En la ausencia

Es tiempo de ver atrás
Es tiempo de ver atrás

Pablo D. Punín Tandazo

Cuando algo ya no está, cuando algo ya no es parte de la rutina, cuando algo se va, por lo general hay dos opciones: se valora mucho más; o, vemos que somos capaces de desprendernos por completo de aquello. Esa es la dicotomía natural de la ausencia.

La cotidianidad tiene el poder de convertir en ordinario hasta lo más inusual. Teniendo la comodidad al alcance, la rutina imposibilita valorar cosas que para otros resultan imposibles. Estudiar o trabajar es agotador a veces, pero solamente hacerlo es el sueño más grande de muchos. Tener un auto puede ser estresante, pero hay quienes tienen como único vehículo dos pies incansables, rotos por tanto andar. ¿Qué fastidioso puede ser comer algo que no es de nuestro agrado, no? Pero seguro ese fastidio se transforma en dolor y desesperanza para quienes, durante días, no han podido ni comer.

El problema es que la ausencia es peligrosa cuando uno la busca, porque arriesgarse a llegar a ella abre la posibilidad de que se quede por completo. La ausencia no es canjeable a voluntad, ni acaba cuando nosotros así lo dispongamos. Tiene el poder para retener indefinidamente aquello que podríamos anhelar con todas las fuerzas; y, cuando algo hace mucha falta, el fondo izquierdo del pecho comienza a latir más fuerte.

Romper la burbuja de cotidianidad que nos envuelve es necesario para poder ver lo afortunados que somos. Aunque la ausencia pueda servir para abrirnos los ojos, creo que es mejor tener presente que mucho de lo que nos llega es un regalo para aprender y agradecer. No hace falta perder para valorar, suele bastar con ver un poco más allá de lo usual.

[email protected]