Donde las papas queman

Más oxitocina, menos cortisol
Más oxitocina, menos cortisol

Andrés Ojeda Sotomayor

 De paso por tierras lejanas de la Costa ecuatoriana. Es época invernal. No sólo la lluvia golpea, sino también la delincuencia. Ahí donde las papas queman, las calles se inundan y la mente se empapa de una psicosis colectiva normalizada. Se respira un ambiente tenso. La paz y la tranquilidad son anuladas. Tomo un café como para ponerme alerta. Recibo información del acontecer local. La inseguridad es azotante en todo lado, pero allí está más acentuada. La gente hace las cosas de rutina y a su casa. Hay un temor latente. ¡Es agobiante! Como si hubiera un «monstruo» que ronda al acecho, una «plaga» difícil de erradicar. No es solo lo que se mira en noticieros o en redes sociales, sino una realidad nacional que pega duro. El punto es, ¿hay un denominador común que viene instaurando una guerra psicológica en el país? Porque hay de todo como en botica: amenazas de bombas, «vacunas», secuestros, desaparecidos y homicidios. Es el pan de cada día.

Las operaciones conjuntas entre Policía y Fuerzas Armadas se reforzaron en los puntos más conflictivos. Ojalá se den con mayor frecuencia. La situación afecta al bolsillo de los ecuatorianos. Ante la imparable ola delincuencial hay pérdidas económicas en el turismo; la microempresa y los sitios de entretenimiento se ven obligados a cerrar. El porte y tenencia de armas invita a reflexionar que el ciudadano de a pie, a duras penas tiene para comprar la comida como para adquirir un arma; peor para regularizarla. También me remonta a la película «La Purga», donde el Estado una vez al año autoriza que el crimen es legal durante 12 horas. Mejor que permanezca así en ficción. Queda la esperanza que lleguen días mejores y que nazcan las flores.

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