La belleza

Nicolás Merizalde

Nicolás Merizalde

Saltburn explora la fascinación de los pobres mortales por la vida y pasión de ricos y famosos. Hasta ahí, nada que las novelas mexicanas o el royal merchandasing no hayan explotado. Pero tiene un momento brillante, o a mí me lo parece. Nos deja entrever las diferencias de graduación sobre los valores según la clase social. La mamá Saltburn en una línea inocente dice tener aprensión por la fealdad, es decir, que la mujer se siente obligada a cultivar, rodearse y personificar el valor de la belleza. 

La belleza. Hay que reconocer que, en nuestro idioma, hasta la palabra es bella, sin embargo, en nuestra cultura que, trata inútilmente de separar la belleza interior de la exterior como reinos opuestos, es incomprendida y rebajada. Tratamos el culto a lo bello como superficial, vanidoso, intrascendente. Pensemos en la poca importancia que le damos al arte, al urbanismo o las buenas maneras por el miedo a la pedantería y la desigualdad. Las sociedades, y más aún sus individuos, se retratan en su escala de valores ¿Cuál es la escala de preferencia del ecuatoriano promedio?

Y ustedes me dirán, la belleza es subjetiva, con esa vieja manía de relativizarlo todo. Pero es que yo no estoy hablando del buen o mal gusto, sino de nuestra actitud hacia lo bello, o para ser más prácticos, el grado de exposición, entendimiento o predisposición a lo bello. 

Los días siguientes al ataque a TC, las redes se llenaron de posts con la belleza natural de algunos de nuestros parajes. Como un acto instintivo y desesperado de buscar un remanso ante el horror, porque la belleza es sobre todas las cosas, la promesa de la felicidad. Buscamos en las cascadas lo que no hallamos en nuestras ciudades. Será porque en el terreno más próximo o no la encontramos o no la reconocemos. 

Esta es otra de las muchas tareas que nos quedan, compatriotas: reivindicar la belleza.