Cuatro décadas honrando al ciudadano

Cumplir cuarenta años suele significar, oficialmente, el fin de todo vestigio de juventud —algo que puede resultar doloroso en una cultura en la que se idolatra el temerario ímpetu juvenil—. Sin embargo, marca también el inicio de una nueva etapa, de madurez, en la que la vida se torna mejor, tanto porque se empieza a poner en práctica las valiosas lecciones que ha dejado el pasado, como porque se comienzan a cosechar los frutos de décadas de trabajo honesto. Ninguna institución llega a su cuadragésimo aniversario si es que no sabe permanecer fiel a sus principios, cumplir su misión y servir cabalmente a su público; eso es lo que ha permitido a Diario La Hora mantenerse vigente y ser la escuela en la que ha formado a gran parte de lo mejor del periodismo nacional.

En un país en el que la atención de las autoridades suele, de forma injusta, posarse principalmente en los grandes centros de poder, La Hora ha creído siempre que no puede existir verdadera unidad nacional si es que no se le da voz a cada provincia. Las ediciones regionales han honrado ese compromiso.

A lo largo de estas cuatro décadas, La Hora ha acompañado al Ecuador en todos sus pronunciados altos y bajos, propios de un país tan hambriento de institucionalidad, consensos y equidad. Sin embargo, tanto en los momentos de mayor recocijo y esperanza, como en los de miedo y desazón, este periódico jamás ha dejado de creer, ni por un instante, que el pueblo ecuatoriano merece la democracia, merece la libertad y que siempre avanza inexorablemente, por más que a veces trastabille, hacia un futuro de prosperidad y desarrollo.

Quienes han hecho La Hora a lo largo de estos cuarenta años siempre han buscado orgullosamente el beneplácito y el bienestar no de los poderosos, sino de esos ciudadanos comunes —trabajadores, optimistas, valientes, bienintencionados y sinceros— a los que cada día intenta emular y honrar. Ojalá podamos hacerlo por, al menos, cuarenta años más. Gracias por leernos.