El presidente Noboa

Carlos Arellano

En los últimos días de mayo, el presidente Guillermo Lasso, en ejercicio de sus facultades constitucionales, disolvió la Asamblea Nacional que desde mayo de 2021 conspiró incansablemente por su destitución. El domingo pasado, tras una caótica campaña que incluyó el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio, culminó uno de los episodios más singulares y sangrientos en la reciente historia ecuatoriana.

El empresario Daniel Noboa, asambleísta destituido bajo el mecanismo de la «muerte cruzada», arropado por una de las campañas comunicacionales más destacadas de las últimas décadas, emerge como el presidente más joven de Ecuador. Al nuevo mandatario le quedan escasas semanas para concluir el proceso de transición, conformar su gabinete ministerial, empaparse de las cifras macroeconómicas y rodearse de mujeres y hombres probos y competentes en la administración pública. Así, en un breve lapso de 17 meses, deberá cumplir con las promesas electorales que encarnan las aspiraciones de la mayoría de los ecuatorianos: seguridad, salud, educación y empleo.

Para llevar a cabo sus amplias promesas electorales, está obligado, por urgencia y necesidad, a proponer los más diversos mecanismos que le permitan forjar una relación democrática, honesta y transparente con la primera función del Estado: el poder legislativo. El país no solo requiere reformas estructurales que dependan únicamente del ejecutivo; por tanto, parte de su plan de gobierno dependerá de la decisión de una mayoría legislativa que aún no existe. Sin una relación ejecutivo-legislativo adecuada, su gobierno está condenado al fracaso.

Por otro lado, la inseguridad que afecta a todos los sectores de la sociedad es la urgencia más apremiante. El presidente no solo necesitará la voluntad del Gobierno, este grave problema demandará la unidad nacional, la articulación de políticas y la asignación de importantes recursos, la reforma estructural del sistema de justicia y penitenciario, e incluso la depuración de la Policía y las Fuerzas Armadas que han padecido el asedio y la contaminación del crimen organizado.

No nos queda más que desear al joven presidente que la sabiduría y la honradez guíen sus acciones y que en este breve tiempo, el país no sufra un nuevo revés.