¡Ah! ¿El fútbol seguirá siendo un deporte?

Este campeonato mundial de fútbol que se juega en estos momentos en Qatar, al menos en el Ecuador, pasará a nuestra historia como el gran distractor que nos ha llevado a olvidar la serie de trafasías que los políticos cometen todos los días.


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Todos los ojos y el corazón de los ecuatorianos se han trasladado a Qatar, esa tierra lejana donde una pelota rueda durante algo más de 90 minutos, en cada partido, y absorbe no solo la atención, sino hasta los latidos del corazón y hace que nos olvidemos de temas como la inseguridad, la corrupción, la violencia carcelaria, la quiebra de la Constitución y las Leyes por parte de quienes tienen la obligación de hacerla respetar, y hasta el intento por parte del narcotráfico por imponer sus condiciones en la vida de nuestra sociedad.Confieso que soy un aficionado más del fútbol; no soy un fanático, pero sigo las incidencias de nuestro campeonato y, por supuesto, de la actuación de nuestra selección en el Campeonato Mundial.

Es que en mi lejana juventud el “jogo bonito” de la selección de Brasil encandilaba mis ilusiones y mi secreta apuesta por sus triunfos. Allá, en aquellos años, esa selección imponía un sistema de juego basado en los números 4 -2 – 4, y con esa estrategia se imponía ante cuanto rival se lo oponía.

Luego otros directores técnicos ensayaban otros esquemas: 3 -3 -4; o quizás, 5 -2-3; tal vez un 3 -3 -2 -1, intentando conseguir los triunfos que alegraran a la afición y elevara sus sueldos y bonos. Pero vino la era de Joao Havelange y la magia sentimental del fútbol se terminó.

El fútbol baja la presidencia de la FIFA del brasileño se convirtió en un negocio de inimaginables proporciones. Ya no se jugaba por el amor a la camiseta de un club o de un país; no, ahora, era el dinero el dictador de todas las reglas de este deporte.
Junto con ello, las reglas intentaron ser cambiadas. Se determinó que la barrera ante un tiro libre debía ubicarse a 12 pasos, o mejor dicho a 9,5 metros del punto del disparo. Se intentó normar la pena máxima con aquello de que solo se pitará cuando la mano vaya a la pelota, pero cuando la pelota vaya a la mano del jugador se considerará un tiro libre.

Cuando los arqueros cometieran foul dentro del área, serían sancionados con tarjeta roja, etc., etc. Luego, en los últimos tiempos, se permitió el ingreso de la tecnología a “apoyar” a los árbitros a que no cometan errores o inusticias. El VAR se hizo presente. Y todo esto lo escribo, para que mis lectores no crean que soy un ignorante del fútbol. Algo sé de sus reglas y de su historia; por eso, ahora confieso que me siento confundido por aquellas cosas que están sucediendo en Qatar, y quisiera que alguien me las explique para que mis entendederas puedan dejarme dormir en paz.

Intromisión de la política en el deporte

El barón de Coubertin, al fundar el Comité Olímpico Internacional (COI) en 1894, proclamó la separación del deporte de la política. Él quería que el deporte se mantuviera alejado de las mentiras y triquiñuelas comunes en las prácticas políticas para que las justas deportivas fueran un ejemplo de honestidad y dignidad.

Esa pretensión cobijó todos los juegos Olímpicos de la era moderna, desde su primera edición llevada a cabo en Atenas, capital de Grecia, a partir del 6 de abril de 1896, y las siguientes ediciones que se han realizado cada cuatro años en diversas ciudades del mundo. Con los estallidos de la Primera y Segunda Guerras mundiales, cargadas con aberrantes ideas políticas como el racismo y la prepotencia de las tiranías, obligaron a suspender las Olimpíadas de 1916, 1940 y 1944; demostrando la validez de esa pretendida separación. La postergación de la de 2020 para 2021, debido a la pandemia de COVID-19, mostró que también la salud podía atentar contra el deporte. El fútbol profesional tiene otras reglas que definen, incluso, el Campeonato Mundial; pero, para el común de los mortales como yo, parecía que el objetivo de separar al deporte de la política, también formaba parte de la práctica de estos juegos.

Pero, primero en el Campeonato Mundial jugado en Argentina en 1978, donde una aberrante dictadura pretendía justificar su existencia ante su pueblo y, ahora, en Catar, donde la política aparece como un elemento decisivo y motivador de crítica a un país y a un gobierno de extravagantes gustos y formas de vida. Por eso, mi pregunta tiene que ver con esta constatación: ¿Qué tiene que ver el Campeonato Mundial de Fútbol con la defensa de los derechos humanos?

¿Es que acaso, los derechos humanos, tal como se entiende y se proclama en un país del Medio Oriente, como Qatar, de mayoría musulmana, difiere de la forma como se entiende en Occidente?

Estrategia vs., Alegría

En mis primeros recuerdos guardados en mi memoria, Brasil era el país del “jogo bonito” y dominaba casi todas las citas mundialistas de fútbol. Era un espectáculo encantador ver como sus jugadores buscaban siempre alcanzar la portería adversaria para convertir el mayor número de goles. Hoy, en cambio, en el actual Campeonato Mundial, casi todas las selecciones (por no decir, todas) buscan perder con el menor número de goles.

