El drama de la migración

Iván Paredes

Hace unos días una pareja de esposos oriundos del cantón Quero emprendieron el arduo trajín en busca del sueño americano, se fueron conjuntamente con sus dos hijos menores de edad porque les habían dicho que el ingreso a Estados Unidos en familia les aseguraba su estancia.

Rápidamente tramitaron sus pasaportes en Quito porque sabían que entregan el mismo día, a comparación de Ambato que se demora varios días.

También pidieron préstamos a conocidos y cooperativas por intermedio de sus familiares, encargaron su modesta casa y los pocos enseres que tenían a la hermana de mayor confianza; y así, con la tristeza, los nervios y la angustia de no saber que les deparaba tal decisión, emprendieron el viaje con vuelo hacia México, para luego, cruzar la frontera y entregarse a las autoridades estadounidenses que no dudarían en permitirles la entrada. Es así, como les garantizaba el enganchador pisar suelo americano.

La falta de empleo, educación, los escasos ingresos económicos que se obtiene con inagotables horas de trabajo, la inseguridad, sumados a un sistema despreocupado por los grupos que son la fuerza laboral, la ineficaz y corrupta política que ha dirigido el país durante los últimos 15 años, hace que personas y familias enteras busquen una alternativa que los posibilite obtener lo necesario para vivir y ofrecer un futuro digno y adecuado para sus hijos, arriesgando lo poco que tienen y lo que no tienen, dejando demostrado que la existencia queda en segundo plano cuando no hay fuentes de trabajo y recursos económicos.

Tungurahua es una de las provincias con el mayor número de conciudadanos que migran y, hasta hoy nadie se conduele o presentan alternativas para frenar el adiós de nuestros compatriotas, siendo su mismo país el que les ha negado una vida digna y decente.