Vicente Maldonado Quezada
“Un pueblo se hace mejor, interesante y ejemplar, cuando reconoce todos sus errores y sobre todo los investiga y práctica la solución hasta terminar con su raíz”.
La situación que vivimos los ecuatorianos en la actualidad es trágica. Algunas ciudades de nuestro país se han convertido en el epicentro de la violencia criminal. Casi a diario se reportan crímenes violentos y se descubren cuerpos disparados, incinerados o mutilados. El Observatorio Ecuatoriano del Crimen Organizado, (2023), menciona que estas ciudades y sus cercanías registraron una tasa de 43 homicidios por cada 100.000 habitantes. Entre enero y julio la zona acumuló 1.400 asesinatos, casi el doble que el mismo periodo del año pasado. Detrás de las cifras está la violencia del narcotráfico y patrocinadores, en un país que se ha convertido en punto de exportación de droga producida en los países vecinos. Esto ha provocado la salida del país de miles de compatriotas. De esta manera la criminalidad ha ganado espacio, provocando en muchos casos el cierre definitivo de la actividad productiva. Luego de un reciente proceso de sufragio, nuestro país ya cuenta con el presidente de la República que gobernará durante el próximo periodo transitorio. Esta elección constituye por su contenido, un mandato ineludible para el nuevo gobierno, a la vez se constituirá en una prueba para la evaluación de la calidad y capacidad del presidente electo. La enorme crisis que involucra algunos aspectos y que en la actualidad enfrenta nuestro país, se ve agravada por la falta de un horizonte claro al cual dirigirnos. No se ha logrado construir un objetivo nacional que una a todos los ecuatorianos, un paradigma que signifique la recuperación de la economía, la plena vigencia de la democracia con gobernabilidad y condiciones de vida dignas para los ecuatorianos. En el corto período que le corresponde gobernar al nuevo mandatario, el reto más importante es definir con sabiduría el objetivo-meta al que llevará al país. Para lograrlo es necesario incrementar políticas públicas, amparadas por un proyecto que apunte a un nuevo y mejor funcionamiento en el sistema económico y sobre todo al social. En el sistema económico tiene gran peso la intervención pública en pilares fundamentales como la protección social, los servicios públicos, el derecho laboral, las políticas de planificación y desarrollo. Por ello, dar curso al debilitamiento del Estado, a privatizar la protección social y los servicios públicos, a imputar el gasto público y el descalabro económico, significa poner el peso de la crisis sobre el hombro de los más desprotegidos. En economía, lo primordial será mejorar la capacidad de consumo y reactivar el aparato productivo con la generación de empleo. Para mantener la dolarización hay que alimentar al sistema con dólares provenientes de la inversión nacional, que dinamice el proceso de desarrollo. Hoy nuestro pueblo exige concertación para las grandes decisiones. Esto significa el desprendimiento de los intereses particulares que pueden primar en los medios políticos debido a la pronta celebración de nuevas elecciones, en menos de dos años. En la actualidad nuestra democracia no debe perder el optimismo, en seguirse desarrollando, conscientes que es una tarea ardua, pero muy necesaria, en la que los valores y principios deben ser los colores principales de nuestra bandera. Nuestro electo presidente, tiene un camino complejo, pero no imposible, porque se puede hacer cambios positivos en pocos meses. Todo depende de su equipo de trabajo, mismo que deberá tomar en cuenta lo político, económico, de seguridad, de salud y sobre todo lo social