Argentina al día siguiente




Balcones, balcones. Buenos Aires es la ciudad de los balcones. No sé si en alguna planeación urbana del pasado hubo pacto tácito que permanece hasta hoy o si sea parte de Arquitectura 101 o si es el sentido común el que dicta alargar el hogar un pedacito más afuera para ver si se alcanza a tocar el árbol mientras se ve la vida pasar, un pedacito donde parece más afuera que adentro y viceversa; la cuestión es que la ciudad está plagada de esos pedacitos. Sus usos son variados: se toman cafés, se fuman cigarros, se plantan flores, se cercan para que el gato no se escape, se tapan para que el sol de verano no queme tanto, se acarician árboles, se mira la gente pasar, se recitan poemas, se alzan copas, se entonan discursos, le hablan a su gente, se mira al cielo, se calla y se grita, en fin: vida propia de los balconcitos.

La noche de las elecciones
No tengo televisión, ni tampoco un reloj de pared, así que muchas veces la noche me toma por sorpresa y las noticias también. La noche del domingo 19 de noviembre, una vez terminado el conteo de votos de la jornada electoral, me sorprendieron gritos inesperados, los argentinos decidieron salir a su balcón. Unos a festejar, algunos a desahogar, otros a rezongar. Se escuchaban arengas ciudadanas, festejos esperanzados: ¡Por fin, paramos de sufrir! ¡Viva la libertad, carajo! En un grito que esconde la esperanza de que con sufragar sea suficiente, veremos. Y también estaban las respuestas, menos fuertes, menos frecuentes, derrotadas: ¡Tranquila que ya van a sufrir… votaron mal! ¡¿Y ahora?! ¡Tiraron todo a la basura! Era un ida y vuelta en el que se sentía la potencia de una elección histórica: el peronismo, quizás la fuerza política más grande del país había sido derrotado por más de 10 puntos por una propuesta de derecha liberal. Javier Milei acababa de ganar las elecciones presidenciales.



La vuelta del obligado
En Argentina, el 20 de noviembre se festeja el Día de la Soberanía Nacional. Se conmemora la Batalla de la Vuelta de Obligado de 1845: un ejército que resistió, en inferioridad de condiciones, la invasión de otro anglo-francés con pretensiones de colonizar. Resistencia que ratificó y garantizó la soberanía e independencia del país. La cercanía de la fecha de este feriado con las elecciones es pura coincidencia. Una coincidencia que a un bando le resulta paradójica y al otro una señal clara del destino. Las coincidencias viven en ese vaivén, dependen del lector.

El día siguiente
Ese mismo lunes 20 de noviembre, “el día después”, amanecía soleado. Desde el balcón notaba que el cielo estaba raro, celeste con pocas nubes que se movían, había viento, todo parecía muy normal, pero estaba raro. Parecía como si no le importaran elecciones, presidentes, ni peleas de balcón. Uno a veces quisiera que la naturaleza brinde alguna señal. Las calles estaban tranquilas, quizás por el feriado, quizás por las certezas. El clima político había estado tenso las últimas semanas y el hecho de tener certezas siempre acarrea cierta paz. “Ahora a trabajar y a ver qué pasa” (¿no fue siempre así?) parecía ser el lema de los pocos quiosqueros y cafeterías que habían decidido abrir temprano en un feriado nacional. Algunos dijeron que era justo un día para reponerse de semejante jornada.


Colores brillantes del Caminito en el barrio de La Boca de Buenos Aires

A la tarde se percibían las primeras reacciones en diferentes esferas. Empezaron a llegar noticias. El peronismo, en búsqueda de explicaciones, aduce un efecto de la masa neutra, aquella que no era de derecha y tampoco de izquierda, una masa que brama indiferencia política, que no milita, muchos no comprenden ni quieren comprender al monstruo político, pero sufren igual.

Aducen también que perdieron el voto de los jóvenes, se escucha claro algo que se venía repitiendo semanas atrás: “nacieron en democracia” “ellos no vivieron” haciendo referencia al periodo oscuro de la dictadura. Lo cierto es que toda esa masa que rechaza etiquetas tiene ansias de aires nuevos y los jóvenes no han vivido más que una continua precarización económica y laboral.

Aires diferentes, ¿aires buenos?
Argentina sufre una hiperinflación de más del 140%, los últimos índices de pobreza superan el 40% y registra un 10% de indigencia: Un país que viene sangrando hace mucho tiempo. Ese es el legado de un gobierno que pretendía la continuación y que encontró la mayoría de los ciudadanos desencantados de ideales que parecen perderse en medio de la economía de la calle, esa es la que manda, esa donde el pan y la leche no deja de aumentar de precio: evidencia que no requiere de demostraciones extras.

Del otro lado, en el joven partido “La Libertad Avanza” se presentaron propuestas económicas liberales, entre ellas la dolarización que promete calmar la crisis monetaria e inflacionaria, y algunas promesas de campaña radicales que asustan por rozar el límite de los derechos ciudadanos, algunos ganados y ratificados en las calles en los últimos años, como la ley del aborto voluntario que promete ser amenazada; también se propuso una privatización sin precedentes que acecha al modelo actual de educación y salud pública, dos bastiones de la sociedad argentina.

El pueblo pedía un cambio
Hay que decir —ni siquiera es necesario decirlo— que había algo de quimérico en imaginarse presidente al ministro de economía actual que registra la peor crisis monetaria del país. Estuvo cerca. Así como era bastante lejano pensar ganador al candidato de ultraderecha de propuestas radicales, sobre todo por la violencia que emanaba su discurso de campaña, discurso que prometía romper todo, pero ¿a costa de qué? Veremos. Era una elección muy complicada en un pueblo que lo único que pedía era CAMBIO.

Hoy, en las noticias y en la calle se habla de la transición de gobierno y de incertidumbre, pasar las primeras semanas y esperar a ver qué pasa con los precios, qué pasa con el dólar, con la oposición, con las protestas, con el cambio, esperar a ver qué pasa…

Hubo quien salió a comprar víveres anticipando alguna especulación en los precios, hubo quien salió a comprar dólares, hubo quien afirmo resistencias, hubo organizaciones prometiendo atrincherarse ante cualquier amenaza a los derechos humanos, hubo organizaciones políticas estudiantiles prometiendo salir a las calles de ser necesario, hubo también quien se quedó en su balcón a esperar.

Desde el próximo 10 de diciembre
El 10 de diciembre veremos a Javier Milei, el presidente electo de la República Argentina, asumir sus funciones y tendrá que dirigirse a un pueblo dividido que viene sufriendo hace demasiado tiempo, un pueblo harto de la crisis económica, un pueblo que le pide cambio.

Esta vez le tendrá que hablar también al 45% de argentinos que no lo votaron, esta vez tendrá que defender la unidad. Se vaticina una gobernabilidad complicada, son necesarios acuerdos con la oposición. Seguramente lo veremos vislumbrar nuevas alianzas, nuevos nombres, lo veremos ratificar proyectos, detallar tiempos, ajustar y aflojar propuestas.

Y todo esto lo hará desde su nuevo espacio, el rosado, su balconcito presidencial.