Caen los mitos

No me referiré, como pudiera sugerir el título de este comentario, al Mundial de Fútbol que concita cada 4 años, el interés y la pasión de millones de fanáticos en todo el planeta y que en esta oportunidad ha deparado resultados bastante inesperados como la tempranísima eliminación de Alemania, país ganador en 4 oportunidades y la de Brasil, poco después, pese a sus cinco títulos. Marruecos ha tenido a su cargo el despachar a equipos que, en los papeles, llegaban muy opcionados, como el de Bélgica, que se quedó en la fase de grupos, para luego, sucesivamente, eliminar a España y a Portugal de Ronaldo, para convertirse en la primera selección africana en acceder a las semifinales, donde, dignamente, cayó ante el campeón vigente, Francia.


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LA “IZQUIERDA” MORAL

El mito al cual haré referencia es uno que se ha montado cuidadosamente a lo largo de casi un siglo, el de una supuesta superioridad moral de una entelequia ideológica a la que se denominó “izquierda”, establecida dentro de unos rangos nebulosos, suficientemente vagos como para que, casi cualquier cosa que objetara los conceptos del liberalismo, esto es, el estado de derecho, la defensa de las libertades y derechos individuales ante la prepotencia del Estado, la libre empresa y la libertad de mercado, calificaba para definirla como “de izquierda”.

Presentarse con ese manto, aseguraba, aunque, simplemente, fuera una postura de dientes para afuera, buenos titulares de una prensa ingenua, cuando no cómplice. El final de la I Guerra Mundial, y la toma del poder por parte del bolchevismo en Rusia que, a finales de 1922, hace justamente 100 años, pasó a llamarse Unión Soviética, es un parteaguas decisivo, por las consignas que el nuevo régimen, desde sus inicios, lanzó, presentándose como la “vanguardia del proletariado”, el redentor que llamaba a la revolución al grito de “obreros del mundo, uníos”, y a la lucha de clases, para instaurar la “dictadura del proletariado”.

De todas las proclamas, lo único que quedará al final, es lo de la dictadura, ciertamente no del proletariado, sino, la de los jerarcas del partido, que se perpetuarán en el poder por los siguientes 70 años.

LA DICTADURA PERPETUA

Esta realidad se demuestra sin mayor elaboración. Fuera del ejemplo de la URSS, existen varios casos de presuntos gobiernos “revolucionarios”, otro exitoso slogan mercadeado hábilmente por esa “izquierda”, que en buena medida ha logrado apropiarse de un término cuya connotación en lo social, es exactamente lo contrario del modelo opresor y represor, inevitablemente resultante del establecimiento de un sistema político autodefinido como una dictadura. El modelo instituido es el de dictadura perpetua, como en el caso de Corea del Norte, donde además es dinástica, y ya va por el tercer heredero, llegando ya a los 74 años, igual que en la China “comunista” de Xi.

LA “IZQUIERDA”, EN ÁFRICA Y MEDIO ORIENTE

En África, tras la descolonización, con un importante componente socialista y hasta comunista en los movimientos de liberación, emergieron gobiernos autoproclamados de “socialistas” que se quedaron décadas en el poder atracando a sus países en miles de millones de dólares, como el de Gadafi en Libia, que duró 42 años en el poder, hasta su derrocamiento, y cuya mal habida fortuna se calcula en casi 90 mil millones de euros; o el del dictador angoleño José Eduardo dos Santos, bastante incompetente en eso de robar, si se lo compara con Gadafi, pues “solo” saqueó unos 2.000 millones, líder del marxista MPLA, sostenido y apoyado por sangre y tropas cubanas, forma en que Cuba pagaba la “ayuda” soviética, bajo el ampuloso título de “solidaridad socialista”.

Líderes de este cuño “socialista” fueron no la excepción, sino la norma en el continente africano, y dentro de la lista de “honor”, no puede faltar Robert Mugabe, el dictador de Zimbabwe tras las guerras de independencia, cuyos festejos en medio de la miseria de su pueblo, víctima de la peor inflación en la historia, eran un insulto a esa gente que, ingenuamente, había visto en el a su guía y conductor. En Medio Oriente, sin duda están las figuras estelares de los socialismos sirio e iraquí, Hafez al Asad y Saddam Hussein, con 31 años en el cargo el primero, lo heredó a su hijo Bashar, quien lo ejerce ya por 22, en medio de una sangrienta guerra civil que ya dura 10 años y ha costado medio millón de víctimas y unos 6 millones de exiliados; y, el segundo, que gobernó Irak durante 33 años. Tanto Bashar como Saddam han cometido crímenes de guerra atroces, utilizando armas químicas contra sus propios ciudadanos, que se rebelaron contra ellos.

