El fracaso de muchas instituciones públicas se debe, entre otros factores, a que no son administradas por las personas correctas, sino por aquellas que son fieles y consecuentes con el poder de turno. En la década correísta se hablaba mucho de la “meritocracia”, de colocar en los puestos claves a personas por sus propios méritos, pero ya vemos que no fue así. Tenemos muchos casos, pero para muestra dos botones: el caso del excontralor Carlos Pólit y de la exvicepresidenta de la Corte Constitucional, Pamela Martínez, quienes obtuvieron un puntaje perfecto de 100/100 en los concursos para ocupar sus respectivos cargos, algo muy difícil de obtener. Hoy, tanto Pólit como Martínez están involucrados en casos de corrupción.
En toda institución pública, incluida la Casa de la Cultura Ecuatoriana, es necesario contar con un administrador profesional. El fracaso de las instituciones públicas se da generalmente, porque en los puestos de dirección se colocan a profesionales de otras ramas, simplemente por afinidad política. El trabajo de los administradores profesionales es la creación y mantenimiento de un ambiente propicio para el desempeño eficiente y efectivo de los individuos que trabajan en grupos para el logro de objetivos preseleccionados. El ambiente administrativo-económico tiene que ver con los recursos, el capital, materiales, productividad, etc. El ambiente administrativo-ético tiene que ver con una serie de estándares de conducta personal generalmente aceptados. El ambiente administrativo-político tiene que ver con el complejo de leyes, regulaciones e instituciones gubernamentales y sus acciones. El ambiente administrativo-social tiene que ver con las actitudes, deseos, grado de inteligencia, creencias, costumbres de las personas en un grupo determinado o sociedad.