Centenarios para nunca olvidar

Alan Cattey Dávalos 

Entre 2022 y 2024, se han recordado algunos centenarios de mucha trascendencia para el totalitarismo autoritario en el mundo. Tanto el fascismo como el comunismo recuerdan, en ese breve período, por un lado, el surgimiento del Estado fascista en Italia, en octubre de 1922, con la Marcha sobre Roma y la consiguiente toma del poder por Mussolini y sus “camisas negras”, de siniestra memoria, y por otro, la creación de la URSS, el 30 de diciembre de ese mismo año, tras una terrible guerra civil, que desgarra a Rusia durante 4  años, tras el golpe de estado bolchevique de  octubre de 1917, de la mano de Vladimir Ilitch Ulianov, Lenin para el público. La intentona de golpe de Hitler contra la República de Weimar, se produce el 9 de Noviembre de 1923, y finalmente, la muerte de Lenin, el 21 de enero de 1924, casi exactamente hace un siglo.

El LARGO SIGLO XIX.

La Primera Guerra Mundial marcaría el final de un siglo XIX alargado, marcado por el surgimiento del nacionalismo, de la mano del Romanticismo, de las ideas e ideología de la Revolución Francesa, y más adelante, de la aparición de ideas socialistas y anarquistas, expresadas en las teorías de Marx y Engels, y de Proudhon, Bakunin y Malatesta. La gran aventura imperial de Napoleón, culminará en su derrota en Waterloo y el reforzamiento del monarquismo autoritario, que se extenderá al menos por un siglo más, dentro del exitoso modelo de balances, creado por el Canciller austríaco Metternich.

UNIFICACION DE ITALIA E ITALIA

La segunda mitad del siglo XIX, verá el surgimiento de dos grandes estados europeos, que hasta ese momento, habían estado fraccionados en una infinidad de reinos, ducados, principados, y, en el caso de Italia, incluso de unos estados pontificios, territorios controlados por la Iglesia Católica Romana. Con una diferencia de un año, en 1870 se produce la unidad alemana, luego de su victoria militar sobre Francia, que se hallaba a la sazón gobernada por Napoleón III, un sobrino del gran emperador francés, celebrada en el Palacio de Versalles. Bajo la hábil conducción de Bismarck, el II Imperio Alemán se constituye, alrededor del Reino de Prusia, para convertirse en factor decisivo en la historia europea futura. En 1871, Italia se unificará bajo el Rey Víctor Manuel I, en torno al Reino de Piamonte, con lo que el escenario queda armado para el apocalíptico período que se avecina, y que se completa, ya en vísperas de la I Guerra, con los conflictos balcánicos que marcan el declive final del Imperio Otomano en Europa.

MOVIMIENTOS SOCIALES

Movimientos sociales profundos se han producido por las precarias e infames condiciones laborales en las que sobrevive un elevado porcentaje de la población, situación que estalla a mediados del XIX, por varias devastadoras hambrunas, que se producen desde Irlanda hasta Polonia y originan, por una parte la masiva migración a las Américas, y por otra, varias revueltas de gran importancia, como la Comuna de París, que anuncian la necesidad de un cambio en las relaciones económicas de la sociedad. El surgimiento de partidos socialdemócratas se produce en Europa Occidental, no así en la Oriental, en la que pervive un modelo feudal, que es más acusado en el Imperio Ruso, que recién en 1861 dará fin a la servidumbre, por un decreto del Zar Alejandro II, sin duda, la más importante de las reformas liberales que Alejandro implementó durante su gobierno.

La situación es similar en los Balcanes, pues el Imperio Otomano aún ejercerá su dominio hasta 1912.

SOCIALISMO Y FACISMO

Es así como las dos fuerzas ideológicas que definirán el Siglo XX, que en efecto se inicia con el nuevo ciclo de guerras, justamente en los Balcanes en 1912, que se extenderá hasta 1992, con el derrumbe soviético y del modelo ideológico del asi llamado “socialismo real”. Este, basado en el concepto de “lucha de clase”, postulado por Marx y Engels, será uno de los factores ideológicos clave, siendo el otro el del nacionalismo, que en su forma más extrema, se expresa como teoría racial, que justifica, en términos pseudo científicos, la natural superioridad genética como razón y justificación de su ascendencia.

EL FIN DE LOS IMPERIOS

La I Guerra Mundial marcará el final de los Imperios Europeos, el Austrohúngaro, el Ruso y el Alemán, y el del Otomano, éste último tras una larga agonía de un siglo por lo menos.

A cien años de Lenin.

En este punto, volvemos a esos centenarios de los que hablamos al inicio, en torno a la figura de Lenin y la controversia desatada en su torno, entre sus corifeos que poco menos levantan una iconografía alrededor de el, y sus detractores, que desde el otro extremo, lo demonizan.

Sin duda, para que una persona despierte las pasiones que Lenin provoca, incluso a cien años de su muerte, se debe a la influencia y al impacto que su vida y acciones generaron en su momento, más allá de los tintes éticos o morales con que se lo quiera evaluar. Es la misma crítica que cabe hacer a revisionistas y reescritores de la historia, que pretenden hoy condenar a Colón por sus acciones en el descubrimiento, o al General Lee por haber sido un efectivo general confederado durante la Guerra Civil americana.

