Paola Roldán, la eutanasia y la lucha por la dignidad

Nicolás Merizalde
Nicolás Merizalde

Mañana, la Corte Constitucional abrirá un debate profundo y necesario gracias a la valiente Paola Roldán, quien ha solicitado se reconozca su derecho a la muerte asistida, ahora que aún goza de libertad y autonomía cognitiva. Quiero advertirles que estoy con ella, porque entiendo la vida humana ligada a la dignidad que sólo otorga la conciencia, y quiero que la muerte me recoja sin haberla perdido. 

Paola tiene ELA, su deterioro es progresivo e irreversible, he ahí el origen de esta decisión en un acto de soberanía individual inalienable. No existe mayor frontera de nuestra autonomía que el propio cuerpo y el único regente de su destino es, o debería ser, el individuo que lo siente y padece, mientras todavía conserve el poder de expresar sus ideas y enfrentar el final con entereza. 

La medicina es hecha por humanos, no por semidioses y a veces no logra mejorar la calidad de vida sino sólo prolongar el sufrimiento -de paciente y familia- sustituyendo la vida humana por una innecesaria decadencia vegetal, privándonos de nuestras dos mayores señas de dignidad: conciencia y voluntad. El ser humano lo es porque sabe que se muere y es atroz reducir aquel recogimiento del individuo a una producción de muertes en serie. 

Entiendo y respeto a la gente que no se adscribe a nuestra posición, pero ellos pueden elegir y rechazar la eutanasia mientras que, a Paola, su familia y muchos como ellos, se los condena a sufrir, con muy poca caridad cristiana. Santo Tomás no vivió lo suficiente para ver cómo la medicina puede prolongar el dolor, y eso cambia muchas cosas. 

Quiero aprovechar este espacio para enviar mi apoyo y agradecimiento a Paola, su familia y su extraordinario equipo legal porque están tratando de abrir el futuro en un país que se resiste a creer en él.