Una declaración de guerra a México

Giuseppe Cabrera

En un Estado de desquicio y delirio total, el Gobierno ingresó el viernes cerca de la madrugada a la sede diplomática de México en Ecuador y capturó a Jorge Glas, este acto sin justificación, ni parangón similar en décadas en la región, constituye una afrenta a la comunidad internacional, de un país pequeño como Ecuador, que no tiene los aliados y fuerza económica y militar, como tal vez Israel, para asumir el costo y las sanciones internacionales que nos traerá este acto.

La inviolabilidad de los recintos diplomáticos podría ser el principio más sagrado del derecho internacional público, su violación, solo sería pensada en dictadura y, no hay registro de algo similar en la historia reciente de América Latina, tal vez el último en el inicio del periodo democrático de Ecuador, cuando Cuba violó la soberania ecuatoriano e ingresó en su embajada para capturar a un grupo de disidentes que habían ingresado.

Solo piensen que Reino Unido, una nación con estatus de potencia respetó la soberanía de Ecuador y no entró a la embajada para capturar a Assange, pese a tener las mismas quejas, sobre que se le había concedido un asilo por delitos comunes y Assange tuvo que permanecer siete años en la embajada de Ecuador en Londres, porque no se le concedió el salvoconducto para venir al país y, solo fue captura una vez que Ecuador le quitó el estatus de asilado político, incluso en esa situación de una potencia contra un país pequeño, Reuno Unido decidió respetar lo más sagrado que tienen los Estados modernos: su soberanía, porque no hacerlo constituye un acto de guerra criminal.

Las cosencuencias internacionales van a ser enormes e incalculables. Una demanda ante la Corte Internacional de La Haya por parte de México, que muy seguramente vamos a perder, con su consecuente sanción económica en miles de millones de dólares, la restricción del ingreso de ecuatorianos a suelo mexicano, incluso para turismo, una caída de las relaciones comerciales, con la posible prohibición del ingreso de productos ecuatorianos a México y, la censura de toda la comunidad internacional y reserva ante un Estado que se ha declarado en la locura diplomática absoluta.