Redes sociales versus realidad

Más oxitocina, menos cortisol
Más oxitocina, menos cortisol

Andrés Ojeda Sotomayor

Los smartphones y las redes sociales nos permiten compartir información e interactuar con personas que se conectan de todo el mundo. Son una herramienta de trabajo, comunicación y entretenimiento. Usamos aplicaciones para editar fotos, añadir filtros y efectos para mejorar la apariencia del rostro y del cuerpo. ¡Listo! A postear y a tener la mejor experiencia. En las plataformas digitales nos afanamos por encajar en los cánones de belleza, status, inteligencia, felicidad, carisma, personalidad y sentido del humor. Exteriorizamos lo emocional y afectivo a través de un dispositivo móvil. Y pienso, ¿los medios virtuales se crearon para darnos la sensación de valor y aceptación social?

Hemos otorgado a la «confraternidad cibernética» la atribución de ser jueces y parte de nuestra vida íntima. Hay mucho apego, egocentrismo y diversas personalidades. Lo bonito y lo caótico. Unos mostramos más que otros. Facebook tiene un límite máximo de 5.000 amigos por cuenta. La mayoría son completamente desconocidos, llegando a socializar de manera efectiva con unas 100 personas. Expertos en psicología indican que la dependencia compulsiva por publicar está vinculada a una necesidad de atención y autoestima. Se puede realizar actividades de interés, ir y volver de cualquier parte, sin la urgencia de lucirnos ante los seguidores.

Se cree que mientras más «amistades en línea» tenemos, gozaremos de mayor simpatía y popularidad. Lo que parecía algo atractivo, se convirtió en un vicio desenfrenado. En la privacidad podemos disfrutar momentos de ocio y placer. Salir a cenar, tomar un café; y qué mejor en buena compañía y una charla enriquecedora. La vida humana está llena de matices. Hay episodios de dicha pero también de caos y desafíos, que no necesariamente exponemos en el ciberespacio; y que a muchos de los internautas les es completamente indiferente.

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