Jubilación y salud para las amas de casa

Progresar como país implica aprender a privilegiar la protección de los más débiles ante las crisis que se suscitan. En ese contexto, el descenso en la afiliación de amas de casa al IESS resulta extremadamente preocupante. No hay explicación demográfica ni migratoria que justifique semejante transformación; al contrario, en una situación de sano crecimiento económico e incorporación de la ciudadanía al Estado, la cantidad de estas afiliadas debería haber aumentado. Lo único que se está gestando es una situación de exclusión aún mayor para un sector tradicionalmente desprotegido.

Los inmensos índices de informalidad laboral de hoy implican, ya de por sí, que una gran cantidad de ecuatorianos no tendrán en su vejez una jubilación asegurada. No obstante, esa situación afecta en mayor proporción a las amas de casa, que muchas veces dedican la etapa más productiva de su vida a tareas de cuidado de la familia y del hogar solo para verse sin un sustento en sus últimos años. Las altas tasas de divorcio, así como las crecientes muertes de jóvenes producto de la crisis de seguridad, afectan los cimientos de ese apoyo familiar en el que muchas mujeres cifran sus esperanzas para la vejez o la enfermedad.

Dado el modelo ecuatoriano de seguridad social —que tiene la solidaridad como pilar— la opción para las amas de casa resulta financieramente muy conveniente. Le corresponde al propio Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, por medio de campañas y de esfuerzos de divulgación, reactivar el interés por esta medida en un sector que, además, tradicionalmente ha demostrado ser un excelente cumplidor de sus obligaciones.