Conmemorar, no celebrar

Travesía Legal
Travesía Legal

Pablo Javier Villavicencio García

El 8 de marzo se recuerda el Día Internacional de la Mujer, una fecha que tiene su origen en las luchas de las mujeres obreras por mejorar sus condiciones laborales, sociales y políticas a finales del siglo XIX y principios del XX. Desde entonces, las mujeres han seguido reivindicando sus derechos y denunciando las desigualdades, las violencias y las discriminaciones que sufren en todo el mundo.

Por eso, el 8 de marzo no es un día para celebrar, sino para conmemorar. No es un día para felicitar a las mujeres por ser mujeres, sino para reconocer su aporte a la historia, a la cultura, a la ciencia, a la economía y a la sociedad en general. No es un día para regalar flores, chocolates o perfumes, sino para reflexionar sobre los retos y los desafíos que aún enfrentan las mujeres para lograr la igualdad de oportunidades y de trato con los hombres.

Celebrar el 8 de marzo sería ignorar la realidad de millones de mujeres que viven en la pobreza, la exclusión, la opresión y la violación de sus derechos humanos. Sería trivializar el significado de una fecha que busca visibilizar y transformar las estructuras patriarcales que generan y reproducen las brechas de género. Sería desvirtuar el sentido de una jornada que convoca a la movilización y a la acción colectiva de las mujeres y de todos los sectores sociales que apoyan su causa.

Conmemorar el 8 de marzo implica reconocer el valor y el protagonismo de las mujeres en la construcción de un mundo más justo, equitativo y democrático. Implica comprometerse con el respeto y la promoción de sus derechos y libertades. Implica contribuir con el cambio cultural y social que se necesita para erradicar el machismo, el sexismo y el feminicidio.

Mujeres, hoy y siempre, reivindiquen sus derechos y su dignidad con fuerza, pero también con respeto y responsabilidad. No dejen que la violencia y el vandalismo empañen su lucha legítima por la igualdad y la justicia.

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