¿La gran ciudad?

Carlos Arellano

Cada día son más evidentes las urgentes necesidades de la población ambateña. Sin embargo, la actual administración municipal poco ha hecho para atender el clamor de una ciudadanía ávida de obras, seguridad, cultura y de la ansiada transformación que Javier Altamirano, alcalde de Ambato, prometió durante la campaña electoral.

En las últimas décadas Ambato jamás vivió un momento tan penoso y vergonzoso. Para entender esta realidad basta con indicar, por ejemplo, que las principales vías de acceso a la ciudad -que son de responsabilidad exclusiva del Municipio- evidencian lo olvidada que está la urbe: baches, aceras deterioradas, basureros repletos que emiten olores nauseabundos y más.

Mientras tanto, el afán del alcalde Altamirano por pretender construir una imagen que transcienda en el tiempo, ha provocado que el dinero de todos los ambateños sea malgastado en obras que representan una ofensa para los sectores que claman por atención municipal.

El controversial “Proyecto Bicentenario” -obra inconclusa que ni siquiera logró reducir el índice delincuencial que vive la zona- representa uno de los gastos más inmorales de esta administración. A pocos pasos se erige otro atentado a las arcas públicas: un proyecto que intenta regenerar la zona de “La Mascota”, sin antes atacar el gran problema que padece el sector: la inseguridad.

Es tan escasa la obra pública de esta administración que, a pesar del tiempo transcurrido, se mantiene vigente la promoción del intercambiador de Huachi Chico como una obra emblemática que logró maquillar parcialmente las necesidades de una zona completamente olvidada: sin aceras, con caminos en mal estado, sin áreas verdes y más.

Al menos, como cualquier ambateño, esperábamos que el alcalde defendiera a la ciudad de los ataques perpetrados por los manifestantes durante el último paro nacional. Pero, al igual que en el 2019, Altamirano poco hizo por proteger a nuestra ciudad del secuestro que padeció: incomunicados, sin alimentos, atemorizados, sin transporte público e incluso con agua contaminada.

El burgomaestre perdió la oportunidad de transformar la ciudad que exige cambios que ni Fernando Callejas ni Luis Amoroso lograron atender. Ojalá Javier Altamirano no pretenda buscar la reelección porque sí lo intenta será su sepultura.