LOS “SOCIALISMOS” AMERICANOS

Las mismas lacras morales que ya se han mencionado en Asia, Medio Oriente y África, han caracterizado al ejercicio “socialista” en Latinoamérica. Ese mismo atornillarse al poder, la misma cínica impudicia para robar a su gente, igual o peor incapacidad e ignorancia para gestionar los vastos recursos de una tierra fértil y unos recursos minerales envidiables. Ahí está a la vista de todos el “socialismo” cubano, que a lo largo de 62 años ha ido degradando la vida de su pueblo, llevándolo cada día a nuevos niveles de miseria, negándole cualquier esperanza de futuro. 62 años de pretextos y de culpar a otros por sus fracasos, incapaces de reconocer sus errores y dar un paso al costado. Pasarse vendiendo slogans vacíos como el “patria o muerte”, representados por un criminal con boina como epítome del “revolucionario”, ha sido sin duda su mayor y quizás única virtud. Nuevamente, la codicia se presenta como común denominador de los “socialistas”, con los 900 millones que le son atribuidos a Fidel Castro por la revista Forbes que empalidecen ante los 4.500 millones que posee la hija de Chávez, otro héroe “socialista” y “revolucionario”.

El brillante e ilustrado marxista Maduro, que hasta el año pasado ya se habría robado 1200 millones, al decir del periodista Jaime Bayli, y, según el asambleísta venezolano Ismael León, el otro peso pesado “socialista” Diosdado Cabello, se habría apoderado de 3.500 millones de dólares. Estos niveles de saqueo resultaban posibles en una Venezuela con recursos para ser de los más ricos países del mundo, hasta que, en una demostración de incompetencia a un nivel increíble, lograron quebrar al país y condenar al hambre a su pueblo, y al exilio a tantas o más personas que Siria en una guerra civil de 10 años. Otro “socialista” y “revolucionario” en ejercicio, hijo putativo de Anastasio Somoza, por la brutalidad de su sistema represivo, es el símbolo histórico de la “izquierda”, el dictador Daniel Ortega, implacable persecutor de curas y monjas de la caridad, por conspirar en su contra. Junto a ellos, ha echado a más de 100 mil personas al exilio. La afición al dinero fácil es también notoria, en el dictador, su esposa y el grupo familiar con una fortuna estimada de 2.500 millones de dólares, en uno de los países más pobres de la región.

EUROPA TRAS LA GRAN GUERRA

La agitación social reinante, sobre todo en Europa, tras un conflicto que destruyó las vidas de varios millones de personas, sea porque murieron o quedaron mutiladas y donde también han cambiado profundamente las interrelaciones al haberse incorporado masivamente la mujer al trabajo industrial, en reemplazo de aquellos millones que fueron movilizados hacia el conflicto que, una vez concluido, gracias a la destrucción de muchas industrias por la naturaleza de la guerra, así como por el tiempo que tomó desmovilizar y regresar a los combatientes, dio como resultado un importante índice de desempleo, que generó entre sus afectados un resentimiento profundo, al haber ellos dado todo por sus países, y sentir que, en su hora de necesidad, la sociedad les daba la espalda. Muchos de ellos se integraron a partidos políticos extremos, que planteaban el reemplazo de una tradición política y social, que no respondía a sus demandas. Bajo ese amplio manto de “Socialismo”, se juntaron en el empeño de cambiar todo, tanto partidos de tendencias marxistas o social demócratas, como otros, que ven el

cambio en términos, no de la lucha de clases marxista, sino de una superioridad racial o cultural. En 1922, se vería al Partido Nacional Fascista, dirigido por Benito Mussolini, tomar el poder en Italia, tras la Marcha sobre Roma, en octubre de ese año, Es decir, otro octubre, ya no rojo, sino negro, como las camisas de sus seguidores. Para evitar las desmemorias, conviene señalar que Mussolini fue miembro del Partido Socialista Italiano, y director, entre 1912 y 1914, de Avanti, el periódico del partido socialista, del cual es separado por no apoyarle en su línea editorial nacionalista de cara a la guerra. Tras el final de esa hecatombe bélica, fascistas y comunistas serían los actores de la violencia política en la calle, que terminó en el golpe del 22. También en Alemania surgió un partido que se definiría como “socialista” y “de los trabajadores alemanes”, y nacionalista. Se trata de los Nacional Socialistas, dirigidos por Adolfo Hitler, un obscuro cabo austríaco, que luchó por Alemania en la I Guerra Mundial. En 1923 fracasó un golpe de Estado inspirado y comandado por él, para, en 1933, por medios democráticos, tomar el poder en Alemania, desmantelar la República y fundar el III Reich, con las trágicas consecuencias por todos conocidas.

