Un gobierno sin luz ni ideas

Christian Pérez Escobar

Cuando algo ya no tiene solución y está destinado irremediablemente al fracaso, se suele decir popularmente que “el último en salir apague la luz”, esto como una señal de derrota y desinterés por enmendar lo que se ha destruido.

Estamos a un poco más de un mes para que Guillermo Lasso dé paso al cambio de gobierno y termine su mandato anticipadamente con una evaluación paupérrima: es uno de los mandatarios con más bajo nivel de aceptación en América Latina y deja un país a la deriva, con un Estado más que fallido, donde la delincuencia controla libremente bastos territorios del país, sin servicios públicos eficientes, con instituciones públicas apoderadas por la corrupción y con un sentimiento de miedo y abandono sin precedentes en la población. Al parecer, Lasso y su gobierno, al darse cuenta de que ya no hay nada que hacer con la desgracia que generaron, apaga la luz antes de irse, no sin antes seguirnos sorprendiendo con su actitud desvergonzada a la que nos tienen ya acostumbrados.

En efecto, los racionamientos del servicio de energía eléctrica no es responsabilidad de gobiernos anteriores sino de la falta de previsión del desgobierno actual. Así lo ha reconocido el propio Ministro de Energía y Minas, Fernando Santos Alvite, quien públicamente reconoció “no haber previsto la sequía porque es un ser humano y comete errores”; y peor aún, descaradamente señala que “así es la vida, llena de accidentes”. Esto debería explicar a los pequeños productores que no tienen la capacidad económica para adquirir una planta de generación de electricidad, a la panadería del barrio, a la tienda de la esquina o al pequeño restaurante, quienes no pueden continuar con sus labores productivas y les representan pérdidas económicas considerables. Parecería que nos quieren vender la idea de que el Estado no sirve y la privatización del sector eléctrico es lo mejor que nos puede pasar.

El país desea con ansias que Lasso y su séquito desalojen Carondelet, pero sobre todo anhelamos que el nuevo gobierno, más allá de su tesis ideológica, sintonice con las necesidades urgentes que son eminentemente sociales.