POLITICA Y PODER

Lenin es un político cuyo objetivo, sin ningún disimulo, es el poder. Descubre, en la teoría marxista, un instrumento ideológico que le permite estructurar una metodología para la obtención de su objetivo, y la adapta a unas realidades completamente alejadas de los ámbitos para los cuales Marx la estructuró, las sociedades industriales europeas donde el proletariado industrial era muy numeroso. Como se dijera antes, la condición de atraso del Imperio Ruso, se evidencia con la tardía eliminación de la servidumbre feudal, que en Europa Occidental había sucedido al final de la Edad Media. Según el propio Marx, el país con menores posibilidades de llevar adelante una revolución proletaria, era Rusia, ante la falta de esa base social, el proletariado industrial, que el concebía como la única en capacidad de desarrollar lo que el llama una “conciencia de clase”. La capacidad política y organizativa de Lenin, lo lleva a realizar una suerte de “tour de force”, para adaptar a las condiciones sociales de Rusia, un país con una población campesina superior al 80%, las concepciones ideológicas marxistas, que se imaginaron para escenarios muy alejados de ellas.

UN LIDERAZGO INDISCUTIBLE

Negarle mérito a Lenin por esta adaptación, es absurdo. Desde el exilio en Suiza, Lenin se vuelve el líder y cabeza visible del movimiento revolucionario ruso, y logra estructurar un muy disciplinado partido comunista, que será el instrumento para el golpe de estado contra Kerensky, el líder de la socialdemocracia rusa que había sucedido al régimen zarista, tras la abdicación del Zar Nicolás II, en febrero de 1917. Para poder llegar a Rusia desde Suiza, es indispensable un acuerdo con el Imperio Alemán, pues a causa de la guerra, la única forma que tenía Lenin para realizar ese viaje, era con la connivencia de las autoridades alemanas. Éstas ven una oportunidad para acentuar la crisis interna que vive Rusia tras la caída del zarismo, con el objetivo final de lograr que Rusia se retire de la contienda, con la consiguiente liberación de las fuerzas alemanas en el frente oriental, para utilizarlas en su ofensiva final, para decidir la guerra en Francia, antes de que se consolidara la presencia de los Estados Unidos en la guerra.

El Alto Mando alemán ve en Lenin un arma de destrucción masiva, capaz de lograr la caída del gobierno Kerensky, con el consiguiente retiro de Rusia del conflicto. La historia del vagón “sellado” se produce, y Lenin viaja a través de los ferrocarriles alemanes, hasta el Báltico, tras una misteriosa y jamás aclarada parada en Berlín, pero de la que se pueden inferir ciertas conclusiones, vistos una serie de acontecimientos posteriores, como la súbita disponibilidad de importantes recursos económicos para las campañas bolcheviques en periódicos de toda Rusia, propugnando las tesis leninistas de “pan, paz y tierra”, con enorme resonancia en un país agotado por el conflicto, y al que la abdicación del Zar había dejado en el desconcierto. Un Lenin, que en sus escritos, por la antes mencionada falta de un proletariado industrial, veía necesario un proceso gradual hasta la revolución, de pronto cambia totalmente de estrategia, con sus “Tesis de Abril”, planteando la revolución inmediata.

COMUNES CONVENIENCIAS

Es obvio que algo sucedió en esa parada, en línea con los intereses alemanes, que efectivamente se concretaron en octubre de 1917, con la revolución bolchevique, un muy bien preparado y ejecutado golpe de estado, que derrocó al régimen Kerensky, con el inmediato armisticio en el frente, y la posterior firma de la Paz de Brest-Litowsk, entre las Potencias Centrales y Rusia, con el desmembramiento del Imperio Ruso, sobre todo en su parte europea, pues Rusia debe renunciar a cualquier pretensión sobre varios estados sucesores, como Finlandia y Polonia, e incluso con una Ucrania que buscaba ser un estado independiente, declarándose así efímeramente, antes de ser incorporada a la URSS, luego de la guerra civil rusa.

LEER BIEN LA REALIDAD

El éxito de la revolución bolchevique, nace del pulso político de Lenin, que lee con claridad lo que el pueblo ruso desea, fundamentalmente, la paz, por las terribles pérdidas que ha sufrido en una guerra para la que Rusia no estaba en forma alguna preparada, donde su atraso en la industria pesada debía compensarse con el uso masivo de soldados apenas entrenados y desprovistos del equipo y las municiones que la guerra a escala industrial demanda. Si eso les pasó, en el invierno de 1914 a alemanes, ingleses y franceses, para Rusia fue la norma a lo largo de su participación en la guerra. Además, la movilización que se ha cebado en el campesinado, ha provocado una enorme caída en la producción, con el espectro del hambre por el encarecimiento del pan. Pero la sensibilidad política de Lenin le permite comprender un anhelo esencial de los millones de campesinos rusos, la tierra, que está en manos del estado y los terratenientes la más retardataria casta posible.