Cuando no tienen claridad en el ataque, buscan siempre, retroceder la pelota, donde la defensa e incluso el arquero tienen una misión especial: enfriar al ímpetu de los delanteros del equipo contrario. Sería interesante que aquellos especialistas del fútbol, que todo lo convierten en estadísticas nos dijeran cuántos minutos de juego se consumen en este tipo de estrategia donde lo importante es impedir que el adversario haga goles, cuando la magia y el encanto del fútbol es conseguir el mayor número de goles.

Por eso, mi segunda inquietud se refiere a la posibilidad de rescatar la magia de jugar al fútbol, y dejar atrás la práctica de impedirlo. ¿Será posible que la próxima Copa Mundial del Fútbol, se premie al equipo que alcance el mayor número de goles? Por supuesto que tengo otras dudas e inquietudes sobre este maravilloso deporte y de su máxima expresión, como es el Campeonato Mundial, pero si alguien me explica las dos anteriores me doy por satisfecho.

Y LE CONTESTARON

Ante las inquietudes de Fausto Jaramillo enviamos su contenido a distinguidos profesionales a fin de obtener su criterio. Uno de ellos nos ilustra con sus conocimientos y se convierte este en un raro artículo que vence todas las reglas de la información, a decir de uno de ellos es un artículo escrito a doble mano. A ambos nuestro agradecimiento por la gran colaboración que siempre nos brindan.

La Dirección

Dice que las inquietudes planteadas tienen, en mi concepto, estricta relación con dos aspectos fundamentales a considerar en cuanto a las características actuales de este deporte.

Por un lado, por ser el deporte de masas por excelencia, que une al pueblo en una causa común, efectivamente ha servido y sirve como el “gran distractor” para cubrir y olvidar deficiencias, carencias e incorrecciones, por lo que gobiernos de todo tipo, pero especialmente autocráticos, lo han utilizado para calmar tormentas internas y procurar lavar su imagen internacional. Esto a pesar de la supuesta intención de separar el deporte de la política. A más de Argentina en los 70, Rusia y Catar son dos ejemplos recientes, en donde la geopolítica en el primer caso y el dinero, no siempre usado correctamente, en el segundo, fueron determinantes para la designación de las sedes de los dos últimos campeonatos mundiales. Lo de Rusia, a la luz de lo que estamos viviendo, no requiere de mayor explicación.

En cuanto a Catar, es difícil entender que un país pequeño, sin ninguna tradición futbolística, con cerca de 3 millones de habitantes, de los cuales el 80% son inmigrantes, que en su mayoría no reciben un trato justo, por tratarse de una autocracia islámica, sea sede del Campeonato Mundial de Futbol, si no se considera que el país tiene una de las reservas de gas natural mas grandes del mundo, y en consecuencia nada en dinero. Su designación se basó en la realización de inversiones de alrededor de 200 mil millones en la construcción de estadios y obras de infraestructura. Para poner las cosas en perspectiva, la inversión de Rusia en el campeonato de 2018 fue de 15.000 millones. Se comenta, además, que esta designación “coincidió” con la compra a Francia de una importante flotilla de aviones de combate, por algunos miles de millones de dólares. Frente a estas cifras, el problema de los derechos humanos en Catar, que se conoce desde hace mucho tiempo, pasó a segundo plano.

LAS SEDES

La designación de las sedes las realiza la Federación Internacional de Futbol Asociación – FIFA, entidad internacional que agrupa las federaciones de futbol del planeta y que se ha manejado tradicionalmente con total independencia y secretismo. En la medida en que el volumen de negocios derivado de la cada vez mayor difusión de este deporte fue creciendo, crecieron también las dudas sobre la corrección de sus procedimientos, lo que finalmente derivó en sonadas sentencias contra altos funcionarios de la entidad por parte, en primera instancia, de la justicia de Estados Unidos y luego de Suiza

Esto nos lleva al segundo aspecto fundamental para el análisis, el crecimiento exponencial del negocio del futbol a nivel mundial. Su gran difusión a nivel mundial, aupada en el gran desarrollo de la tecnología de la información, ha llevado este deporte a los rincones más recónditos. Partidos del mundial, que hace años los escuchábamos a través de radiodifusoras hoy los vemos en directo en nuestro teléfono celular.

Derivado de esta gran difusión, la generación de negocios ha crecido enormemente, tanto para los clubes como para las empresas organizadoras y transmisoras de eventos, así como para las proveedoras de indumentarias y materiales. Las cifras son impresionantes, se estima que el volumen de negocios que giran alrededor del futbol a nivel mundial es superior a los 700 mil millones de dólares anuales.

Por su parte la FIFA facturó 7.500 millones de dólares en ingresos por los acuerdos comerciales por cuatro años relacionados con el mundial de Catar. Concomitantemente los salarios de los jugadores han crecido exponencialmente. A manera de ejemplo, el futbolista francés Mbappe, que actualmente es el mejor pagado del mundo, gana en su club, el PSG, 55 millones de euros al año, es decir 154 mil euros diarios, y esto sin considerar los ingresos adicionales por derechos publicitarios, que probablemente duplican esta cifra. En estos días se ha divulgado en la prensa internacional que Cristiano Ronaldo recibió una oferta de un club saudita de 207 millones de dólares anuales por salario y acuerdos publicitarios.

Las cifras señaladas determinan que la primerísima prioridad de los actores primarios en esta actividad, es decir jugadores y clubes, sea obtener resultados positivos, es decir ganar partidos y campeonatos, que redunden en mayor asistencia y venta de licencias y derechos publicitarios El “jogo bonito” queda como algo necesario pero secundario. Es importante meter muchos goles, pero mucho más que nuestro rival nos meta menos.