Iván Paredes
Los ecuatorianos hicieron prevalecer aquel viejo refrán que dice: ‘La voz del pueblo, es la voz de Dios’ y, no era para menos cuando la tranquilidad, la paz, sobre todo la vida, se encontraba en alto riesgo producto de una delincuencia que cada vez fue ganando espacio y terreno poniendo al país en grave conmoción, donde el Estado estuvo a punto de colapsar dentro de un sistema que lo mal utilizaron para beneficio de un grupo que no le importaba el destino de los 17 millones de ecuatorianos, alineándose con organizaciones delictivas nacionales e internacionales que han ido corrompiendo a la juventud y convirtiéndoles en sus peones de execrables crímenes que desfiguraron su imagen y comportamiento, que en otrora era ejemplo para América Latina.
Sabiamente se ha manifestado no querer un Ecuador plagado de corrupción y delincuencia que, es necesario que las Fuerzas Armadas controlen e intervengan en los asuntos internos donde esta en riesgo la seguridad ciudadana, que es imperativo retomar los tiempos anteriores donde el país era considerado como una isla de paz, al punto que no saber que es el sicariato, porque no se encontraba en su léxico, peor aún, practicar un acto tan vil y canallesco, pero que fue introducido por grupos ilegales extranjeros en complicidad con politiqueros que han dejado demostrado su único afán el enriquecerse y servirse, a costa de una sociedad incrédula que esperaba un mejor futuro dentro de su Patria digna y querida.
Categóricamente, se ha decidido sobre la extradición de aquellos que han delinquido sin temor, vergüenza y descaro, talvez, por el ejemplo que vieron en su entrono familiar, en especial, en sus padres, por el entrono social donde se han ido formando o por la falta de personalidad en querer obtener riqueza, poder y posición social.
Con la correcta decisión del pueblo ecuatoriano, esperemos que la Legislatura y la función Judicial cumpla y respete su decisión, por beneficio de todos y, porque queremos un Ecuador limpio de toda violencia y corrupción.