“PAN, PAZ Y TIERRA

Con su lema de “pan, paz y tierra”, campesinos que no querían saber nada de la guerra, ante la perspectiva de que esas tres aspiraciones básicas se cumplan, apoyan decididamente a Lenin durante la guerra civil que los enfrenta a los ejércitos blancos, que representaban a la aristocracia terrateniente y al antiguo régimen. Durante 4 años, luego de concluida ya la I Guerra Mundial, Rusia seguirá en una guerra terrible, que le cuesta al país más de 7 millones de muertos, una cifra asombrosa si la comparamos con los 2 millones de bajas sufridas durante la participación rusa en la I Guerra Mundial.

Lenin es un político pragmático que utiliza la ideología para sus fines, algo frecuentemente pasado por alto por sus continuadores, a los que es común ver absorbidos por la teoría.

AUTORIDAD VENERADA Y TEMIDA

Es consciente de la dependencia que tiene el 95% del país, de la figura paterna encarnada por centurias en el Zar, padrecito de las Rusias, así como de la necesidad del aparato estatal de represión, que durante el zarismo fue la temida Okhrana, la policía secreta del Zar, sobre la cual Lenin construirá con el apoyo absoluto de Félix Drzhinzky, el más avanzado y despiadado aparato de seguridad y represión que vería el mundo, la KGB, resultado final refinado de la original Cheka de Lenin, que terminaría colocando a uno de sus directores, Yuri Andropov, como Secretario General del Partido Comunista, y como tal, jefe de estado de la URSS, y a otro de sus miembros, el camarada Putin, como el dirigente de Rusia, tras el derrumbe imperial soviético, desde el año 2000 hasta hoy, con la perspectiva de seguir siéndolo hasta morir, en la tradición de perpetuidad instaurada por el zarismo y fielmente continuada por el régimen soviético, con la excepción única de Nikita Khrushev.

Flexibilidad

Poder absoluto, un aparato para imponer el terror, y adaptabilidad a las circunstancias, será la marca de Lenin como líder político. Nunca dudó en desdeñar las teorías cuando se interponían con la realidad, como en el establecimiento de la NEP, una política económica que permitía coexistir a la agricultura privada, dentro del estatismo de la industria, decisión que permitió superar la grave hambruna posterior a la guerra civil, y recuperar, para 1930, la producción agrícola anterior a la I Guerra. El éxito de esta política sería liquidado por Stalin, al imponer con su habitual brutalidad, la colectivización de la agricultura soviética, que se convertiría en el más claro ejemplo del fracaso del estatismo. Rusia, que históricamente había sido gran exportadora de grano, para los años 70, se convirtió en importador neto de trigo, que lo debía adquirir, para su amargura, de aquellos decadentes países capitalistas de su relato, los Estados Unidos, Canadá, Australia o una Argentina que todavía mantenía algo de esa pujanza que le aportará su período liberal.

CULTO A LA PERSONALIDAD

El tiempo de Lenin en el poder luego de la guerra civil, es muy breve, por su derrame cerebral, que lo limita muchísimo, hasta su muerte en 1924. En torno a su figura, Stalin y el Partido Comunista construyen un enorme culto a la personalidad, con monumentos en todas partes, afiches, películas y toda forma de manifestaciones de admiración, rayanas en lo religioso. El Mausoleo de Lenin, con su cadáver embalsamado para la posteridad, se vuelve en un lugar de peregrinación para los creyentes de la nueva religión, de la que pasa a ser pontífice máximo.

El culto a la personalidad será la impronta más acusada del comunismo en el mundo, su “marca de fábrica”, de la cual sin duda el más destacado exponente será Stalin, glorificado en vida en cada ciudad de la URSS y más allá, pero de ninguna manera el único. Mao tendrá un similar esplendor estatuario, como Kim en Corea del Norte, Fidel Castro en Cuba o Tito en la ex Yugoslavia, y en general, todos los países de la órbita soviética, practicarán con sus líderes similares cultos parareligiosos.

Muy pocos de ellos fueron capaces de vencer las ataduras mentales de la ideología como lo hizo Lenin, una probable causa del fracaso del modelo estatista, que identifica correctamente a la libertad y al pensamiento individual como a su principal enemigo y su mayor riesgo existencial. Lenin, durante su corto ejercicio como gobernante, mostró esa capacidad de interpretar, más allá de camisas de fuerza ideológicas, la respuesta política más adecuada al momento. Ése es un mérito indiscutible, más allá de las diferencias que se puedan tener.

SENSIBILIDAD DE SU ENTORNO

Indudablemente, fue quien mejor supo interpretar el espíritu y las esperanzas del pueblo ruso, un pueblo que, por diversas circunstancias, ha estado lejano de cualquier forma democrática o concepto de algún derecho humano. Lenin actuó en ese marco sociológico, pues no tenía otro en el que hacerlo, y dentro de éste, alcanzó un éxito indudable. A 100 años de su muerte, ya se pueden mirar con más claridad los hechos, y reconocer unas capacidades excepcionales, más allá de juicios morales tan poco válidos como los que hoy se hacen sobre Colón o la Reina Isabel. Los hombres son actores de su tiempo y de su circunstancia y no de otra.