Repartiendo el Estado

Christian Pérez

El juicio político del presidente ha visibilizado muchas malas prácticas políticas que han sido valoradas convenientemente desde enfoques éticos diferenciados. Cada quien las interpreta y busca las justificaciones más sorprendentes para legitimarlas.

Esto obligatoriamente nos hace recordar aquella infame obra escrita por Nicolás Maquiavelo en el siglo XVI, ‘El Príncipe’, que recoge procedimientos alejados del orden moral y los valores éticos para que los gobernantes logren la supervivencia de su poder después de todo, el fin justifica los medios y mantener el gobierno a flote estaría por encima de cualquier principio.

Esto bien lo saben los operadores políticos oficialistas que, al parecer, iniciaron una estrategia de reparto del Estado para comprar votos y lograr el archivo del juicio político, maniobra que incluso ha sido defendida desde ciertos medios de comunicación y académicos. Así lo dijo, por ejemplo, Arturo Moscoso, Director de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Internacional del Ecuador, en una entrevista, quien sin reparo manifestó: “que se repartan ministerios, que se repartan cargos públicos, así funcionan las democracias en el mundo (…) yo te doy estos ministerios y tú me das tus votos, no hay que escandalizarse, esa es la forma de hacer política”. Sí, mantener un gobierno está sobre cualquier orden moral y valor ético.

Pero, si hablamos desde la “realpolitik”, ciertamente que existen negociaciones políticas lícitas en ciertas democracias maduras, donde, en búsqueda de la gobernabilidad para lograr resultados -principalmente legislativos- para el bien común, se generan alianzas y se ceden espacios de poder, de manera pública, transparente y difundida; que es muy diferente a comprar conciencias y votos clandestinamente para mantener un gobierno con un porcentaje del 86% de rechazo, lo que no solo raya en lo inmoral sino también en la ilegalidad, al configurarse el delito de cohecho tipificado en el artículo 280 del COIP.

En definitiva, nuestra política ya no cuida ni las formas para ser lo que ha sido y es: sucia.