No se olvidará al alcalde

Carlos Arellano

Hace más de una década, el hoy casi exalcalde presentó un proyecto político que en 2019 le permitió -después de una serie de amplias derrotas- alcanzar la Alcaldía de la ciudad de Ambato. El burgomaestre se caracterizó por su astucia y sagacidad, al utilizar el “camisetazo” como el artificio que le permitió cristalizar sus aspiraciones, sin importar la corriente política de las organizaciones que lo auspiciaron.

El señor Altamirano alcanzó un triunfo envidiable, superando considerablemente al exalcalde Luis Amoroso, con la promesa de construir la «Gran Ciudad del Ecuador». Sin embargo, después de cuatro años, su mandato culminará sin gloria alguna.

Los políticos van y vienen, algunos serán recordados por su elocuente y consecuente forma de haber ejercido su responsabilidad frente a la administración pública, mientras que otros serán recordados por su nefasta administración. En este último grupo se encuentra el alcalde Altamirano, quien será perpetuado por haber dejado en total abandono a una de las ciudades más importantes del país.

No se olvidará al Alcalde que malgastó millones de dólares en el proyecto Bicentenario, que consistió en ampliar unas cuantas veredas y cambiar adoquines en el Parque 12 de Noviembre. Tampoco se olvidará al Alcalde que ignoró las necesidades de los miles de usuarios de las arterias viales, especialmente de las zonas residenciales de la ciudad, las cuales hasta hoy se hunden, están destruidas, no cuentan con aceras o se han convertido en basureros. Se recordará al Alcalde que prometió una ciudad inteligente con soluciones dignas de una urbe como esta, ofrecimientos que también quedaron en palabras.

No se le olvidará por haber abandonado a la ciudad durante las violentas manifestaciones de octubre de 2019 y junio de 2022, permitiendo que los ambateños quedemos a merced de los manifestantes. Tampoco se le olvidará por intentar hacer en menos de seis meses lo que no fue capaz de hacer en más de tres años en funciones, heredando obras inconclusas, caos, comercio informal y más.

El alcalde Altamirano convirtió a la ciudad en un pueblo sin ley ni gloria, y su mandato quedará en la memoria de los ambateños como una época de abandono y desatención hacia las necesidades y problemas de toda una urbe.