a las pobrecitas…

Es que verán, estas ideas me asaltaron la cabeza, cuando por hecho el galán, le acompañé a una mancita a visitar un parque que no es zoológico, pero que recibe a las aves de carroña, cuando han sufrido o han sido maltratadas; les curan y luego les cuidan y les mantienen.
Cada ave vive en unas jaulas grandazas, donde pueden asolearse, caminar, saltar y a veces, volar un poco, como para no perder la costumbre. Allí están esas aves de rapiña, paseando sus plumajes, mirando asustadas a los humanos que caminan por la vereda.
Chuta, yo que me fui de vacile, hecho el que le acolito a la man, viendo esas aves se me pasó las ínfulas y me vinieron unas ideas…. ¡pa´ que les cuento!



Pero, entre todas esas aves hubo una que me dejó boquiabierto. Claro que yo soy así mismo, medio baboso, pero es que esa ave es tan hermosa que no tuve ganas de seguir adelante y me quedé mirándola, o, mejor dicho, admirándola.

Era grandaza, como de unos 80 o 90 centímetros de alto, (verán que no hay cómo acercársele) por eso no le pude medir, pero era más o menos, como les dije, así de alta. Las patas amarrillas, terminaban en unas poderosas garras, luego el cuerpo recubierto de unas plumas medias café, medias negras; un cuello y una cabeza bien tallada y cubierta de plumas blancas, con unos ojos saltones, vivísimos, que miraban sin verte, y que parecía que te medían para luego atacarte o defenderse, y un pico amarillo, lindo, ganchudo, seguramente fortísimo, de esos que son capaces de arrancar un gran pedazo de carne, y desgarrar lo que quisiera: era el Águila americana.

¡Chuta!, No sé, cómo vendría a parar por estos lares, porque de lo que yo sé, estas aves solo viven en el norte de Estados Unidos y en el Sur de Canadá, y los estadounidenses le adoran, si hasta le han hecho posar para poner su foto en el escudo y en los billetes de los gringos. Realmente un ave hermosa, y uno puede imaginarse lo poderosas y fuertes que deben ser; pero allí en ese parque, toda su energía le ha abandonado, es un ave cautiva y, de seguro, ya no debe tener ganas de ser libre.

Es que verán, no solo las aves, sino hasta la gente, cuando alguien le mantiene, pierde la capacidad de ser libre, de amar la libertad y se entrega al facilismo de que otros le mantengan, que otros le paguen y les de bonos.

¡Qué desperdicio de energía! Grandaza, linda, hermosa, pero presa de su propia inopia, incapaz de volar sobre las nubes, prefiere volar bajo para agarrar las presas que le arrojan sus carceleros.

Claro que no les critico a los dueños del parque, ni a los cuidadores. No sé quién le habrá traído hasta acá, a esta ave; ellos ahora le cuidan y les protegen, pero la verdad, da pena saber que por la pretensión de algún desadaptado le han traído a un lugar donde no tiene compañera o compañero, y se pasa la vida tristísima sin poder abrir sus alas y volar por sobre el mundo.

Es que esa águila, si tiene la fuerza para hacerlo, pero ha perdido las ganas de conquistar los cielos y ahora se contenta con ser admirada por los visitantes de ese parque.
Cuando salí del parque con la pelada, recién pude cerrar la boca, pero me dio unas ganas enormes de echarme a llorar; no lo hice, solo para que la mancita no vaya a creer cosas que yo no soy.