El invierno está llegando

“Viene el invierno”, es la frase sacramental de la famosa serie de TV Juego de Tronos, anunciando unos vagos terrores procedentes del helado norte, unos muertos vivientes empeñados en acabar toda la vida.

Con esta memoria, intentaré una reflexión sobre cómo los inviernos, a lo largo de la historia, han tenido a veces impactos severos en los acontecimientos. Por necesidad, debo hacerlo sobre Europa, por la existencia, aún rudimentaria al principio, de datos creíbles sobre los inviernos.

Una “Pequeña Edad del Hielo”.

El primer dato que surge, se refiere a un período de casi 5 siglos, de clima en general muy frío en Europa, al punto de ser considerado como una Pequeña Edad del Hielo, que arranca 14OO, y se extiende hasta 1900.

Una de las observaciones más útiles para la información, se refiere a la congelación de varios ríos emblemáticos, como el Támesis, que en 1408 se congela íntegramente durante 14 semanas, y que se congelará varias veces a lo largo de este período. En 1683 quedará congelado durante 3 meses, en uno de los más crudos inviernos que haya vivido Inglaterra. En el norte de Italia se volvió habitual el congelamiento del Po, y como nota curiosa, de la laguna de Venecia. Lo más sorprendente para nuestras actuales expectativas, es el congelamiento del Tajo, desde sus orígenes hasta su desembocadura en el Atlántico, en Lisboa. Los 5 siglos de la pequeña Edad Glacial, constituyen testimonio de un cambio climático, que sin duda tuvo un gran impacto en las sociedades europeas. El avance de los glaciares alpinos habrá reducido la frontera agrícola, al permanecer el hielo por mucho más tiempo, impidiendo la siembra, directa y cercana.

Ahorro y previsión.

El invierno se volvió un fenómeno aterrador, que obligaba a una intensa preparación, de alimentos en conserva, grano y pienso para el ganado, como del mantenimiento de las viviendas, para que no fueran aplastadas por el peso de la nieve, y su calefacción. Sin ninguna duda, sobrevivir en un hábitat tan exigente, influyó decisivamente en las conductas sociales de la población europea, obligándola a la previsión y al ahorro, características que, sobre todo en la Europa del Norte, se han mantenido.

Con el frío, la hambruna.

Los inviernos extremos dieron lugar a episodios trágicos, pues el frío extremo y prolongado, más allá de los tiempos estacionales normales, acortaban tanto los momentos de siembra, como los de cosecha, reduciendo la producción de alimentos, pero también afectando la salud de las plantas, por las frecuentes heladas veraniegas, así como por el exceso de humedad.

Se dieron varios episodios de hambruna por estas razones, siendo destacable la primera hambruna irlandesa, en el duro año 1709, cuando buena parte de las vitales cosechas de trigo, avena y patatas se perdieron, y con ellas, las vidas de millares de campesinos, a quienes la particular condición de ser los últimos siervos de la tierra en la Europa Occidental, anclados obligatoriamente a ella por las leyes impuestas por la Gran Bretaña, que había consolidado a lo largo del siglo anterior, su conquista de Irlanda.

Mucho más grave sería la gran hambruna de mediados del siglo XIX. El 25% del campesinado nativo murió de hambre ante la indiferencia de los ocupantes, que obligaron a un país que se estaba, literalmente, muriendo de hambre, por un hongo que atacó a los sembríos de patata por la excesiva humedad del año que fue definido como el que “no tuvo verano”, a exportar la producción no pérdida de otros productos, como trigo y avena, a la Gran Bretaña. La tragedia precipitó una enorme migración irlandesa y escocesa, estimada en más de 1 millón de personas, principalmente a Estados Unidos y Australia.

Esta diáspora nunca perdonaría a la Gran Bretaña por su indiferencia y crueldad. De ese resentimiento nacerán las varias rebeliones irlandesas contra la ocupación británica, hasta que se pudo concretar la independencia de la República de Irlanda, luego de la I Guerra Mundial, así como la lucha por incorporar a Irlanda del Norte al país, por la fuerza, en el último cuarto del siglo pasado, por la acción del Ejército Republicano Irlandés, con acciones terroristas, que obligaron a la Gran Bretaña a empeñarse en un complejo y amargo conflicto para defender lo que habían declarado como uno de sus componentes.

