El mestizaje y la hacienda…

Autor: Manuel Vivanco Riofrío| RS 76


La Princesa Inca Quispe Sisa hija de Huayna Capac y hermana de Atahualpa unió su cuerpo al del conquistador español Francisco Pizarro, y pasó desde entonces a llamarse Princesa Inés Huaylas. Fruto de esa relación carnal quizá amorosa, nació Francisca Pizarro Huaylas, la primera heredera real de los dos mundos recién contactados: la América Inca y la España Imperial.

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Antes de que naciera Francisca, la princesa española-inca en el siglo XVI al inicio de la conquista; en el norte de América, en el imperio azteca, había ocurrido algo similar: el conquistador español Hernán Cortés se enamoró de Malinalli Tenépatl a quien se la conocía como La Malinche o doña Marina, una doncella que hablaba varias lenguas, y tuvieron un hijo de nombre Martín Cortés Tenépatl.

Martín y Francisca, hijos de los más grandes conquistadores de América habían nacido de las entrañas de dos bellas indígenas de culturas milenarias: Inés Huaylas y La Malinche; dando así inicio al mestizaje real más grande de la historia y que jamás antes se haya conocido .

Antes y después de aquellos romances con descendencia real, la lujuriosa soldadesca de Cortez y de Pizarro habría arrasado pronto con las mejor formadas mujeres que encontraron en las selvas y en los poblados de lo que hoy es México y Perú; entregando a la nueva historia millares de hijas e hijos del sol y del águila, crisálidas de diferentes colores, resultado de la fusión y el mestizaje del nuevo mundo .

Desde entonces, los descendientes de Túpac Amaru, Huayna Capac, Huáscar y Atahualpa, así como los de Moctezuma Xocoyotzin y de Cuauhtémoc ya no serían iguales; habían aparecido nuevas razas y culturas; una fusión de bellezas, pensamientos, sonidos y colores inexistentes antes en la tierra.

EL REINO DE QUITO
El Reino de Quito era en el siglo XVI, una idílica y mítica tierra que tenía un origen legendario, que más que una realidad material era una necesidad de sus pueblos para afirmar su patriotismo. En aquella fantasía se asentaban los actuales territorios de las provincias de Tungurahua, Chimborazo, Imbabura , Carchi y Pichincha en donde se anidaba una urbe espléndida desde donde se ejercía el poder, llamada Quito.

El sur del actual Ecuador estaba poblado por un conjunto de tribus, federaciones y confederaciones de las más variadas procedencias que se debatían entre las fuerzas políticas y militares de los incas y de los quitos. Se destacaba en ésta región la antigua ciudad inca de Tomebamba (actual Cuenca) lugar de nacimiento de Huayna-Cápac, el más célebre de los señores del Tahantinsuyo, hijo del emperador Tupac Yupanqui, quien decidió fundarla sobre el asentamiento cañari de Guapdondélic.

Más al sur, se destacaban los Paltas y los Malacatus cuyos territorios fueron conquistados finalmente por los incas al mando de Tupac Yupanqui pocos años antes de que Gonzalo Pizarro ordenara la fundación de La Zarza, que más tarde se llamó Loxa y finalmente Loja, con el capitán Alonzo de Mercadillo a la cabeza de ésta gloriosa empresa.

Después de la guerra de la independencia y la anexión de los territorios del Ecuador a la Gran Colombia se crea la provincia de Loja, una de las siete primeras provincias del nuevo país.

En éstas tierras, desde mediados del siglo XVI, al igual que en otras tierras de la América Hispánica la territorialidad indígena y el reconocimiento de sus posesiones se confronta con la conquista y sus propias demandas, iniciándose la aplicación del poder de la Nueva España cuando su rey Fernando II, decidió incluir los bienes de los antiguos ocupantes en el régimen hacendario que nació con todos los instrumentos jurídicos para justificar su posesión e imponer su soberanía, reconociendo de ésta forma los donativos presentes y futuros realizados en favor de la Corona.

A finales de los siglos XVIII y especialmente en los siglos XIX y la primera parte del siglo XX, la migración de europeos a lo que sería Ecuador como Estado desde el 13 de mayo de 1830, fue importante; más que en número en calidad humana, nivel intelectual y cultural; fruto de las guerras, dificultades políticas y económicas, y esperanzas de una nueva vida en el nuevo mundo que mucha gente en España, algunos países árabes y otros de Europa estaban viviendo. Esa migración menos guerrera y más instruida trajo visión, fortaleza y orden para aprovechar las bondades de comunidades y territorios precariamente aprovechados frente al desarrollo que ya existía en el mundo del norte y éste europeo.



LA IMPORTANCIA DE LA HACIENDA
Lo que he relatado hasta aquí, buscaba fundamentalmente recordar brevemente el escenario que existía en nuestra actual América Latina y en las tierras del actual Ecuador; para llegar al tema que quisiera abordar en el presente y futuros escritos para ésta Revista: la importancia fundamental que ha tenido y aún tiene “ la hacienda”, cada una de ellas -al menos doscientas- de gran impacto y resultados que se constituyeron en emporios de producción y de vida para poblaciones enteras, aún en el ámbito de una estructura y organización social frágiles, que respondía al momento histórico de éstos pueblos en formación y en circunstancias de sobrevivencia colectiva, difícil de comprender a cabalidad ahora.

En esos enclaves idílicos de la hacienda serrana coronadas con sus casonas de estilos nunca vistos, con sus montañas, algunas con nevados, ríos, bosques y verdes valles, también se fraguaron las ideas liberales y el poder político, en los primeros dos siglos de nuestro país. Esos lugares fueron los escenarios para crear las indispensables células económicas y sociales en éstos casi cinco siglos de los espacios de lo que hoy es el Ecuador; permitiendo estructurar la vida de las familias, la independencia alimentaria, la organización socioeconómica y la cohesión interna del Virreinato de Quito y Ecuador actual; función orientada principalmente a aprovechar las montañas y valles de la serranía con sus diferentes alturas de diversa vocación para diferentes productos y ganaderías; y, la región de la costa, generadora notable de productos exportables como el cacao y el banano que han traído siempre divisas del exterior; permitiendo de esta manera contar con nuevos productos del mundo industrializado y maquinarias modernas para la nacientes manufacturas e industrias, que permitieron el engranaje del flujo del comercio Internacional y mejorando la estructura productiva, principalmente en el último medio siglo.

En las últimas décadas ya la región interandina también se incorporó al comercio exterior con productos como las flores, cereales y vegetales que han secundado bien el esfuerzo exportador desde un territorio pequeño pero de gran productividad.