Álvaro Peña Flores
El 17 de octubre de cada año se celebra el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, y este año, según la ONU, el lema con el que se pretende trabajar en la erradicación o al menos la reducción de la pobreza es: “Dignidad para todos en la práctica: Los compromisos que asumimos juntos por la justicia social, la paz y el planeta”. Compromisos en lo que todos los países deben trabajar con la implementación de políticas públicas claras y concretas que lleven a mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, y con ellas su dignidad.
En Ecuador, a junio de 2022, según el INEC, el porcentaje de pobreza en el país disminuyó del 32.2% al 25% con respecto al mismo mes del año 2021. Según analistas, la reactivación económica post pandemia y las ayudas sociales directas están mejorando el nivel de vida de los ecuatorianos. Las ventas de la economía según el SRI en el mes de agosto fueron de $ 142.021 millones, cuya meta es llegar a los $ 180.000 millones hasta fin de año.
El ecuatoriano común y de a pie no entiende mucho de cifras, y está cansado de los análisis y de las promesas de los ministros y del presidente. La mejor y mayor evidencia se la nota en las calles, cuando se sale a comprar el pan del día y se da cuenta que la plata no alcanza, que se compra lo justo y a medias. A esto se le añade el plus de la inseguridad que está insostenible, no se ve paz por ningún lado, de la justicia social ni hablar. Si bien las cifras son alentadoras, pero solo sirven para los asuntos macroeconómicos y para los informes de los prestamistas extranjeros. Erradicar la pobreza se torna cuesta arriba cuando no hay un plan integral que permita lograr el objetivo, y de eso el presidente siempre le da vueltas al asunto.