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Grandes migraciones.

Ese mismo “año sin verano”, provocó en el resto de Europa, sobre todo del Norte y Centro, unos estragos severos, traducidos en mortandad y en migración, sobre todo hacia América, del Norte y del Sur. La segunda mitad del siglo XIX, será demográficamente decisiva para América del Sur, por la llegada de millones de migrantes europeos a Brasil y Argentina principalmente, pero a toda la región en alguna medida. Vemos entonces adquirir significado a la emblemática frase de “Juego de Tronos”, viene el invierno.

El “General Invierno”.

Vale la pena recordar también la importancia enorme del invierno en las dos invasiones que Rusia sufriría desde Europa, donde el más importante “general” con que Rusia contó, fue “el General Invierno”. El primer episodio es la invasión napoleónica, del año 1812, conducida por el propio emperador, que levanta el más importante ejército que había visto Europa, casi 700 mil hombres, un alto porcentaje de la capacidad de movilización total del Imperio Napoleónico.

Militarmente, Napoleón derrotó al ejército ruso en Borodino y logró tomar Moscú, de donde se habían retirado todas las fuerzas rusas, así como la población civil. La táctica de tierra arrasada aplicada por Rusia, conllevó el incendio de la ciudad, que vaciada de gente y destruida, no significó ninguna victoria para Napoleón. En ese momento, el “General Invierno” tomó el mando, para, en menos de 2 meses, destruir las fuerzas francesas, absolutamente impreparadas para la ferocidad invernal que las atrapó en una helada tumba que se cerró sobre ellas. El orgulloso “Grande Armee” de unos meses antes, desapareció entre la nieve en la inmensidad rusa.

Menos del 10% de los iniciales 700000 hombres lograron, de alguna manera, retornar a la frontera polaca, meros espectros desfallecientes de penalidades sin fin. Entre ellos, el Emperador pasó también, como otro fantasma, sabedor ya de lo que se avecinaba.

Las pérdidas sufridas ante el “General Invierno” eran irreemplazables, pues Francia, en guerra constante desde 1789, estaba agotada y exangüe. Las noticias del desastre rápidamente se regaron por toda Europa, regocijada en su mayor parte por lo ocurrido. Prontamente, la coalición de las potencias europeas derrotadas y humilladas por Napoleón, una y otra vez, durante más de una década, vieron la oportunidad de golpear al herido gigante. Al año siguiente, en Leipzig, se produciría la llamada “batalla de las naciones”, en la que Bonaparte sufre una decisiva derrota, debiendo retirarse tras sufrir la baja de 45 mil muertos y 30 mil prisioneros. En marzo de 1814, cae Paris ante el ataque de la coalición, y Napoleón abdica al trono. Es el fin del efímero Imperio Francés, pese al anticlimático y novelesco escape de Elba, los “100 días”, y el epílogo de Waterloo.

En 1941, nuevamente actuará decisivamente el más destacado general ruso, el “General Invierno”, para detener ante Moscú a las fuerzas hitlerianas, que en su camino habían destruido las fuerzas que se les habían enfrentado, provocándoles unas pavorosas pérdidas, entre muertos y prisioneros, del orden de 4 millones de soldados rusos. En uno de los más fríos inviernos del siglo, con temperaturas inferiores a los 40º bajo cero, el ejército alemán se paralizó, perdiendo su más importante activo, la movilidad. Sufrió graves pérdidas, pero sobre todo dio tiempo a que la capacidad industrial rusa pudiera proveer a sus reclutas con armamento y equipo nuevo. En una dura guerra de desgaste, humano y material, la URSS lentamente fue alcanzando una capacidad de combate que le permitiría equiparar la germana, y por su superioridad numérica, finalmente imponerse.

