La mejor vacuna, es la que te pones

Giuseppe Cabrera

Ha pasado más de un año desde esta nueva vida compleja, en Ecuador la pandemia comenzó en marzo de 2020 y mucho dolor y sufrimiento pasó en medio, por la desastrosa gestión de la pandemia del impresentable ex Presidente Moreno; pero, después de tanto, la vacuna nos trae esperanza, a pesar de que aún la ciencia no descifre por completo y tenga una opinión unánime, sobra cuánto tiempo más tendremos que convivir con este virus y si la vida como la conocíamos antes: los conciertos masivos, desfiles, festivales y fiestas serán cosas del ayer o si podremos encontrarnos nuevamente con esas experiencias masivas de interacción cosmopolita.

Aún con esas incertidumbres la vacuna es un alivio, es la posibilidad de libertad y seguridad. Nos brinda mayor libertad de movilidad interna y entre países. Libertad de retornar al trabajo. Libertad de visitar a la familia un domingo. Libertad de vivir. Y, claro, la vacuna no significa bajar la guardia, ni que no te vas a contagiar. La vacuna representa una capa de seguridad para salir a redescubrir la vida, con recelo, pero, con ansias de recuperar algunas cosas perdidas.

Frente a estos atisbos de esperanza, seguridad y vida, debemos acudir al llamado solidario de vacunarnos cuando el cronograma disponga nuestro turno. Hay toda una geopolítica de las vacunas que impide adquirir todas las dosis que quisiera cualquier país pequeño como Ecuador, frente al monopolio ilimitado, principalmente de EEUU, pero, también de Europa y ante eso, cuando haya la oportunidad tenemos que vacunarnos con la dosis existente, pues todas las vacunas que están llegando a Ecuador cuentan con el respaldo de la OMS. Y, mientras no se liberen las patentes estamos a expensas de las farmacéuticas.

No existe una vacuna de primera categoría y otra de segunda. Solo existe: vacunarse o no vacunarse. Vacunarse no es solo un acto de racionalidad individual para protegerme, es también un acto de solidaridad con la sociedad, con nuestra nación, con la patria. Mientras más personas estemos vacunadas, más pronto podremos ocuparnos de tantas desigualdades e injusticias sociales, que cruzan al Ecuador.