LA ETERNA CORRUPCIÓN

Victoria Ramón
Victoria Ramón

Victoria Ramón

 Resulta común encontrarnos con casos de corrupción en nuestro diario vivir. Desde las ya conocidas “palancas para obtener un puesto público” pasando por el aceptado eslogan político “roba, pero al menos hace obra”, hasta las coimas, sobornos y demás ilícitos para obtener beneficios personales; estas son vistas como normales, e inclusive, forman parte de la cotidianidad.

¿Pero, de dónde viene o cómo se originó esta situación? La respuesta es concluyente: surge de cada uno de nosotros; desde nuestras pequeñas acciones, bien sea, encubriéndola, apoyándola u ocasionándola. La típica “viveza criolla” es tolerada por una sociedad indiferente que no quiere enfrentarla, a pesar de los graves perjuicios económicos y morales que genera. Porque esta corrupción no es solo política o económica, aunque estas sean sus aristas más visibles. Se trata de un complejo fenómeno social, que involucra incluso, raíces culturales. Vivimos con la percepción de que resulta buen negocio, mantenerse callados por razones de prudencia, léase indiferencia.

Así las cosas, debemos tener claro que, de seguir así, esto involucra un retroceso, pues un sistema basado en la corrupción, además de ser amoral, se deteriora en lo social y se vuelve ineficiente en lo económico. ¿Qué nos queda hacer cómo ciudadanos? No ser partícipes de ella bajo ninguna de sus formas. Debemos enfrentarla desde nuestros espacios, no permaneciendo impasibles. Tenemos que crear una cultura anticorrupción y cero tolerancia. Necesitamos empoderarnos como sociedad, con estructuras de gobierno sólidas y transparentes, que operen comprometidas bajo principios éticos y morales.

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