LA PALABRA DE MODA

Todos aparecen como “socialistas”. Es la palabra de moda, el requisito para ser reconocido como hombre “progresista”, a pesar de la falaz y evidentemente falsa tesis de que el retorno al autoritarismo y a la dictadura como sistema de gobierno pueda ser vista, de alguna manera, como progreso.
Eso es, exactamente, lo que propugnan esos “socialistas” de variado cuño, para quienes las nociones democrático-liberales resultan una debilidad.

EL “HOMBRE NUEVO”

De lado y lado se empeñan en la creación del “hombre nuevo”, a imagen de sus desvaríos clasistas o racistas. Buscan el control absoluto de la población a través de mecanismos diversos. El adoctrinamiento de las juventudes es el camino para formar a este segmento poblacional, en la obediencia y en el fanatismo absoluto, y convertirlos en robots dispuestos a todo contra sus enemigos. Los “pioneros” soviéticos, las “juventudes hitlerianas”, los “balillas”, fueron adoctrinados cuidadosamente y utilizados en las guerras como entusiasta carne de cañón. Todos los excesos que se produjeron en la URSS contra el campesinado ucraniano entre 1930 y 1934, calificados hoy como genocidio, que provocaron la muerte por hambre de una cifra indeterminada, de 4 a 8 millones de seres humanos, fueron cuidadosamente ocultados por periodistas europeos y americanos que, por alguna razón, faltaron a su deber ético de dar al mundo cuenta de lo que ocurrió. Luego, esos mismos periodistas presentaron a la URSS como un país que progresaba, en un momento en el que el mundo democrático estuvo en plena crisis del 29 y en 1937, las grandes purgas de Stalin contra sus fuerzas armadas tampoco merecieron mayor comentario.

ASESINOS, LOS OTROS

Tras la muerte de Stalin, a pesar del terrible informe de Khrushev sobre las atrocidades de este oscuro seminarista georgiano, buena parte de la intelectualidad europea, con Sartre a la cabeza, se hicieron de la vista gorda, justificándolas como una necesidad histórica. Lo mismo harán con Mao, y sus 50 millones de muertos de hambre.

AMÉRICA LATINA

En América Latina sufrimos de las mismas cegueras selectivas. Tratamos contra viento y marea, mantener vivo el agotado mito de la Revolución cubana, de cuyos desastres y brutalidad poco se habla en la “izquierda” complaciente y cómplice de tiranos y dictadores, que hoy sale en defensa de uno de los suyos, el del Perú, cuando, por una torpeza manifiesta, fracasa en su golpe de estado. Resulta increíble que éstos apóstoles de la no intervención y del respeto a la soberanía nacional, que se rasgan las vestiduras porque alguien actúe para defender el sistema democrático, desconozcan la legitimidad de la vicepresidenta del Perú, integrante de la misma papeleta electoral del presidente golpista, cuya actuación no ha dejado ni un resquicio de duda respecto de su absoluto irrespeto a la institucionalidad legal, con la prepotencia que ha caracterizado a golpistas de toda laya, y de su contagioso encanto por las riquezas.

EL VIRUS DEL AMOR AL DINERO

Es contagioso, porque su ejemplo ha cundido incluso hasta el parlamento europeo, donde las tentaciones del dinero, cual serpiente en el paraíso, han sido demasiado para que otra Eva, la “socialista” Eva Kaili, vicepresidenta del Parlamento, pueda resistirlas, con otros parlamentarios, también “socialistas”, involucrados en estos chanchullos. Estas actuaciones, que resultan imposibles de ocultar bajo la alfombra, son de lo más útiles para desmantelar el renqueante mito de la “superioridad” moral y ética que se han arrogado, y que es un insulto a la inteligencia. Escucharlos formular unas alambicadas justificaciones para explicar porque, cuando uno de los suyos es el golpista, está de antemano perdonado, sería para reírse, si no fuera tan triste constatar la cantidad de ingenuos que se siguen tragando esas ruedas de molino.
Parecería necesario agregar, entre las bienaventuranzas, una que consuele a los ingenuos, pues teniendo ojos, nunca verán nada.

Dr. Alan Cathey