La URSS había sacado valiosas lecciones de su catastrófica guerra de invierno contra Finlandia, respecto de las necesidades de equipamiento que se requieren para ese tipo de guerra, en condiciones extremas. El Reich por su parte, extrajo todas las conclusiones erróneas, considerando que el ejército soviético, que no pudo derrotar a un país 40 veces menos poblado, poco podría hacer frente al ejército alemán. En un primer momento, los acontecimientos parecieron dar razón a esa perspectiva, hasta la intervención del antiguo “General Invierno”.

El “Mariscal Invierno”?

80 años después de su última presentación, al parecer el Zar Vladimir I, está aguardando con impaciencia su llegada, para que se haga cargo de sus maltrechas fuerzas tras una poco memorable campaña de agresión a Ucrania, más recordada por sus “retiradas estratégicas”, por las atrocidades de sus tropas, y los indiscriminados ataques contra objetivos civiles, y que le permita tiempo para rehacer sus fuerzas para que la derrota no se convierta en desbandada.

Para estimularlo a que llegue pronto, le ha propuesto su ascenso a Mariscal, por lo duro de la tarea, pues no sólo debe actuar en los varios frentes ucranianos, sino llevar su acción fuera de Rusia, contra las naciones que conforman la UE.

Para lo primero, Putin ha emprendido otra de sus operaciones “de precisión”, lanzando sus misiles a mansalva contra la red eléctrica de Ucrania, que resulta haber estado bastante cerca de los núcleos urbanos que tienen el hábito de utilizarla extensamente, dentro de los que, con gran precisión, han caído los misiles rusos, en jardines de infantes, sitios de patinaje para niños, además de departamentos. Mala suerte para ellos, pero si se cruzan en el camino de los misiles de “precisión” rusos, que le vamos a hacer.

“Ahogarlos en el río”

Con esta campaña se lograría anticipar el invierno en una zona del mundo no precisamente abrigada, lo que creará nuevos problemas a un país agredido y asediado, buscando matar de frío a la población, en una reedición de lo ocurrido hace 90 años, cuando el “padrecito” Stalin resolvió matar, por hambre, a éstos ucranianos que mismo no quieren entender de buenas que en realidad son rusos.

Uno de los presentadores estrella de RT, la estación propiedad del Zar, por la que tuvo un paso fugaz y más bien triste un ex presidente del Ecuador, expresó, con indudable contundencia, la línea editorial del medio, con un llamado enfático a “ahogar a los niños ucranianos en un río”, por su falta de gratitud con las bondades que Rusia le ha traído a Ucrania, entre ellas la radical dieta impuesta en 1932, que, además del peso, redujo la población del país entre 5 y 8 millones de personas, con el responsable y transparente manejo del desastre de Chernobyl, en suelo ucraniano, o de la oferta de fuegos artificiales nucleares planteada por Putin y algunos de sus más entusiastas seguidores. Como alternativa al ahogamiento, planteó “quemarlos dentro de una choza”.

Esto le dejaría al ya Mariscal Invierno” las manos libres para que los entrometidos europeos se las vean moradas durante los meses próximos, y cada vez que sientan un temblor de frío, se puedan arrepentir de haberse opuesto a los propósitos imperiales de Vladi, imponiéndole sanciones y encima no comprándole el gas y el petróleo. Ahora es cuando espera ajustarles las cuentas a todos quienes se han cruzado en su camino, y para colmo, han entregado armas y dinero a sus enemigos. Por eso es tan importante y clave el ascenso a Mariscal del único general del que puede esperar una victoria. Habrá que ver hasta donde ha llegado la capacidad de sacrificio europeo, tras tantos años de paz y de comodidades.

Quien sabe si las quintas columnas simpatizantes del neofascismo ruso, en Italia, en Francia, en Suecia, vayan a lograr convencer a sus conciudadanos, que la necesidad de bajar unos pocos grados la calefacción, sea ya algo intolerable para unas generaciones que han tenido la suerte de vivir en la prosperidad y libertad por las que sus padres y abuelos sacrificaron sus vidas. Habrá que ver.

Dr. Alan Cathey